lunes, 30 de abril de 2007

N8 OHX

Dos seres. Distinto sexo. Cruzan el espacio en ausencia de luz. Lentamente. Sin prisa. Sus movimientos son apenas perceptibles en la penumbra. Se encuentran. Luz. Separación. Cada uno a su propio universo. Universos luminosos cercanos y lejanos al mismo tiempo, no se tocan. Los mismos movimientos. Lejanía. Movimientos telúricos. Cuerpos que se arrastran, giran, golpean, en ritmo casi laberíntico. Se encuentran.

Seres humanos convertidos en muñecos, hilos extraños dirigen sus movimientos. Bailan. Despojan a su humanidad de ropajes que les dan una apariencia humana, para encontrar… ¿qué? Tan pegados y tan alejados. Él se marcha.

Ella sola. La luz se vuelve roja. Busca placer adulto solitario. Placer del que venimos y al que vamos. Pasión, descubrimiento, vida, orgasmo liberador de tensiones. Los pies descalzos hollan un suelo negro, mientras la luz se rompe, cambia, se transforma. Los cuerpos se encuentran, caminan al filo de la pasión, buscando, encontrando, se separan. Rechazo, olvido, se da paso a la soledad. Solos en el mundo, ante el mundo, caminando por el filo del abismo.

Él se queda solo. Torso desnudo. Atlante de espalda curvada por el peso… ¿de la culpa? ¿propia? ¿ajena? ¿quién fue el culpable? ¿existen los culpables? El ritmo se vuelve frenético por momentos, prisa, agobio, tensión, sin posibilidad de escapar. No hay nadie, todos se han ido. Sólo un cuerpo medio desnudo que busca y no encuentra.

Ella, vestida, regresa. Apariencia de felicidad. Por un momento todo parece posible, la normalidad, convivencia, sonrisas de complicidad. Alcanzan la belleza y a ella se aferran. Luego salen los egoísmos, cada uno para sí, el otro no importa, los antiguos amantes ahora son enemigos a los que aniquilar. Sonrisas que se vuelven cínicas, que forman la máscara de hipocresía que nos ponemos todos los días por la mañana. Se abrazan, y eso se transforma en agresión. Caricias que golpean, empujan, buscan aniquilar. La belleza se rompe y sólo queda la máscara, la mentira, la hipocresía con las que seguir manteniendo una apariencia ¿humana?

Y el silencio. Varios momentos en los que el silencio cobra vida. Cuerpos que se mueven, agitan, bailan, y la música no suena, poniendo ritmo al silencio, a la ausencia de sonidos que no sean los producidos por el cuerpo en libertad. Acostumbrados al ruido constante, el silencio desconcierta. Silencio interrogante, colgado en el vacío, inquietante en unas vidas que sin ruido parecen nada. "Yo hablo con mis silencios, pero nadie me escucha", leí una vez en un sito imposible de recordar.

Manos que buscan una luz blanca apenas insinuada, cabezas que quieren emerger a la luz, sobras enormes que se proyectan al fondo, en una espesura en la que la luz está proscrita. ¿Hay algo más allá? ¿Para qué buscar más allá si aquí no encontramos? Lejos, cerca; luz, sombra; esperanza, realidad. Elementos de peculiar caja de Pandora que abrimos y cerramos todos los días.

Final. Dos pares de zapatos. Rojos, negros. Es todo lo que queda.

N8 OHX es el título del espectáculo que la compañía gallega de danza contemporánea Pisando ovos, trajo a la gijonesa colegiata de San Juan Bautista el pasado viernes dentro de la programación de teatro y danza Encuentros en Asturias.

Estas son algunas de las sensaciones que recibí.

viernes, 27 de abril de 2007

Días de radio (Radio days, Woody Allen, 1987) (I)

Joe Needleman es un niño judío de 10 años que vive inmerso en el seno de familia numerosa de Rockaway Beach, en el barrio neoyorquino de Brooklyn, y donde la radio es un miembro más de la familia, siempre omnipresente y auténtico protagonista de una película nostálgica, de recuerdo de los tiempos dorados de la radio en los que marcaba gran parte de los ritmos cotidianos de los oyentes, y donde sus locutores, actores y cantantes eran auténticas estrellas.

Años en los que la radio era la forma que tenían los humildes de evadirse de su realidad, de dejar volar su imaginación hacia casas lujosas, fiestas en las que se daba cita lo más granado del panorama social, donde sueños y anhelos parecían posibles y las frustraciones desparecían llevadas a través del éter por las ondas de radio.

Recuerdos ligados a la radio, podría ser la definición de esta película del genial Woody Allen, cuya voz sirve de hilo conductor de esta historia poliédrica y coral donde aparecen algunos de los momentos estelares de la historia de la radio en los Estados Unidos, como la enorme broma que gastó Orson Welles cuando hizo creer a la nación que estaba siendo invadida por naves extraterrestres con el consiguiente pánico entre los ciudadanos, o el caso de la niña caída en un pozo y los intentos desesperados por lograr su rescate con vida, finalmente infructuosos y que puso el corazón en un puño a todo el país.

Una radio en la que se podían escuchar jingles publicitarios, y la mejor música de jazz o swing, en una de las mejores bandas sonoras de las películas de Allen.

Un recuerdo de una sociedad con un cierto grado de ingenuidad en los años 30 y 40, en la que un niño sueña con aventuras que tienen que ver con submarinos alemanes asomándose a las playas de la ciudad y con el anillo del Vengador, mientras mira a su profesora de sexto con una sonrisa más que justificada y uno de sus compañeros ya se ve en el infierno.
Mientras desde el otro lado del aparato todo suena a perfecto, detrás de los micrófonos hay estrellas que nacen, crecen y desaparecen del firmamento, carreras profesionales que avanzan hacia un futuro en el que las cosas ya nunca volverán a ser de la misma manera, pero eso no podrá acabar con la magia que dejaron atrás. Precisamente la voz que encarnaba al Vengador se pregunta en un momento determinado, si las personas recordarán en el futuro lo importantes que llegaron a ser en sus vidas. Viendo esta película, al menos Allen lo sigue recordando y para ellos esta película divertida, tierna y entrañable.



Días de radio (Radio days, Woody Allen, 1987)

- Tess, no sé si irme de vacaciones en un crucero o a la montaña. Los hombres son más ricos en un crucero pero hay más en las montañas.
- Yo conocí a mi marido en la montaña, así que te recomiendo un crucero.

Tess (Julie Kavner) y Bea (Dianne Wiest)


- Ten cuidado. La hija cree en el amor libre.
- ¿Porqué lo dices?
- ¿Has oído lo de la señora Silverman? Una noche no podía dormir. Se levantó a tomar una taza de té, y oyó un coche pararse a las 3 de la madrugada. Ya conoces a la señora Silverman. Le gusta enterarse de todo. Se asomó a la puerta, y vio a la chica de enfrente llegar de un concierto de música folk con un hombre alto y de color. No te lo vas a creer, Ceil. Le dio un beso largo y apasionado. Ya te puedes imaginar cómo reaccionó Rose Silverman. Tuvo un derrame cerebral en el acto. Se le endurecieron las arterias. La mujer quedó paralizada, con la taza de té en la mano. Nunca habían visto nada igual en el hospital. Te digo, Ceil, que estaba más tiesa que una tabla.

Tess (Julie Kavner) y Ceil

Joe.- ¿Qué trabajo tienes papá?
Martin.- No es asunto tuyo.
Joe.- Mis amigos saben el trabajo que tienen sus padres.
Martin.- ¿No tienes deberes?
Joe.- ¿Me das 15 centavos para el anillo del Vengador?
Martin.- ¿Crees que soy una máquina de hacer dinero?
Tess.- Presta más atención a tus estudios y menos a la radio.
Joe.- Tú estás siempre escuchando la radio.
Tess.- Es diferente. Nuestras vidas ya están destrozadas. Tú tienes la oportunidad de llegar a ser alguien.
Martin.- ¿Quieres acabar trabajando en lo que yo?
Joe.- No sé el trabajo que tienes.

Joe (Seth Green), Martin (Michael Tucker) y Tess (Julie Kavner)

- Casarse por amor es una idea muy reciente. En los viejos tiempos no se casaban por amor. Un hombre se casaba con una mujer porque necesitaba otra mula.

Tess a Bea

- Abe, ¿has visto la dentadura de mamá? La ha dejado en un vaso de agua y no la encuentra.
- Los niños estaban jugando al jockey con ella.
- ¿Con la dentadura de mamá?
- Es del mismo tamaño que el disco.

Ceil y Abe

Tess- Escuchad eso ¿No suena maravilloso en ese club?
Ceil.- Sí ¿porqué no estamos ahí, Abe?
Abe.- Por que estamos aquí.
Ceil.- ¿No quieres salir y beber champán de mi zapato?
Abe.- No puedo beber tanto. Además, sólo los cretinos y los chiflados salen en Nochevieja.
Ceil.- Entonces, seguro que deberías salir.

jueves, 26 de abril de 2007

Tamara de Lempicka (Moscú 1895 - Cuernavaca 1977)

Tamara de Lempicka es uno de esos personajes que apuraron hasta el fondo los llamados "felices 20" y los prebélicos años 30. Nacida a finales del siglo XIX en el seno de una familia adinerada, parece ser que en Moscú aunque ella siempre afirmó haber nacido en Varsovia (probablemente debido al fuerte sentimiento anticomunista que tuvo durante toda su vida), tuvo una vida de esas que no pasan desapercibidas.

Su familia estaba acostumbrada a vivir entre San Petersburgo, Moscú y Mónaco, y estaba formada por una madre polaca y un rico judío ruso. Con 9 años su abuelo se la llevó durante varios meses a recorrer Italia, donde visitó todos los grandes museos y conoció, a tan temprana edad, a los maestros del Renacimiento italiano que tanta influencia tendrán después en su propia pintura.

Se casa con un joven y guapo abogado, Tadeusz Lempicki, que es detenido en el transcurso de la Revolución Rusa, mientras ella escapa a Finlandia desde donde, gracias a la mediación del cónsul sueco (quien parece que la ayudó a cambio de favores sexuales), consigue su liberación. Una primera para en Dinamarca para asentarse posteriormente en París, una ciudad llena de exiliados de la revolución.
Aunque parece que la vida disoluta de Tamara ya había empezado en Dinamarca, fue en París donde alcanzaría su máximo apogeo. Allí, rodeada de antiguos marqueses, condes, grandes duques y magnates de toda índole, se dedicó a una vida de desenfreno en todos los órdenes. Sexo bisexual (en unos años en los que Greta Garbo o Marlene Dietrich eran dos conocidas bisexuales y en los que el lesbianismo era una práctica extendida entre la alta sociedad) y también oscuro, mercenario con prostitutas y marineros que bajaba a buscar a los bajos fondos de los muelles de la capital, para luego pintar compulsivamente hasta el amanecer. Todo ello aderezado con alcohol y cocaína y fiestas con sirvientes desnudos en su casa en los Estados Unidos.

Un ritmo de vida caro, y con un marido que al parecer le pegaba en ocasiones y que se negaba a trabajar, que la impulsaron, por consejo de su hermana, a convertir el dibujo, hasta entonces mero pasatiempo, en un trabajo para lo que empezó estudios artísticos con André Lothe, en el París en el que están trabajando gentes como Picasso, Gris, Derain o Matisse, por citar sólo algunos. Muy pronto sus obras empezaron a tener acogida entre los miembros de la sociedad en la que se movía, lo que le hizo ganar dinero, y también gastarlo para no tener que cambiar su estilo de vida, aunque si de amantes.

Será precisamente en la década que va entre 1925 y 1935 cuando Tamara de Lempicka haga lo mejor de su obra, ya que a partir de ese momento su pintura se quedará muy lejos de los nuevos cánones estéticos contemporáneos a los que intentará sumarse pero con nulo éxito. Una pintura que se enmarca dentro de los postulados de un Art Decó, un estilo que no sólo es decorativo, figurativo pero que también ha asimilado ya algunos postulados del cubismo y de otros movimientos que estaban empezando a despuntar por esos años.

Es una pintura reflejo de una época muy determinada, que ella vivió con toda su intensidad, un mundo elitista, exquisito, moderno, de lujo y voluptuosidad, totalmente mundano si se quiere. Con ello genera una pintura que es fácilmente reconocible a un primer golpe de vista, con volúmenes geométricos, colores llamativos, y unos fondos de perspectiva cubista. Son imágenes casi publicitarias, que tienen algo de cinematográfico con un aire a las películas de Fritz Lang.

"Mi obra es un autorretrato permanente", llegará a decir. Serán precisamente retratos los que formen una buena parte de su obra, desde su autorretrato en un Bugatti, en el que hace un guiño a los futuristas italianos, hasta retratos de su hija, de la duquesa de la Salle o de André Guide.

Son retratos en los que el modelo raramente mantiene una relación visual con el espectador, y se muestran ausentes, como fuera del mundo, por encima de la plebe, en una galaxia lejana que poco tiene que ver con la del común de los mortales en una actitud que podríamos considerar elitista. Les gusta sentirse admirados pero desde la distancia.

Los desnudos son otra parte importante de su producción, mostrando unos cuerpos carnales, unos desnudos atractivos en los que la lujuria es algo que flota en el ambiente, y en los que utiliza el color con buena técnica.

La última extravagancia de esta artista que pasó sus últimos años en la localidad mexicana de Cuernavaca, acompañada por el pintor azteca Víctor Contreras, que había conocido a Tamara en el París de 1958, fue la de que un helicóptero arrojara sus cenizas (murió con casi 82 años) al interior del volcán Popocatéptl.

miércoles, 25 de abril de 2007

Audrey y Cooper (IV)


- He averiguado algunas cosas. He descubierto que en la vida real no hay álgebra.
- Audrey, porque no huyes y te unes a un circo.
- Escapar. Pero yo tengo hecha otra idea. Un forastero alto y moreno se enamora locamente de mí y me lleva con él a una vida de misterio e intriga internacional.
- Y es agente del FBI. Sigue soñando.
- Tal vez, o tal vez se de cuenta de que soy la mujer de sus sueños que va a ayudarle a descubrir quién mató a Laura.
- Ah ¿sí?
- ¡Sí! Y vas a ayudarme. ¿Tú sabes que Laura salía con James Hurley a espaldas de Bobby?
- Y ¿eso qué importa?
- Luego es verdad. ¿También sabes que Laura sentía debilidad por ciertos vicios?
- Bueno, eso no era ningún secreto.
- Yo no conocía a Laura tan bien como tú, pero sabía que no estaba bien de la cabeza. Bueno, ¿vas a ayudarme?
- ¿Qué más has averiguado, Sherlock?
- La mañana del funeral el doctor Jacoby habló con mi hermano para convencerle de que se quitara un disfraz y le dijo que Laura ahora estaría mejor porque bla, bla, bla, y que él lo sabía muy bien porque Laura era su paciente.
- ¿Laura visitaba a Jacoby?
- Y hay más. ¿Has oído hablar de Jack el Tuerto?
- ¿No es una película de Marlon Brando?
- Es un lugar al otro lado de la frontera donde hay chicas trabajando.
- ¿Insinúas que Laura era una de las que iba?
- No lo sé, pero si fuera así, ¿no querrías saber más?
- Seguro que eso aclaraba unas cuantas cosas.
- Cada vez que pienso en ello, cuando pienso en Laura en un lugar como ese siento escalofríos. Es algo así como cuando se coge un cubito de hielo y se tiene un largo rato entre los dedos.
- Audrey, voy a ayudarte pero sólo te ayudaré si antes me prometes que todo lo que averigüemos será un secreto, nuestro secreto.
- Trato hecho. Y sé por donde empezar. ¿Sabías que Laura y Ronette trabajaban en el mismo lugar?
- No.
- Trabajaban en la sección de perfumería de los almacenes de mi padre.

En este diálogo se pone de manifiesto una vez más que Audrey es capaz de todo con tal de conseguir lo que se propone, hasta el punto de llegar a una alianza con su compañera de colegio, que no amiga, Dona, para buscar la forma de conseguir información acerca de la muerte de Laura con la que presentarse ante Cooper y convencerle de que es la mujer que necesita. Manipuladora como es no se detendrá ante nada, ni siquiera ante su padre al que camela para que le permita trabajar en sus almacenes, donde también chatajeará sin rubor alguno al gerente para que le de el puesto que ella quiere y no el que le ofrecen. Y es que Cooper merece cualquier riesgo.

Otra vez esa inquietante combinación entre jovencita soñadora y mujer intrépida, como aquellas heroínas de antaño capaces de los mayores sacrificios con tal de conseguir el amor de sus hombres para llevar, en el caso de Audrey, una vida de misterio que la saque de la mediocridad de Twin Peaks, un lugar que se le queda claramente pequeño, un lugar del que sólo con la imaginación se puede escapar a lomos de un corcel brioso gobernado con mano férrea por el príncipe del cuento. La metáfora del viaje, de lo lejano, lo exótico, de la aventura, del pasado que vuelve salido de la niebla del tiempo junto a los personajes sin haber sido previamente invitado, será una constante en la serie.

La imagen del cubito derritiéndose entre sus dedos de fuego, es tremendamente evocadora, y suponemos que es un entretenimiento que ha repetido en varias ocasiones ya que conoce tan bien las sensaciones que produce. Experimenta un poder de transformar, gracias a su calor, algo aparentemente sólido, en pura agua que se escurre entre los dedos. Tal vez sea eso lo que consigue con los hombres, quienes no pueden evitar acercarse a la llama para luego salir quemados, malparados y huéspedes de lujo en el hotel del olvido.


lunes, 23 de abril de 2007

Medea (Fermín Cabal) (yIII)


MEDEA
¿Tan terrible te parece la muerte?
¡Morir, morir! ¡Como los griegos
tiemblas ante la muerte!
¿No ves que nuestro padre Helios,
el divino sol resplandeciente, muere ensangrentado
todas las tardes, y regresa sin tardanza
otra vez por la mañana?
¡La muerte no es sino un descanso,
el lugar, quizá, donde se realizan los sueños!
Descanse Glauce, y descanse Creonte,
y descansen mis hijos, criaturas inocentes,
pero ese Jasón, ese semental engreído,
no tendrá descanso. ¡Su sufrimiento
no ha hecho más que comenzar!
¡Aún no imagina lo que le espera!

NODRIZA
¿Tus hijos? ¿Qué descansen tus hijos, dices?
¡Ay, temo que estás tramando otra nueva iniquidad!

MEDEA
Mis hijos son el fruto de mi vientre
y a su madre se deben sin excusa.
Ellos me ayudaron a acabar con Glauce,
llevándole los arteros regalos,
y ahora me ayudarán a castigar a su padre,
hiriéndole en lo más profundo del corazón,
allí donde reposan los sentimientos.
¡Llorará Jasón, llorará sin cuenta, por los días
de sus días! Y como, a pesar de su apariencia
guerrera, es de ánimo indeciso,
su suplicio se prolongará inútilmente
hasta que un dios, apiadado,
le dé caritativa muerte,
al ver que su cobardía le impedía
acabar por su propia espada.

NODRIZA
¡Pero si algo les haces a esos niños,
desdichada, tú también llorarás!

MEDEA
Lloraré, sí, ya estoy llorando… Pero más habré
de llorar si les arrastro conmigo, pues los hijos
son un vínculo perenne entre los esposos.
Viéndoles crecer, yo veré crecer también a Jasón.
Viéndoles crecer, yo veré también crecer mi error.
Viéndoles crecer yo seré esclava de contradictorios
sentimientos, mientras Jasón, reposado,
ausente la preocupación de su cabeza,
sabiendo que sus vástagos están siendo educados,
olvidará a Glauce y a la demente Medea,
y encontrará consuelo en otra presa de su concupiscencia.
¡No!
Nodriza, es justo y necesario que ellos mueran
para que su madre quede libre y pueda volver
a sonreír dentro de un tiempo, aunque ahora
tenga que llorar sangre, y bilis, y las más
ásperas lágrimas. Pero, como el sacerdote
de nuestro culto, por la sangre saldré purificada.

NODRIZA
¡Oh, Medea, apiádate de esas criaturas!

MEDEA
¡Ni tú ni yo sabíamos, pero los dioses
han querido que nacieran muertos!
Preocúpate ahora de ti misma;
¿no ves que los corintios
obligados por las leyes de la venganza
no van a respetar tu vida?
¡Calla y apresúrate!

MEDEA
¡Ya basta llorón! ¿Quién es aquí la hembra?
¿Quién posee los atributos del varón?
Vuelve a tu casa e incinera a tus hijos,
tal como hacemos en la Cólquide,
antes de que los griegos acudan
a profanar sus cadáveres. Pobres cuerpecillos,
¡vuestra madre os va a echar de menos!
Pero toda esta desgracia tenía que suceder
para aplacar la muerte de mi hermano.
Yo traicioné a mi patria y a mi estirpe
por seguirte, Jasón, y contraje una enorme deuda.
Y hoy la estoy pagando toda entera.
Pero cuando pase el dolor, volveré
a ser virgen, como antes de conocerte,
y me será devuelto mi reino y mi inocencia.
¡Apártate ahora, Jasón, y envaina tu espada!
¡Ya viene el carro de Egeo
empujado por mi padre el sol!
¡Mirad! ¿Quién puede decir
que los dioses no me son propicios?
¡Oh, alma mía, es la hora de partir,
no desfallezcas! ¡Oh, padre sol, que el pueblo entero
sea testigo del poder de tu mano!

viernes, 20 de abril de 2007

Medea (Fermín Cabal) (II)

Oh, Padre Sol, Tú que con tus rayos sostienes
la apariencia e induces en los míseros mortales la ilusión
de cultivar sus cosechas, de engordar sus animales,
de recorrer los caminos como si llevaran a alguna parte,
Tú, que todo lo puedes porque tu materia incandescente
es la esencia última de la contingencia, ¡yo te invoco!
¡Retira tus rayos protectores y permite que se revele
el reino de las sombras y que los dioses funerarios
y en especial el ciego Caos escuchen mis conjuros!
¡Acude, Hécate, astro de la noche, y aplaca mi sed de
venganza!
He ceñido mi cabello con esta cinta que remeda
el contorno del pozo, su brocal,
porque el mundo es un pozo, un agujero oscuro
que se hunde en lo ignoto y del que se espera siempre
agua nutricia, pero que a menudo se seca y no ofrece sino
lodo,
ámbito de las culebras y los sapos, y ese pozo y su canal,
son también figura del tránsito que todos haremos
hacia la otra vida, no menos cierta que esta prisión
en la que nos arrastramos.
He cubierto mis hombros con ceniza, como es preceptivo,
y ya alzo la cuchilla que herirá mi brazo.
Mira mis venas desgarradas, como prenda ritual.
Oh, Hécate, mi sangre riega estas losas odiosas
que son testigo de mi desgracia,
y tiñe de rubor el rostro de sus caminos.
¡Que su sacrificio sea bastante
para que mis votos sean escuchados!
Mira esta prenda tejida por mi mano
durante todas las noches del pasado invierno.
Yo la hilé con sumo cuidado como ofrenda
de mi amor, de ese amor que ha sido escarnecido
por un vergonzoso adulterio. ¡Hazla tuya
y absorbe de esta hoguera,
altar sagrado ante el que oficio,
la fuerza destructora de sus llamas!
¡que como lenguas de un perro enloquecido
laman sin descanso las carnes de la infame
cuando, recibiéndola como un presente, se la vista!
¡Y que esta guirnalda de flores,
bellamente trenzada sobre una lámina de oro,
sea el cruel instrumento por cuyo medio
mi ira se vea aplacada!
¡Que los rayos de mi padre el Sol,
en ella reflejados,
incendien el tejido de este peplo finísimo,
la asfixien entre horribles chillidos
mientras el fuego derrite sus miembros
y sus cabellos se alzan flamígeros
como la antorcha de una boda!

jueves, 19 de abril de 2007

Medea (Arrebatos y delirios de una histérica furiosa en tierras de Corinto) Fermín Cabal (I)

¿Qué queréis de mí?
¿Qué me llamáis?
¡Aquí está Medea, la bruja, la hechicera,
aquí de frente a pesar de que el corazón apenas la sostiene!
¿Por qué huís, mujeres de Corinto?
¿Pensabais verla gemir, desfallecida en su alcoba,
lamentando la perfidia de ese hombre maldito,
de ese Jasón embustero por el que un día sacrificó
su honor y arriesgó su vida?
En la desgracia ajena hay siempre una victoria,
pero no os solazaréis con mi infortunio…
¡Un Dios sostiene a Medea, apiadado de su vergüenza,
y le presta su aliento para contestar vuestras chanzas…!
Insensatas, majaderas… De mí os burláis sin
comprender
que la desgracia aflige por igual a todas las mujeres.
Todas nos vemos sometidas al yugo conyugal,
Aguantando sobre los riñones el peso de la familia,
viendo nuestra carne comprada a cambio de una dote
y humillada nuestra alma al servicio
del deseo caprichoso de nuestros dueños.
¡Y todavía hay que oírles decir que nuestra suerte
es feliz, pues no tenemos que defender a la patria
en el campo de batalla!
¡Al menos ellos van al combate protegidos
por petos y rodelas!, pero nosotras, desgraciadas,
¿qué escudo tenemos cuando nuestro vientre
revienta como una granada madura?
Decidme, entonces, ¿a qué vienen esas chanzas,
esas murmuraciones? ¿No es mi desgracia trasunto
de la vuestra? ¿No presentís en mis lágrimas el dolor
que os acecha a la vuelta del camino?
¿Os empuja acaso mi condición de extranjera?
¿Mi falta de recursos, privada como estoy del amparo
de mis leyes, y de la protección de mi familia?
¿Lo encontráis gracioso? ¿Divertido?

miércoles, 18 de abril de 2007

Un hombre de suerte (José Luis Alonso de Santos)

Monólogo de Fernando


(Escenario vacío. Sale un actor de edad madura, con esmoquin y un abrigo encima, y se dirige al público)

Buenas noches, señoras y señores. Ya que por desgracia vamos a tener que pasar ustedes y yo un tiempo juntos voy a presentarme. Soy Fernando San Juan, actor de teatro retirado, retirado del teatro, quiero decir, natural de Melilla, aunque he vivido casi toda mi vida en Madrid, al lado de la Glorieta de Cuatro Caminos. Viudo, con dos hijos casados que viven su vida, a los que apenas veo. Uno está separado, y el otro a punto de separarse. Ya saben como son esas cosas. Hoy día nadie aguanta a nadie.

Pero a lo que íbamos. Les decía que soy actor de teatro retirado, aunque no tenga todavía edad para ese retiro, eso si los actores se retiran alguna vez por la edad. Les retira de la escena otras circunstancias de la vida, como a mí, y casi siempre son razones de tipo económico. Los que no tienen otras ganancias siguen encima de un escenario hasta que se mueren, aunque ellos digan que es porque les gusta, cosa que dudo. No sé qué le pueden encontrar a estar aquí, delante del público, aunque hay gustos para todo en la vida.

En mi caso, en cuanto pude salí disparado de este oficio del diablo, dispuesto a no volver a pisar en mis días un teatro, y a no ver más esos rostros en la oscuridad del patio de butacas, que esperan de mí algo que nunca quise darles: mi cariño, o mi interés por gustarles al menos. Ahora me dedico únicamente a hacer alguna grabación de vez en cuando en televisión. Comedias de situación, series y cosas así, sin importancia, que cuestan mucho menos esfuerzo y además no se está viendo la cara de los espectadores mientras lo haces, lo que es muy de agradecer. Del teatro
no quiero ni volver a hablar. No voy ni de espectador. Por eso creo que lo primero que he de hacer hoy ante ustedes, para no parece un mal educado, es aclararles que no estoy aquí por mi voluntad. Estoy sólo para cumplir un penoso deber. Así que no voy a intentar hacerles reír con mi actuación, ni hacerles llorar, ni hacerles pensar, ni hacerles nada de nada. Por lo tanto, que les guste a ustedes o no lo que haga aquí hoy, me trae sin cuidado. Siento no poder estar más simpático en estos momentos, pero es que además de odiar el teatro no me encuentro bien. Sí, ya sé que un actor no tiene derecho a salir a un escenario a quejarse. Pero si no me encuentro bien, no me encuentro bien. Y no me encuentro bien porque no duermo. Y por eso estoy aquí esta noche. A causa del maldito sueño. (Se quita el abrigo y lo entrega en un lateral del escenario.)

La culpa de todo la tiene Aniano Peña, un actor de mi compañía fallecido hace unos años. ¡Aniano! Vaya nombre para un actor. Se lo dije veinte veces que se lo cambiara. Ponte un nombre artístico que suene bien, hombre; que parezca inglés, o algo aristócrata, o al menos que se le quede al público. Imagínatelo en un programa al lado del papel de Hamlet, o Pedro Crespo, o Segismundo… Aniano Peña… “Eso de cambiarse los nombres es para los protagonistas, Don Fernando –me decía él-. Los secundarios con el nombre que Dios nos ha dado, nos vale”. Yo era el directo y primer actor de la compañía por aquel entonces. Algunos de ustedes puede que
hasta me recuerde. Los de más edad, porque lo dejé hace ya unos años. Los demás me conocerán por verme en las cosas que hago ahora para televisión.

Era buen actor, de los mejores, Aniano no, yo. Aniano era el peor actor que he visto en mi vida. Era de esos actores que llaman la atención en escena para mal: alto, desgarbado, y con pinta de aficionado. Le ponías de centinela con una lanza, al fondo del escenario, sin frase, sin moverse, sin nada, y se cargaba la escena. Esa y cualquiera en la que saliera. Una calamidad. Y su mujer igual. Tal para cual. Aniano Peña. Por él estoy aquí hoy, con ustedes. Por él y porque no duermo, que es lo mismo. El gran problema que tenía Aniano –además de llamarse así y de ser tan mal actor- era el ser un absoluto admirador mío. El gran problema para mí, quiero decir. No sé qué le había dado a ese hombre conmigo, que me adoraba. Veía cada una de mis interpretaciones entre cajas, con lágrimas en los ojos, y a veces hasta me aplaudía, desde el lateral, en medio de una actuación. “No lo pude evitar Don Fernando. ¡Es usted único!” ¡Aniano!

martes, 17 de abril de 2007

El ángel azul (Der blaue engel, Josef von Sternberg, 1930)

Esta película tiene una doble importancia. Por un lado fue la primera película sonora que se rodó en Alemania, después de que en 1927 se rodara en los Estados Unidos El cantor de jazz, que fue la obra que abrió el camino al cine sonoro. Por otro, supuso el lanzamiento de Marlene Dietrich como un símbolo viviente de la mujer seductora, absolutamente irresistible y también perversa, que sigue vivo aún después de su muerte acontecida en París en 1992.

Sternberg sería el culpable de que la Dietrich se convirtiera en diva, en un momento en el que la actriz y cantante llevaba a sus espaldas una docena de películas de escaso renombre, lo que la había llevado a pensar en abandonar el cine. Cuentan que la Dietrich cuando se presentó al casting de la película, lo hizo vestida con un ajustado vestido corto, medias negras sujetas con unas ligas perfectamente a la vista y coronado todo ello por un sombrero de copa, empezó a entonar las primeras notas de Enamorándome de nuevo y el mito empezó su desarrollo.


El ángel azul fue posible gracias a la insistencia de Emil Jannings, un reputado actor con una sólida carrera anterior (por la película La primera orden, 1928) había obtenido el primer Oscar otorgado a un actor), por supuesto en el cine mudo, quien logró convencer al productor Erich Pommer de los estudios UFA para contratar a von Sternberg y llevar adelante la adaptación de la novela de Heinrich Mann (hermano de Thomas Mann) Professor Unrat.

La historia cuenta como un profesor, Immanuel Rath, ya mayor se enamora de una cantante de cabaret, Lola Lola, después de que acudiera al cabaret en busca de sus alumnos para convencerles de que no cayeran en la tentación de acudir a sitios de tan dudosa moralidad. Ahí se inicia una relación que lleva al profesor hasta los sótanos más profundos de la degradación personal, de un enamoramiento tan irracional que no solo le lleva a casarse con la cantante, mucho más joven que él y de un irresistible atractivo físico, sino que también acabará actuando en el espectáculo.

Relación que sólo puede acabar en tragedia, y que en su desarrollo nos depara momentos absolutamente inolvidables, con unos personajes ambivalentes capaces de amar y de odiar al mismo tiempo los ambientes en los que se mueven, mientras un payaso observa en silencio como la tragedia se va gestando, con dos actores protagonistas que están a un nivel que impresiona.

Cada plano, cada detalle, cada palabra, cada silencio, cada mirada (cuando Lola y el profesor se miran, sobran las palabras, ya lo dicen todo, no es necesario que digan nada), le dan a esta película una plasticidad tremenda, muy deudora de los presupuestos del cine expresionista, que luego tanta influencia tendrán en el cine norteamericano de los años siguientes, al servicio de un guión que deja muy poco hueco al optimismo.


La historia de una cruel destrucción personal. Esa frase podría resumir de una forma muy genérica, el viaje que realiza el personaje del profesor que desde el mismo momento en el que entra en contacto con Lola Lola queda atrapado en la tela de araña de una joven muy bella, sabedora de que lo es, con una coquetería que hace creer a los hombres que puede ser una presa fácil, mientras que su casi anciano marido no puede evitar la dependencia emocional en relación a tan extraordinaria criatura por la que será capaz de perder la dignidad, su posición social y mucho más.

La tragedia de un hombre que busca su libertad rompiendo con los viejos esquemas constrenidores, y en esa búsqueda de la felicidad acabará por sufrir una cruel venganza del destino y de una sociedad que no le perdona esa renuncia a todo lo socialmente establecido, a lo que es de buen tono en una persona respetada como era en su vida anterior. Luego ya convertido en un auténtico pelele, hará un postrer viaje por unas calles opresivas, de sombras demasiado largas como para no pensar que van a alcanzarnos, mientras Lola canta a horcajadas sobre una silla y sonreír mientras recibe los aplausos del público.

lunes, 16 de abril de 2007

Las señoritas de Aviñón (Les demoiselles d’Avignon, Pablo Picasso, 1907)

Se está cumpliendo el primer centenario de este cuadro, uno de los de mayor impacto en toda la historia del arte occidental, y que fue y sigue siendo un referente cuando hablamos del arte contemporáneo, por cuanto se trata de una obra absolutamente revolucionaria, gestada en un momento de efervescencia artística y auténtico inicio de ese estilo que ha pasado a la historia con el nombre de cubismo.

Señoritas centenarias que se mantienen con la misma lozanía que en sus inicios, y que no parece que vaya a marchitarse, habida cuenta de los debates que se siguen manteniendo en cuanto a su significado y ante el carácter de hito fundamental para entender el desarrollo del arte contemporáneo.

Picasso pinta Las señoritas de Aviñón (óleo sobre lienzo, 243,9 x 233,7 cm, Nueva York, MoMA) entre la primavera y el verano de 1907 (el artista contaba entonces con 25 años), en un momento de crisis sentimental ya que estaba a punto de separarse de Fernande Olivier, que venía siendo la compañera sentimental del malagueño desde hacía unos años. Antes de llegar a realizar la pintura que hoy conocemos, Picasso hizo cientos de dibujos preparatorios, en los que aparecen multitud de figuras femeninas que presentan rasgos que las emparentan con modelos africanos y oceánicos, además de con la escultura íbera.

La composición primigenia incluía cinco mujeres y dos hombres, los cuales desaparecerían en la versión definitiva. Las figuras masculinas iban a ser un marinero y un estudiante con una calavera en la mano, mostrando una convivencia total y absoluta entre las ideas del placer y de la muerte. Esas figuras desaparecen a favor de las cinco mujeres que muestran con total desinhibición sus cuerpos a los posibles clientes, siguiendo un esquema que mucho que ver con las Bañistas de Cézanne (imagen 2) o la obra de Matisse Lujo, calma y voluptuosidad (imágen 3).
Al ver el cuadro tenemos la sensación de que estas mujeres están recibiendo a alguien, que alguna persona, probablemente un varón, ha llegado y muestran sus cuerpos como producto de consumo, generándose una triple presencia, con la única real de las mujeres, el posible cliente que muy bien puede coincidir con el espectador o no. En este último caso nosotros quedaríamos convertidos en una especie de voyeurs sin pretenderlo.

La obra fue tan rompedora en su momento que ni siquiera el que luego será el gran marchante de los cubistas, Daniel Henry Kanhweiler, la supo apreciar. Se trata de una composición contundente, casi brutal de un asunto que no era la primera vez que se veía en el arte occidental, pues cuadros representando a prostitutas que se ofrecen a su cliente ya se habían pintado muchos, pero Picasso logra hacer un cuadro totalmente perturbador, agresivo y provocador.

Aparecen cinco mujeres de tonos rosáceos enmarcadas por unas cortinas, tres de las cuales, las de la izquierda recuerdan modelos íberos, mientras que las otras dos tienen unos rostros claramente derivados de las máscaras africanas. Sus cuerpos no tienen redondeces, sino que priman los ángulos agudos, las aristas, una dura geometría A sus pies un frutero que muestra una sexualidad elocuente en la porción de sandía, unas uvas testiculares, una manzana y una pera. Bodegón en el que se pueden rastrear la influencia de Cézanne.

La relación que mantienen las figuras con el espacio en el que se enmarcan también es profundamente novedosa, ya que rompe de forma total con la herencia de la representación tridimensional heredada del Renacimiento. Aquí todo se rompe en planos, los elementos de la composición están aplanados, apenas si hay sensación de profundidad, que si bien origina deformación, al mismo tiempo se mantiene dentro de un esquema todavía figurativo.

viernes, 13 de abril de 2007

El expreso de Shanghai (Shanghai Express, Josef von Sternberg, 1932)

Un auténtico lujo. Así se podría definir en pocas palabras la posibilidad que nos dio a los aficionados al buen cine la entidad bancaria Cajastur, con la proyección de El expreso de Shanghai, una más que aclamada película del dúo que formaron Dietrich y von Sternberg, y del que saldrían un puñado de películas absolutamente memorables.

La relación artística entre el director y la diva, porque la Dietrich siempre fue algo más que una actriz, se había iniciado un par de años antes con El ángel azul, película con la que von Sternberg descubre para el cine a Marlene, un film que arrolló en Alemania y después de la cual el director de origen austriaco volvería para continuar su carrera en Hollywood llevándose bajo el brazo a la que se convertiría en la estrella más rutilante del director.

El expreso de Shanghai se desarrolla en el ambiente agitado de una China en plena guerra civil, y en un tren que tarda cuatro días en hacer el recorrido entre la capital del país y la localidad costera cuyo nombre se refleja en el título. En ese tren se dan cita toda clase de personajes variopintos, de unos tipos similares a los que John Ford reuniría en esa obra absolutamente maestra que es La diligencia (1939). Personajes en fuga que buscan ponerse a salvo en el puerto de Shanghai donde les presumimos mayores facilidades para huir del país.

Aventureros que no son lo que parecen, adalides de la moral, apostadores natos, ancianitas que bajo su apariencia respetable no terminan de ser de fiar, militares con uniformes que no les pertenecen, espías, soldados, cocineros charlatanes y dos mujeres de belleza extraordinaria, son algunos de los personajes que coinciden en el ambiente opresivo de un tren que nadie tiene la certeza de que vaya a poder rendir viaje en la estación de Shanghai.

La casualidad hace que coincidan como pasajeros el doctor militar británico Donald Harvey (Clive Brook) y Shanghai Lily (Marlene Dietrich), quienes habían estado prometidos cinco años atrás y que por un malentendido y un exceso de orgullo por las dos partes, vieron como su relación se rompía. El reencuentro reavivará el antiguo fuego, no sin tener que pasar antes por todo tipo de vicisitudes hechas de rencores, reproches mutuos, desconfianza, pero siempre con la fuerza del amor palpitando debajo de cada palabra, cada mirada, cada silencio, cada gesto.

Recordamos el momento en el que Magdalen, auténtico nombre de Shanghai Lily y por el que siempre la llama Donald por lo menos en los momentos de tregua entre ellos, le pide que le diga la hora, dato que no le importa lo más mínimo, pero que le sirve para comprobar como él sigue conservando el reloj que ella le regaló con su fotografía cinco años atrás. Ahora ella sabe que él no la ha podido olvidar, pero ella a él tampoco. Se han intentado olvidar mutuamente, pero ha sido imposible, ni los largos viajes de él, ni los hombres que ha conocido ella han podido borrar el recuerdo de aquella pasión.

Todo el dominio que von Sternberg tenía de la fotografía y de la iluminación, los pone aquí al servicio de su diva, que aparece en todo momento rodeada de un halo de glamour imborrable. Eso se ve muy claramente en un momento determinado en el que Shanghai Lily, después de una discusión con Donald, está en su compartimiento y con la cabeza ligeramente hacia arriba, fuma un cigarrillo, mientras la luz ilumina su rostro entre las veladuras del humo, lo que genera un instante de enorme belleza, acentuada por lo efímero del plano.

Esta película fue el mayor éxito cosechado por el tandem director-actriz, y se llevaría el Oscar a la mejor fotografía, además de estar nominada en los apartados de mejor película y mejor director.

"Hizo falta más de un hombre para que cambiara mi nombre por el de… Shanghai Lily".


jueves, 12 de abril de 2007

Blade Runner (Ridley Scott, 1982)

"A comienzos del siglo XXI, la Corporación Tyrell llegó a la fase Nexus en la fabricación de robots, con un ser casi idéntico al hombre, conocido como replicante. Los replicantes Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad, y al menos iguales en inteligencia, a los ingenieros genéticos que los crearon.
Los replicantes fueron utilizados fuera de la Tierra como esclavos en la peligrosa exploración y colonización de otros planetas.
Tras el sangriento motín de un grupo de combate de Nexus 6 en una colonia, los replicantes se declararon proscritos en la Tierra bajo pena de muerte.
Brigadas especiales de policía, las unidades de Blade Runners, debían disparar a matar a cualquier replicante que encontraran en la Tierra. A esto no se le llamaba ejecución, sino retiro."

Así comienza esta película dirigida por Ridley Scott, que el próximo mes de junio cumplirá sus primeros 25 años, ya que fue estrenada en más de 1.200 salas un 25 de junio de 1982. Ese prólogo de la película ya nos acerca, siquiera de lejos, a la enorme complejidad que se esconde bajo una historia que se podría definir como un thriller futurista, basado en la novela Do androids dream of electric sheeps? (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) de Philip K. Dick, quien falleció antes de poder ver la película terminada. Una década más tarde, Scott estrenaría su versión, en la que con pequeñísimos cambios modificó sustancialmente la historia.

Un guión que se desarrolla en una ciudad de Los Ángeles que nada tiene que ver con la que aparece reflejada en otras películas, en las que vemos una ciudad radiante, luminosa, de espacios abiertos, y aparentemente idílica. Aquí es sustituida por una mole de metal, de calles opresivas en las que siempre está lloviendo, triste, gris, por las que se mueven unos seres que apenas si son sombras de seres humanos, en un universo hostil que mantiene la libertad en unos límites de control difícilmente soportables.

Ciudad de calles tenebrosas, edificios ruinosos, en los que las sombras cobran una corporeidad casi hipnótica, reflejo de un planeta en completa descomposición que anima a sus habitantes a irse a las colonias exteriores, en un mundo sin futuro y sin identidad.

Precisamente el problema de la identidad, es uno de los aspectos abiertos a la reflexión que ofrece esta inquietante película. Una identidad que se construye de recuerdos, propios o ajenos, adquiridos o aprendidos a lo largo de una vida y que es lo que se supone que diferencia a los humanos de sus replicantes, de esos seres más humanos que el hombre, siempre aferrados a sus fotografías en un intento de autoafirmación y de aferrarse a unos recuerdos que saben que no les pertenecen pero que les permiten mantener a ficción de su humanidad.
Seres creados por otros seres, los autodefinidos como humanos, por medio de una tecnología puesta al servicio del egoísmo, capaz de crear seres vivos para enviarlos a la muerte, a lugares extremos, a los confines más alejados del universo y que cuando plantean sus derechos se les "retira". El debate entre biotecnología y ética está servido, en un mundo, el de la película, en el que todos los límites se han superado y el hombre, representado en la figura de Tyrell, asume el papel de Creador, de Gran Artífice dueño de la vida y de la muerte, porque también dota a sus criaturas de un reloj biológico que corre con enorme rapidez.

Una película que obliga a reflexionar, en definitiva, sobre la necesidad de trascendencia que tenemos los humanos, y la de encontrar un sentido a nuestra esencia y a nuestra existencia, acerca de qué es lo que nos hace humanos. En resumen las tres eternas preguntas: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?

Blade Runner

- Cree que nuestro trabajo no beneficia al pueblo.
- Los replicantes son máquinas. Pueden ser un bien o un peligro. Si son buenos, no son asunto mío.
- ¿Puedo preguntarle algo?
- Claro.
- ¿Ha "retirado" a algún humano por error?
- No.
- Dada su posición, es un riesgo.

Deckard (harrison Ford) y Rachael (Sean Young)

- Es una replicante ¿no?
- Estoy impresionado.
- ¿Cuántas preguntas necesita para detectar uno?
- No lo entiendo.
- ¿Cuántas?
- 20 ó 30 relacionadas.
- Con Rachael ha necesitado 100 ¿no?
- ¿Lo sabe ella?
- Creo que empieza a sospecharlo.
- ¿Cómo puede no saberlo?
- En Tyrell, nuestro objetivo es el comercio. El lema: "Más humano que el hombre". Rachale es un experimento. Empezamos a observar en ellos una extraña obsesión. Después de todo, no tienen experiencia emocional. En pocos años acumulan experiencias que usted y yo damos por supuestas. Si les dotamos de un pasado, creamos un apoyo para sus emociones y los controlamos mejor.
- Recuerdos. ¡Está hablando de recuerdos!

Deckard (Harrison Ford) y Tyrell (Joe Turkel)

- Quería verle. Así que esperé. (A él se le cae la tarjeta-llave) Déjeme ayudarle.
- No necesito ayuda.
- No sé por qué le dijo eso.
- Pregúnteselo a él.
- No me recibe.
- ¿Una copa? ¿No?
- Cree que soy una replicante ¿no? Mire (le enseña una foto) Soy yo con mi madre.
- ¿Sí? ¿Recuerda que a los seis años usted y su hermano entraron en un edificio vacío por la ventana del sótano? ¿Jugaron a los médicos? Él le enseñó su sexo, pero usted se acobardó y echó a correr. ¿Lo recuerda? ¿Se lo contó a su madre? ¿A Tyrell? ¿A alguien? ¿Y recuerda la araña junto a su ventana? ¿Naranja, con patas verdes? ¿La vio tejer una tela? Un día apareció un huevo en ella. Eclosionó.
- Eclosionó…
- ¿Y?
- …y salieron de él 100 arañitas. Y se la comieron.
- Son implantes. No son sus recuerdos. Son de otra persona. De la sobrina de Tyrell. Era una broma. Una broma pesada. No es una replicante. Váyase a casa. De verdad. Lo siento. Váyase a casa.

Deckard (Harrison Ford) y Rachael (Sean Young)

- ¿Estás temblando? Yo también. Tiemblo mucho. Es parte del trabajo.
- Yo no hago ese trabajo. Yo soy ese trabajo. ¿Y si huyera al Norte? Si desapareciera… ¿me perseguirías? ¿Me darías caza?
- No, no lo haría. Te debo un favor. Pero lo haría otro.
- ¿Deckard? La ficha con mis datos… Inicio, longevidad. Esas cosas… ¿la has visto?
- Es confidencial.
- Pero tú eres policía.
- No, no la he visto.
- Esa prueba Voight-Kampff, ¿te la has hecho alguna vez?

Deckard y Rachael

- Me sorprende que no vinieras antes.
- Es duro conocer a tu creador.
- ¿Qué puedo hacer por ti?
- ¿Puede el creador reparar su obra?
- ¿Quieres ser modificado?
- Pensaba en algo más radical.
- ¿Qué…? ¿Qué te preocupa?
- La muerte.
- ¿La muerte? Eso está fuera de mi jurisdicción.
- Quiero vivir más, cabrón.
- La vida es así. Alterar el desarrollo de un sistema orgánico es fatal.

Tyrell y Roy Batty

He visto cosas que vosotros no podríais creer. Naves de ataque ardiendo más allá de Orión. He visto rayos C brillando cerca de la Puerta de Tanhaüser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Roy Batty (Rutger Hauer) y Deckard (Harrison Ford)

miércoles, 11 de abril de 2007

Sol LeWitt

"Los artistas conceptuales son más místicos que racionalistas. Llegan a conclusiones que la lógica no permite alcanzar."

Los medios de comunicación se hacían eco ayer del fallecimiento del pintor norteamericano Sol LeWitt (Hartford, Connecticut, 1928), el pasado domingo en la ciudad de Nueva York cuando contaba 79 años de edad.

Fundamentalmente escultor y grabador, se le consideraba como uno de los fundadores y máximos exponentes tanto del minimalismo como del arte conceptual y, por ello, uno de los más importantes artistas de la segunda mitad del siglo XX.

Sol LeWitt fue uno de los artistas que formó parte de la primera exposición importante que se celebró en Europa en torno al arte minimalista. Exposición itinerante que recorrió las ciudades de La Haya, Düsseldorf y Berlín entre 1968 y 1969, en unos años en los que alegremente se había decretado la muerte de la pintura, de ahí que los elegidos para esa muestra fueran todos escultores.

El proceso creativo de LeWitt le llevaba a primar el trabajo intelectual, la gestación de la idea, por encima de la creación física de la obra, la cual no dudaba en dejar en manos de sus ayudantes, ya que consideraba que una vez que la idea ha tomado cuerpo en la mente del artista y está definida claramente la ejecución final de la misma, la ejecución material se puede hacer a ciegas.

Eso ocurrió con sus Dibujos murales, dibujos muy simples, lineales, en blanco y negro dispuestos para formar horizontales, verticales o diagonales de 45 grados de inclinación, dispuestos de tal forma que adquieren densidad sobre la superficie que les da el apoyo, y que luego traslada a la pared donde serán expuestos de forma directa, apropiándose de la superficie preexistente que pasa así a formar parte de la obra adquiriendo una nueva naturaleza.

En su escultura la preocupación por captar las sensaciones ópticas es una constante, aunque manteniendo un distanciamiento que, en ocasiones, puede llegar a confundirse con frialdad, dentro de una sencillez y depuración formal al servicio siempre del concepto. De ahí su predilección por los cuadrados, primero, y por otras formas igualmente primarias, después, seriadas, en módulos abiertos o cerrados que necesitan de la complicidad del espectador para poner un cierto orden en algo que puede provocar una sensación óptica irregular, en un proceso casi de reconstrucción que convierte al sistema en algo reconocible.

"La idea se convierte en una máquina que crea arte. Este tipo de arte no es teórico ni ilustra teoría alguna: es intuitivo, está implicado en todos los procesos mentales y no tiene ningún objetivo concreto."

martes, 10 de abril de 2007

Raymond Carver (I)

Último fragmento

¿Y conseguiste lo que
querías en esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado sobre la tierra.


Dos mundos

En el aire denso
con olor a azafrán,

sensual olor a azafrán,
veo desaparecer un sol limón,

un mar que cambia de azul
a negro aceituna.

Miro el relámpago que brinca desde Asia como
dormido,

mi amor se revuelve y respira y
se vuelve a dormir,

parte de este mundo y, sin embargo,
parte de aquél.


La pequeña habitación

Era un buen ajuste de cuentas.
Palabras arrojadas como piedras contra las ventanas.
Ella gritaba y gritaba, como el ángel del juicio final.

Entonces apareció el sol de repente adensado
el cielo de la mañana.
En el silencio repentino, la pequeña habitación
resultaba extrañamente vacía mientras él secaba las lágrimas.
Se parecía a todas las demás habitaciones pequeñas de la tierra
en las que la luz encuentra dificultades para entrar.

Habitaciones en las que la gente se grita y se hiere.
Y luego siente pena, y soledad.
Incertidumbre. La necesidad de amparo.


Donde hayan vivido

Fuera donde fuera, aquel día andaba
por su propio pasado. Dando puntapiés a jirones
de recuerdos. Mirando las ventanas
que no hace mucho le habían pertenecido.
Trabajo, miseria y pocos cambios.
En aquella época vivían para sus deseos,
decididos a ser invencibles.
Nada les detendría. Al menos
durante muchísimo tiempo.

En la habitación del motel
aquella noche, de madrugada,
abrió una cortina. Vio nubes
cubriendo la luna. Se apoyó
en el cristal. Le traspasó un aire frío
que puso la mano sobre su corazón.
Te amé, pensó.
Te he amado mucho.
Hasta que se me acabó el amor.

lunes, 9 de abril de 2007

Asesinos natos (Natural born killers, Oliver Stone, 1994)


Esta película es mucho más que una historia hiperviolenta, que también lo es. Es una de los largometrajes más impactantes de la historia de cine, en cuyo rodaje se utilizaron hasta 18 formatos diferentes (incluidos los dibujos animados), 3.000 cortes y rodada en un tiempo record de 56 días. El guión es del Quentin Tarantino.

Debajo de esa apariencia real de violencia desatada, irracional, desapasionada, sin sentido, se esconde una muy profunda reflexión sobre las sociedades contemporáneas que vamos construyendo entre todos, y en las que la violencia es un ingrediente con el que convivimos todos los días, que ya forma parte de nuestro paisaje habitual y que, en muchas ocasiones, llegamos a justificar o glorificar, algo en lo que los medios de comunicación tienen mucho que decir, sin olvidarnos del papel que cumple la familia y la educación en todo ello.

Esos son algunos de los parámetros en lo que se mueve la sangrienta historia de Mickey (Woody Harrelson) y Mallory (Juliette Lewis), unos modernos Bonny y Clyde, procedentes de sendas familias en las que la violencia y los abusos sexuales son unas constantes. Con ese contexto previo no extraña la pulsión asesina de estos dos personajes, con lo que el director pone su primer punto de atención en el núcleo familiar, lugar en el que se producen nuestros primeros aprendizajes inconscientes. De entornos violentos tan solo pueden salir conductas violentas, podría ser el primer axioma que fija Oliver Stone en esta película. ¿La violencia es aprendida o innata?


Stone pone a sus personajes en el filo de un siglo, el XX, que fue el siglo más violento de la historia de la humanidad, en el que se ha establecido el genocidio como práctica sistemática desde las sangrientas batallas de la Primera Guerra Mundial, a los terribles bombardeos y los campos de concentración de la segunda, hasta llegar a las matanzas en las guerras que desangraron a la antigua Yugoslavia, o las represiones de las dictaduras sudamericanas, por citar sólo algunos ejemplos. Violencia ejercida no sólo con nuestros congéneres, sino extendida al medio en el que vivimos con tal intensidad que hasta somos capaces a modificar las condiciones naturales de nuestro entorno hasta llegar a provocar un cambio climático en el planeta.

Además, Mickey y Mallory se inscriben dentro de una sociedad como la norteamericana en la que algunos de los héroes del imaginario popular bien lo son por haber masacrado con enorme perseverancia y éxito a las poblaciones indias o son delincuentes o asesinos en serie, y con unos grados de violencia que dejan pequeños a los protagonistas de una película que se dice que es la más experimental de la historia.

También el papel que desempeñan los medios de comunicación se pone bajo el punto de mira de la sátira que contiene Asesinos natos. Son ellos los que convierten a vulgares delincuentes en héroes, en ejemplos a seguir especialmente por los más jóvenes, mostrando una cara atractiva de la violencia en una espiral que se retroalimenta a sí misma. Todo en medio de una audiencia fascinada por la violencia que la consume por televisión y que no la termina por ver real, casi como si fuera algo lejano que les ocurre a otros pero que a nosotros, espectadores pasivos, no nos va a tocar nunca.

Aquí los medios están representados por el presentador de televisión Wayne Gayle (Robert Downey Jr.), un personaje que sucumbirá al olor de la sangre ajena y capaz de hacer lo que sea por asegurarse la audiencia, mientras que Jack Scagnetti (Tom Sizemore) es el policía encargado de la busca y captura de la pareja de asesinos, y que es tanto o más violento que ellos (estrangula a una joven prostituta por placer), porque la violencia injustificada también está en el lado de los que se supone que están para proteger a los ciudadanos. Dwight MacKluskey, un genial Tomy Lee Jones, alcaide de la prisión, no duda en planear la muerte "accidental" de Mickey y Mallory, junto con Scagnetti.

En la prisión se produce la catarsis de violencia final en una escena de gran impacto visual y emocional, en una película torturada y torturadora como el alma de sus protagonistas. Tan oscura como la noche y donde el demonio de la violencia que todos llevamos dentro, cabalga con un libertad desbocada.

Asesinos natos

- ¿Quién eres?
- Mickey, y ¿tú?
- Soy Mallory.
- Deberías llamarte Bella.
- ¿Tu comes mucha carne, Mallory?
- Podría comerla.
- ¿Siempre te vistes así o estabas esperándome a mí?
- ¿Porqué iba a vestirme así para alguien que no conozco?
- A lo mejor te lo pidió algo en tu interior. Ya sabes, el destino ¿Crees en el destino, Mallory?
- Tal vez.
- No pareces feliz ¿Quieres dar un paseo y hablar?

Mickey (Woody Harrelson) y Mallory (Juliette Lewis)



- Dime ¿cómo eres capaz de hacer eso?
- ¿Inocente? ¿Quién es inocente, Wayne?
- Soy inocente, en efecto. De asesinato, desde luego.
- Es sólo un asesinato. Todas las criaturas lo hacen de una forma u otra, pero… mira la selva, una especie mata a otra especie, nuestra especie mata a todas las especies incluida la selva, y lo llaman industria, no asesinato. Conozco a gente que se merece morir. Todo el mundo tiene algo en su pasado, algún pecado, algún horrible secreto. Mucha gente que anda por ahí ya está muerta, sólo hay que sacarla de su miseria y yo soy el mensajero del destino.

Wayne Gale (Robert Downey junior) y Mickey (Woody Harrelson)



Todo el mundo lleva un demonio dentro ¿vale? Vive aquí, en nuestro interior. Se alimenta de tu odio, asesina, viola, mata, usa tu debilidad, tus miedos, sólo los crueles sobreviven. Todos sabemos que somos basura, que no podemos ser libres. Con el tiempo te vuelves malo.

Mickey

No lo entenderás nunca, Wayne. Tú y yo no somos de la misma especie. Yo era como tú, pero evolucioné. Para tu mentalidad eres un hombre. Para mí eres un simio. Ni siquiera un simio, perteneces a los medios. Los medios son como el clima pero un clima hecho por el hombre. ¿Crimen? Es puro. Los medios lo han hecho impuro, ofrecéis violencia, vendéis miedo. Tú dices: ¿por qué? Yo digo: ¿por qué no?

Mickey



- ¿Sabes lo que te digo? Yo digo que nunca vamos a volver a esas celdas. Salgamos de aquí. Busquemos las estrellas, atravesemos la lluvia de balas y cuando muramos, entonces seremos libres.
- Eso es poesía, pero sólo moriremos si no hay más remedio.

Mallory y Mickey



- Venga, no disparéis. No disparéis, por favor. Durante la fuga sentí como se creaba un vínculo entre nosotros.
- No, no es verdad. Eres escoria, Wayne. Sólo querías audiencia. Te la trae floja lo que le pase a cualquiera que no seas tú mismo. Por eso a nadie le importas tú, por eso no despegaron los helicópteros.
- Espera hipócrita. ¿Ya no te acuerdas del indio? Dijiste que no matarías más, que el amor vence al demonio.
- Lo dije y lo mantengo. Pero es que tú vas a ser el último.
- No me mates tío, no me mates.
- No tengo nada contra ti, egocéntrico. Me caes bien, tío.
- Noooo.
- Pero si te dejamos marchar seríamos como todos los demás. Matarte a ti y a lo que representas es una… declaración. No sé exactamente lo que quiere decir, pero… ya sabes, Frankenstein mató al doctor Frankenstein.
- Noooo.
- Wayne, ten un poco de dignidad.
- Vale, soy un maldito parásito. La vida es cruel. Nadie dijo que fuese fácil. Desde el día en que matasteis nos pertenecéis al público, a los medios. Es la realidad y estamos casados ¿no? La cuestión es: ¿qué hacemos ahora? Hagamos algo a lo Salman Rushdie ¿de acuerdo? Libros, entrevistas, no nos escondemos, aparecemos, los despistamos, huimos. Saldremos con Ophra, con Donaghue. ¿Tenéis idea de lo grandes que podríamos ser?
- Vamos a ponerle música, Colorado.
- Espera, espera, espera. Mickey y Mallory ¿no dejan siempre vivo a alguien para que cuente su historia?
- Sí, señor. Tu cámara.
- De acuerdo.

Mickey y Wayne

miércoles, 4 de abril de 2007

Palabras para mujeres

Factoría Norte es un grupo gijonés especializado en teatro infantil, categoría en la que logró el premio principal en una de las ediciones de la mejor feria de teatro infantil de España, como es FETEN y que se celebra todos los años en Gijón.

En este caso, el grupo deja de lado esa línea, para ofrecer un espectáculo para público juvenil y adulto que lleva por título Palabras para mujeres, en el que nos ofrece una serie de textos en los que la mujer es la protagonista principal, más concretamente, las situaciones de opresión de diverso tipo que soporta en diferentes culturas y lugares.

Mujeres que luchan por su libertad individual y colectiva, por el derecho a decidir sobre cómo vestirse o sobre su propio placer, por ser respetadas como lo que son, como seres humanos que sienten y padecen, y librarse del papel tradicional que las condenaba (en ocasiones todavía las condena) a ser dependientes de un hombre y a ser ama de casa hacendosa y reposo del "guerrero".

Ese es mensaje de fondo del que al final del espectáculo se nos quiere hacer transmisores a los espectadores, se nos pide que todos contemos esas historias u otras similares para que todos nos impliquemos en esa tarea absolutamente necesaria. Sin embargo, el espectáculo naufraga a lo largo de los 50 minutos que dura el monólogo de Olga Cuervo, quien en ocasiones se dirige a los espectadores como si fuéramos niños (probable reminiscencia de los trabajos anteriores del grupo), con una interpretación plana apoyada en una gesticulación fallida más propia de un público infantil que de uno adulto.

Una vez más, y ya son demasiadas las veces que se ve esto sobre un escenario, para suscitar la complicidad y la risa del público, se recurre a un tratamiento zafio y facilón del sexo con la utilización del estereotipo de ama de casa sin muchas luces que, gracias a un profesor particular de inglés, descubre los secretos que se ocultan detrás de la palabra orgasmo. Otra vez humor del tipo caca, culo, pedo, pis que, sin embargo, sigue logrando su efecto entre una parte del público.

La protagonista está acompañada en el escenario por el músico Eduardo Espina, quien pone el fondo musical a las palabra de la actriz, destacando un tema que podríamos considerar central con ecos al Michael Nyman de la película El Piano, y que acaba por convertirse en lo mejor del espectáculo.

La dramaturgia y la dirección son de Carmen Gallo y Olga Cuervo.

martes, 3 de abril de 2007

Days of glory (Indigènes, Rachid Bouchareb, 2006)

Una sencilla película bélica. Así me atrevería a resumir el contenido de esta premiada coproducción marroquí, francesa, belga y argelina, en la que se nos cuenta la historia de un olvido. El que sufrieron las tropas coloniales francesas que lucharon por la liberación de una patria que no era la suya y a la que ni siquiera conocían, durante la Segunda Guerra Mundial.

Película sencilla desde distintos puntos de vista, pero no por ello menos interesante, al margen de un final claudicante que está a punto de estropear todos los minutos anteriores. Lo que cuenta y la forma que tiene de contarlo huye de todo alarde espectacular, no busca que el espectador sufra con los protagonistas las agonías propias de una guerra con grandes batallas y mostrándonos la miseria tan de cerca que parece que nos va a salpicar la sangre a la cara.

Aquí los miedos, las angustias, se nos muestran en pequeñas conversaciones, en esporádicos estallidos de violencia que termina por ser contenida, pequeños descubrimientos que nos hacen entender las motivaciones de algunos personajes para actuar de la manera que lo hacen. Tampoco las escenas bélicas son tremendas, sino que se mueven dentro de un terreno casi tan austero como la aridez de la colina en la que reciben el bautismo de fuego.

Tropas coloniales marroquíes y argelinas, que después de foguearse en Italia, pasan a luchar en Francia, el suelo de una metrópoli al fin desagradecida, capaz de ignorar el sufrimiento de los que mueren por ella tan solo por el hecho de venir de lugares lejanos, de colonias donde los hombres sólo son buenos para morir pero no para recibir agasajos o merecidas recompensas, llevándose a cambio el desprecio y el olvido.

lunes, 2 de abril de 2007

Diario de un escándalo (Notes on a scandal, Richard Eyre, 2006)

Esta película nos depara uno de esos duelos interpretativos intensos, descarnados que terminan por quedar en la mente de los espectadores, de la mano de Judi Dench y Cate Blanchett. Un duelo de esos que rompen la pantalla y que te dejan pegado a la butaca en tensa espera para ver como se resuelve, en un intenso combate dialéctico y de personalidades en el que podríamos dar como vencedora a los puntos, a la veterana Judi Dench, aunque después de haber visto a Cate Blanchett en El buen alemán no se puede por menos que alabar este trabajo en el que demuestra que hay vida más allá de los desastres.

Thriller psicológico contemporáneo, en el que dos maestras de una escuela de barrio londinense, inician una relación que termina por convertirse en enfermiza, opresiva, compulsiva, agitada en un mar de secretos inconfesables, instintos reprimidos e irreprimibles, de sexo inconfesado y furtivo, de traiciones que se sienten como tal cuando no lo son, de chantajes emocionales y de elecciones. Todo ello genera una extraordinaria tensión dramática y sexual.

Judi Dench da vida a una más que veterana profesora, Barbara Covett, autoritaria y capaz de imponer su autoridad a una masa de adolescentes exaltados, solterona e incapaz de asumir su verdadera naturaleza, que tiene la costumbre de escribir los acontecimientos de su vida en un diario en el que destripa con una crudeza absoluta y una fría crueldad, las vidas ajenas.

Sheba Hart, personaje que interpreta Cate Blanchett, es, por el contrario, una joven artista casada con un hombre mayor que ella y con dos hijos, uno con síndrome de Down, que se mete a profesora para verse desbordada absolutamente por sus alumnos hasta que Barbara acuda en su ayuda y se inicie una relación en principio de amistad, pero que irá degenerando con el paso de los minutos hasta convertirse en un callejón sin salida donde el chantaje, la mentira y la manipulación sentimental será una constante hasta que se produzca el desenlace final.

Pasiones humanas que nos colocan en los dos lados de la balanza, con sentimientos de adhesión o de condena hacia unas protagonistas que viven en realidades diametralmente opuestas en una trama de doble seducción que explotará en medio del odio, el rencor provocando toda una serie de "daños colaterales" en medio de las ruinas emocionales.

Todo ello aderezado con una excelente banda sonora que firma Philip Glass.