miércoles, 30 de enero de 2008

Cultura y simulacro (Jean Baudrillard, 1978. Editorial Kairós, 2005)

El pasado año 2007, moría a los 77 años el filósofo francés Jean Baudrillard (Reims, 1929 – París, 2007), uno de esos pensadores de enorme potencia con enorme capacidad para que sus opiniones levantaran polvaredas de polémica entre sus defensores y detractores. El arte, la sociedad, la cultura, la política, son algunos de los temas que trata en sus obras, y también los que se recogen en Cultura y simulacro, libro en el que se reúnen algunos de sus ensayos como son: A la sombra de las mayorías silenciosas, El efecto Beaubourg, La Precesión de los simulacros y El fin de lo social.

Disneylandia es presentada como imaginaria con la finalidad de hacer creer que el resto es real, mientras que cuanto la rodea, Los Ángeles, América entera, no es ya real, sino perteneciente al orden de lo hiperreal y de la simulación. No se trata de una interpretación falsa de la realidad (la ideología), sino de ocultar que la realidad ya no es la realidad y, por tanto, de salvar el principio de realidad. (La precesión de los simulacros)


Para Baudrillard en el mundo que nos ha tocado vivir la realidad ha sido sustituida por una hiperrealidad, en la que la historia no existe ya que nos movemos en un simulacro de realidad, diríamos en una realidad virtual en la que los referentes reales no existen y sólo tenemos la ilusión de su existencia, y en ello el papel de los medios de comunicación es fundamental, por la contribución decisiva que tienen en esa sustitución de una realidad real por otra ilusoria.

Estamos en un mundo en el que la representación de la realidad ya ha superado al referente en el que estaba su razón de ser, sin que esa realidad virtual signifique artificialidad o imitación de la realidad, sino que es un simulacro, un nuevo mapa topográfico de ese entorno que nosotros percibimos falsamente como real, mientras el ruido continuo que se genera a nuestro alrededor desde distintos ámbitos (mediáticos, políticos, culturales…) es lo que nos impide darnos cuenta de esa situación para seguir inmersos en una realidad simulada.

Antaño, el rey debía morir (también el dios) y en ello residía su fuerza. En la actualidad, el líder se afana miserablemente en la comedia de su muerte a fin de preservar la gracia del poder. Sin embargo, esta gracia se ha perdido ya.
Buscar sangre fresca en la propia muerte, relanzar el ciclo a través del espejo de la crisis, de la negatividad y del antipoder, es la única solución-coartada de todo poder, de toda institución que intente romper el círculo vicioso de su irresponsabilidad y de su inexistencia fundamental, de su estar de vuelta y de su estar ya muerto.
(La precesión de los simulacros)

Ese pensamiento le llevó a negar que la primera guerra del Golfo no fue algo real para la gran mayoría de personas, ya que mientras los combates fueron reales para los que estuvieron involucrados de forma directa en ellos, para el resto, para los que la siguieron por televisión (se llegó a decir que fue la primera guerra transmitida en directo) lo que vivieron fue una simulación de esa realidad, una realidad virtual.

Ese silencio es insoportable. Es la incógnita de la ecuación política, la incógnita que anula todas las ecuaciones políticas. Todo el mundo le pregunta, pero jamás en tanto que silencio, siempre para hacerla hablar. Ahora bien, el poder de inercia de las masas es insondable: literalmente ningún sondeo lo hará aparecer, puesto que están ahí para borrarlo. Silencio que hace bascular a lo político y a lo social en la hiperrealidad que le conocemos. Pues si lo político busca captar las masas en una cámara de eco y de simulación social (los media, la información), son las masas en retorno las que se convierten en la cámara de eco y de simulación gigantesca de lo social. No hubo jamás manipulación. La partida se jugó por ambas partes, con las mismas armas, y nadie sabría decir quién ha ganado hoy en día: La simulación ejercida por el poder sobre las masas o la simulación inversa tendida por las masas al poder que se sume en ellas. (A la sombra de las mayorías silenciosas)

Hay que partir, pues, de este axioma: Beaubourg [se refiere al centro Charles Pompidou de París] es un monumento de disuasión cultural. Es un escenario museístico que sólo sirve para salvar la ficción humanista de la cultura, se lleva a cabo un verdadero asesinato de ésta, y a lo que en realidad son convidadas las masas es al cortejo fúnebre de la cultura.
Y las masas acuden. Es la suprema ironía del Beaubourg: las masas se vuelcan no porque les crezca la saliva ante una cultura que las viene frustrando siglo tras siglo, sino porque por primera vez tienen ocasión de participar multitudinariamente en el inmenso trabajo de enterrar una cultura que en el fondo siempre han detestado.
(El efecto Beaubourg)


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La muerte de un filósofo es, quiérase que no, la muerte de una idea. No porque no pueda perdurar su pensamiento a través de los libros o de la palabra de los otros, sino porque con él desaparece el valor moral de ese concepto, el testimonio de que es posible afirmarlo y defenderlo como forma de ser. Los familiares y los amigos llorarán al difunto con la lógica tristeza ante la pérdida humana. Al resto se nos debería encoger melancólicamente el corazón porque la muerte del filósofo supone que una de las puertas mejor guardadas de la fortaleza del saber ha quedado abierta y a merced del asalto de los bárbaros cuya atroz silueta se insinúa ya por el horizonte. (Josep M. Català, Universidad Autónoma de Barcelona)

lunes, 28 de enero de 2008

Glimpse (Gelabert-Azzopardi Cia. de Dansa)




"Intento describir el movimiento con la imagen de un carro de combate romano. Los ejes del carro constituyen la estructura de la obra. Entonces tienes los caballos que son los deseos; los estribos significan la voluntad y el que controla los estribos es el espíritu. O sea, los caballos son los deseos, el anhelo. Ellos ponen en marcha la cosa. Pero el deseo no se deja controlar directamente, es imposible"


Sobre el escenario del teatro de la Universidad Laboral de Gijón, se pudo ver el jueves 24 y el viernes 25, el espectáculo Glimpse, de la catalana Gelabert-Azzopardi Cia. de Dansa. Un solo que se estrenó en julio de 2004 en le Teatre Lliure de Barcelona, en el que esta compañía es residente.

Cesc Gelabert nos ofreció un espectáculo que nace de la oscuridad para llenarse de luz, para ofrecerse ante nosotros como un descubrimiento, un ser que explora todas las posibilidades del movimiento de un cuerpo que, en ocasiones, se desestabiliza pero en el que aflora una energía que lo conecta con un universo vivencial absolutamente personal, un cuerpo con raíces en el suelo utilizado como vehículo para mantener una comunicación íntima con cada uno de los espectadores, mientras su movimiento continúo interactuaba con las imágenes proyectadas en un retablo multipantalla (obra del videoartista neoyorquino Charles Atlas), y con una música que podríamos definir como "deconstruida" (firmada por Carlos Miranda).



Imágenes que configuraron un universo hiperreal, un algo más allá que abría puertas a sugerentes metáforas en las que los que la tierra, el agua, le fuego y el aire impusieron su presencia junto a otras que remitían más al mundo de los sueños, el subconsciente, con lugar también para la ironía (momento en el que parodia al famoso Caballero de la mano en el pecho de El Greco).

Un cuerpo en soledad mostrando toda su intimidad, las reflexiones internas de un bailarín al que le afecta todo lo que le rodea, que es una persona que busca comunicarse, que cambia, que se siente en comunión con lo que le rodea, irradiando una luz propia, con una forma de bailar casi arquitectónica, en la que cada detalle es una parte insustituible de un todo complejo, que tiene como punto de partida el estado interior que luego traduce en movimiento que nos habla, desde la sencillez desnuda, de la complejidad del ser humano y de las relaciones que mantenemos con nuestro entorno.


jueves, 24 de enero de 2008

Cheb Mami



Le rai c’est chic

Este cantante argelino nació en 1966 con el nombre de Mohamed Khelifati, en la ciudad de Saïda, al sur del país. Como es tradicional empezó su carrera cantando en distintos tipos de celebraciones como ceremonias de circuncisión o en bodas, para luego pasar a los cabarets de la ciudad de Orán. En 1982 se presentó a un programa de la televisión argelina gracias a lo cual un productor se fijó en él y pudo empezar su carrera discográfica con los primeros casetes.



Meli Meli

Esas cintas se empiezan a vender en su país pero también en los barrios populares de París, esos barrios en los que se concentran muchos de sus compatriotas emigrados por causas económicas o políticas. Eso le va a abrir las puertas del Olimpia en 1986. No pudo explotar ese éxito debido a su incorporación a la milicia argelina, y tuvo que esperar hasta 1990 para sacar su segundo disco que fue un fracaso por una causa tan ajena al artista como fue la primera guerra de Iraq.

La firma del contrato con la multinacional Virgin, en 1994, fue el espaldarazo definitivo, logrando que su forma de entender el raï, esa mezcla fantástica entre la música tradicional y los ritmos occidentales (algo que ha obligado a muchos cantantes argelinos a exiliarse en Francia fundamentalmente, debido a las amenazas, algunas con consecuencias mortales, vertidas por los integristas). Ahora es uno de los máximos exponentes de ese tipo de música en el mundo, especialmente desde que grabara una canción a dúo con Swing titulada Desert Rose.



Mama

En la música de Cheb Mami se aprecia la confluencia de músicas que tienen que ver con Grecia o Turquía, pero también con el hip-hop, el funky o el reggae y los ritmos venidos del otro lado del océano desde Iberoamérica, pero siempre manteniendo la cultura tradicional de su país, tanto la que tiene que ver con los beduinos como con el bullicio de las ciudades de Argelia.

Su discografía se compone de Let me raï (1990), Saïda (1994), Douni el Bladi (1996), Meli Meli (1999), Dellali (2001), Au sud du nord (2003) y Live au Grand Rex (2004).



Bladi

lunes, 21 de enero de 2008

2046 (Wong Kar-wai, 2004) (y I)



El director de Hong Kong, Won Kar-wai, firma con esta película el final de una trilogía que está formada por Days of being wild (1991), en la que aparecen por vez primera la bailarina Lulú / Mimí (Carina Lau) y Chow Mo Wang (Tony Leung), y por In the mood for love (Deseando amar, 2000). Ésta última película y 2046 fueron rodadas al mismo tiempo.

2046 nos lleva al territorio resbaladizo de la memoria sentimental, ese espacio en el que se dan la mano aquello que pudo haber sido y no fue, ese mundo de recuerdos y de olvidos que todos conocemos y que tanto nos cuesta visitar porque no siempre lo que encontramos es de nuestro agrado, atrapados como estamos, lo mismo que el personaje de Chow entre un pasado del que sólo tenemos recreaciones o simulacros, y un futuro transmutado en un territorio de lo imposible, mientras el presente se nos va de las manos a enorme velocidad.

Mucho de todo eso, y bastantes cosas más, es lo que nos cuenta Wong Kar-wai, con la meticulosidad y la belleza, tanto de imágenes como de música, que definen el cine de este autor que siempre se ha estrenado mal en España, y eso cuando se ha hecho. 2046 es la clara continuación de In the mood for love, con el mismo ambiente hipnótico, profundamente perturbador, en el que se desarrolla una historia a la que asistimos con un cierto pudor porque puede ser la historia de cualquier persona a la que conocemos, e incluso la nuestra propia, lo que la vuelve un poco más inquietante.

Amor y memoria conforman una realidad sentimental por la que discurre un protagonista masculino que camina detrás de un fantasma del pasado, el de la única mujer que amó de verdad, Su Li Zhen (Maggie Cheung), historia que no tuvo el final esperado y que convierte a Chow en un hombre cínico únicamente capaz de prestar su tiempo y que en el amor compra al por menor y nunca al por mayor. El sexo sin compromiso, el juego y el alcohol son las vías de escape de Chow, un periodista que ha cambiado las novelas de artes marciales por los relatos eróticos.


2046 también es el título de la novela de ciencia ficción que escribe Chow, una novela en la que hablando del futuro no hace más que mantener vivo el recuerdo de un pasado en el que el número 2046 tiene profundos significados. Cuatro son las mujeres que se cruzan en la vida de Chow después de su desengaño amoroso, y con la fecha del 24 de diciembre de distintos años marcando el paso del tiempo, y como espacio propicio para que los fantasmas de la soledad afloren con toda su intensidad.

Una historia que se desarrolla en espacios angostos, pasillos estrechos, habitaciones minúsculas, calles en las que se nota una fuerte sensación de abandono, de ruina sentimental, mientras la lluvia parece caer directamente desde las farolas de bombillas sucias que lo manchan todo con su palidez cadavérica, y el humo de los cigarrillos hace más irrespirable la atmósfera, mientras que los pies de las mujeres (subidos en zapatos de tacón o descalzos con las uñas pintadas de rojo) adquieren vida propia y se mueven según su ritmo propio.



Todo ayuda a crear un peculiar paisaje después de la batalla, un paisaje sentimental descarnado, en el que afloran toda la complejidad de esos sentimientos que unas veces nos acarician con enorme dulzura pero que también son capaces de mordernos con crueldad infinita, esos que le han dejado a Chow una larga resaca, extenuante y totalmente real en la que la sombra del pasado es enormemente alargada, tanto o más que las de los árboles en los que esconder los secretos. Chow está inmerso en una eterna búsqueda de algo que ya no es posible, cegado como está por el brillo de un pasado que pudo ser pero que se truncó y que ya no volverá.



Requiem for a dream

2046 (Wong Kar-wai, 2004)

- En el año 2046, una vasta red de ferrocarril se extiende sobre el globo. Un misterioso tren parte hacia el 2046 de vez en cuando. Todos los pasajeros que van al 2046 tienen la misma intención: quieren revivir recuerdos perdidos. Porque nada cambia nunca en el 2046. Nadie sabe si es realmente cierto porque nadie regresa, excepto yo. Si alguien quiere salir del 2046, ¿cuánto tardará? Algunos salen con bastante facilidad, a otros les cuesta mucho más. Yo he olvidado cuánto tiempo llevo en este tren. Estoy empezando a sentirme muy solo.

- Todos los recuerdos son rastros de lágrimas.

- ¿Por qué quieres quedarte encerrada en tu cuarto?
- No estoy de buen humor. Podrían emborracharme y abofetearte otra vez.
- No pasa nada. Estoy acostumbrado. Si te hace feliz abofetearme será mi regalo de Navidad.

- No lo entiendo ¿A dónde te lleva toda esa diversión? Si encuentras a tu media naranja, ¿para qué perder el tiempo?
- Si la encuentro. Un hombre como yo no tiene gran cosa, sólo tiempo libre. Por eso necesito compañía.
- ¿Nos usas para rellenar tu tiempo?
- Yo no diría eso. Yo también presto mi tiempo a otros.
- ¿Y esta noche? ¿Me lo estás prestando tú a mí o yo a ti?
- No hay diferencia. Quizás tú a mí, y ahora yo a ti.
- ¡Ridículo!

- Vuelve a tu habitación, tengo trabajo.
- ¡No! Esta noche dormiré aquí.
- Pasar la noche es caro.
- No pasa nada. Di tu precio. Pagaría lo que fuera por estar contigo todos los días.
- Nada de venta al por mayor, prefiero al por menos.
- ¿Por qué?
- No me gusta.
- ¿No harías una excepción por mí?
- No.
- ¿Tratas así a todas las mujeres?
- Excepto a una.
- ¿A quién?
- A mi madre.
- Hablo en serio. No me importa que tengas otra mujer, pero no me tratarás igual que a ellas. Me da igual si me quieres o no, yo te querré de todas formas. Desde que estuvimos juntos no he traído a otros hombres. Ojalá tú pensaras igual. ¿Me lo prometes?
- No.
- Entiendo. Entonces hemos acabado. No te molestaré. Y no quiero que vuelvas a mi habitación.

-El amor requiere el momento oportuno. No es bueno conocer a la persona ni demasiado pronto ni demasiado tarde.

- Me impactó que su pasado fuera como su mano enguantada: un misterio sin solución.
- De todos los hombres que he conocido has sido el mejor para mí. Ya te echo de menos.
- ¿Por qué no vienes conmigo?
- Prometiste… no preguntar. Abrázame. Quizá pasemos años sin vernos.
- Cuídate. Tal vez un día escapes a tu pasado. Si lo haces, búscame. (…) Ahora veo con asombro que lo que le dije iba dirigido a mí mismo. En el amor no puedes usar sustitutos. Yo buscaba lo que había sentido con la otra Su Lizhen. No me di cuenta, pero seguro que ella sí.


viernes, 18 de enero de 2008

Louise Bourgeois (París, 1911 - Nueva York, 2010)

"Siempre he sentido fascinación por la aguja, por el poder mágico de la aguja. La aguja se utiliza para reparar el daño. Es una reivindicación del perdón"



La ira que esta parisina acumuló a lo largo de una infancia marcada por la infidelidad de su padre con la niñera de la familia, ha sido uno de los motores más poderosos en la trayectoria artística de esta artista que ha desarrollado su carrera en los Estados Unidos, desde que en 1938 se fuera a ese país de la mano de su marido, el historiador del arte Robert Goldwater. Bourgeois fue la primera mujer a la que el MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York), dedicó una retrospectiva cuando ya contaba con 71 años de edad.

"Me sentí atraída del arte porque me aislaba de las difíciles conversaciones en las que mi padre se jactaba de lo bueno y maravilloso que era... Cogí un pedazo de pan blanco, lo mezclé con saliva y moldeé una figura de mi padre. Cuando estaba hecha la figura empecé a amputarle los miembros con un cuchillo. Considero esto como mi primera solución escultórica. Fue apropiada para el momento y me ayudó. Fue una importante experiencia y determinó ciertamente mi dirección futura"

Sus primeros estudios en la Sorbona fueron los de matemáticas, para pasar luego a la filosofía y la historia del arte, además de empezar su formación artística, entre otros, con Fernand Leger. La formación académica de esta artista nos da la explicación acerca de su concepción de la memoria como una arquitectura, logrando transformar en formas e imágenes sus emociones más profundas y las que le vienen por su relación con los demás.

Eso se ve en sus primeras obras escultóricas, las Femmes Maison (Mujeres Casa) de los años 40, en las que representa a unas mujeres sostenidas en dos frágiles piernas, y que nos muestran la casa como un ámbito de refugio y de prisión al mismo tiempo, una mujer absorbida por el hogar, en una representación de lo que ella siente en relación a sus recuerdos, que también son un territorio de refugio y de opresión.

A mediados de esa misma década de los 40, creará sus Personages (Personajes), figuras reducidas a lo esencial, y que se convierten en una suerte de totems poderosos. En los 50 creará una serie de esculturas antropomorfas, antes de empezar a experimentar con materiales como el látex, el caucho, el yeso y el cemento.

En 1974 creó la escultura a la que dio por título Destruction of the Father (La destrucción del padre) en la representa un parricidio simbólico en medio de un paisaje desasosegante, intimidatorio, con protuberancias similares a capullos o huevos y formas esféricas que crecen hacia el espectador de forma amenazante. Con esa obra dio forma al sentimiento infantil de devorar a un padre infiel.

En los años 80, con sus Cells (Celdas) recuperará el territorio del conflicto sentimental de su infancia. Para ello creó grandes estancias cercadas con malla metálica, espejos y piezas de mobiliario. "Todas las celdas hablan del miedo. El miedo es dolor", dijo Bourgeois. Los objetos que incluye en estas celdas (sillas, camas vacías) hablan de seres ausentes, de los que ya no están, de un vacío que nos deja al borde del abismo y que dispara los recuerdos, dentro de un contexto en el que el miedo se vuelve real.

Entre sus obras más recientes, destacan una serie de bustos de tela, cosidos de una manera tosca, sobre una estructura compleja y con fuertes referencias a la realidad. Vemos bocas abiertas que parecen estar gritando o exhalando un último suspiro, mientras que mantienen fijos los ojos en el espectador, o bien dejan que la mirada se pierda en un infinito que nos inquieta. Estos bustos están encerrados en una vitrina de cristal, lo que los aísla más aún si cabe y nos imponen con mucha mayor presencia un mutismo que nos descoloca.

En los 90 empezó con las Spiders (Arañas), unas esculturas de tamaño arquitectónico que para Louise remiten al recuerdo de su madre, por un lado por la laboriosidad que caracteriza a las arañas, incluso a las más frágiles, y por el sentido de protección. Una vez más, Bourgeois vincula la escala arquitectónica con la recuperación del recuerdo, en una suerte de reconstrucción a partir de los fragmentos de sus recuerdos de infancia.


"El potencial de estas obras, reside precisamente en la tensión entre los elementos autobiográficos y una sintaxis formalmente compleja y metafórica, que ofrece a los espectadores una pantalla donde proyectar su propia memoria y crear lugares fantásticos de deseo", se dice en el libro Mujeres artistas de los siglos XX y XXI.

"Mis obras son una reconstrucción del pasado. En ellas el pasado se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido"

miércoles, 16 de enero de 2008

This is England (Shane Meadows, 2006)


El director nos lleva hasta un barrio obrero de una ciudad británica cualquiera del año 1983, con el gobierno de Margaret Thatcher en todo su esplendor y en plena guerra de Las Malvinas. Años de crisis, de políticas neoliberales que los trabajadores notaron duramente en su piel, de falta de identidad y también de un sentimiento de desesperanza entre unos jóvenes que ven como la vida les pasa por delante sin hacer nada, que pasean sus maltrechas humanidades por unas calles igual de desoladas.

El protagonista es un niño de 12 años, Shaun (Thomas Turgoose [la película está dedicada a su madres que murió en 2005]), que tiene problemas en el colegio y con su padre muerto en un conflicto tan absurdo como fue el de Las Malvinas. Es un niño solitario que acaba siendo adoptado por un grupo de cabezas rapadas formado por unos jóvenes, chicos y chicas, que, como él, lo único que buscan es un grupo en el que sentirse arropados, reconocidos, de tal forma que lo mismo podrían ser skins, que heavys, que cualquier otra cosa.

“Yo pensaba que lo más emocionante en la vida era ese tipo de masculinidad dura en los hombres. Yo quería ser como Jimmy Boyle, o John McVicar, o Kray. De la misma manera en que los niños de ahora quieren ser Beckham, yo adoraba a Jimmy Boyle. Yo quería ver a hombres peleando, y recuerdo que una vez casi provoqué un acto de violencia, y eso se convirtió en algo con lo que me empezó a resultar difícil vivir.” Así explica el director su propio pasado como skin, también a los 12 años, mundo que abandonó para dedicarse al cine.

Shaun por fin encuentra su lugar en el mundo, hasta que aparece Combo, otro skin que sale de la cárcel lleno de ideas racistas y ultranacionalistas que terminarán por trastocar el universo del grupo que lidera Woody, hasta producir una escisión de consecuencias trágicas. Con ello el director evoca la ruptura que sufrió por esos años el movimiento skin en la Gran Bretaña, quedando por un lado los racistas y agresivos, y los pacifistas por otro. Combo representa a los primeros y Woody a los segundos.

Los diálogos de la película son paupérrimos intencionadamente, ya que no hacen otra cosa que reflejar casi de forma hiperreal, la forma de hablar de unos jóvenes a los que les cuesta pronunciar alguna palabra que no sea un taco, y que tienen dificultades para relacionarse con normalidad con los demás, en un ambiente sórdido en el que parece imposible encontrar un rastro de esperanza, algo que subraya con gran precisión el piano maravilloso del autor de la música, el italiano Ludovico Einaudi que hace un trabajo fantástico especialmente en la escena más violenta de la película.

Sin contener escenas de violencia desmedida, salvo la que marca el final de la película, es una película muy dura desde un punto de vista social. Personajes de familias ausentes, rotas por una guerra a miles de kilómetros de casa, acompañados permanentemente por la alargada y pesada sombra de la soledad, de la falta de afecto, de adolescentes que huyen de sí mismos para no encontrar nada. En ese contexto Shaun descubrirá toda la dureza de la vida de golpe y eso le colocará en un punto en el que las grandes palabras perderán totalmente su sentido, porque lo realmente importante somos las personas, los afectos y no esos conceptos que te colocan al borde de un abismo que no tiene fondo.



Lo desdibujado del personaje de la madre del protagonista, el encuentro del niño con Woody y su pandilla es un tanto forzado por excesivamente casual, la desaparición del personaje de Woody con la ruptura del grupo, son algunas de las cuestiones que encontré menos convincentes, pero que no son óbice para que la considera como una buena película, dentro de esa línea de cine social que tantos buenos ejemplos ha dado la pérfida Albión, especialmente de la mano de Ken Loach entre otros.

lunes, 14 de enero de 2008

Ángel González

El poeta asturiano de la Generación del 50, Ángel González, falleció el pasado sábado en Madrid a los 82 años de edad.

Ya nada ahora

Largo es el arte; la vida en cambio corta
como un cuchillo
Pero nada ya ahora
- ni siquiera la muerte, por su parte
inmensa –

podrá evitarlo:
exento, libre,

como la niebla que al romper el día
los hondos valles del invierno exhalan,

creciente en un espacio sin fronteras,

este amo ya sin mí te amará siempre.


Para que yo me llame Ángel González



Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

Estos poemas

Estos poemas los desencadenaste tú,
como se desencadena el viento,
sin saber hacia dónde ni por qué.
Son dones del azar o del destino,
que a veces
la soledad arremolina o barre;
nada más que palabras que se encuentran,
que se atraen y se juntan
irremediablemente,
y hacen un ruido melodioso o triste,
lo mismo que dos cuerpos que se aman.

Muerte en el olvido



Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
Inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que lo habita…

jueves, 10 de enero de 2008

Bruce Nauman


Good boy, bad boy (1985)

Nacido en Fort Wayne, en el estado de Indiana en 1941, Bruce Nauman es un artista multimedia, ya que tan pronto se expresa a través del videoarte, de la escultura, de las instalaciones o de la performance, lo que le ha convertido en uno de los artistas más poderosos y de discurso más sólido del siglo XX y de lo que llevamos del XXI, como demuestra el hecho de que con apenas 30 años ya se hiciera una retrospectiva de su obra.


En 1960 ingresó en la Universidad de Madison (Wisconsin), donde estudió matemáticas, física y arte, y entró en contacto con los textos del filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein, cuya preocupación sobre la influencia del lenguaje en la formación de la percepción ejercieron una fuerte influencia en Nauman. Ocho años más tarde, expondrá por vez primera en la influyente galería neoyorquina Leo Castelli, y en 1972, se organizó una retrospectiva de su obra que recorrió varios museos de los Estados Unidos. Lo que no impidió que en el New York Times, Milton Kramer escribiera en 1973: "… penosamente salta a la vista que aquí hay muy poco; unas cuantas esculturas sin interés escultórico, unas cuantas fotografías sin interés fotográfico, unas pocas pantallas de vídeo mostrando imágenes que de algún modo se las arreglan para ser al tiempo aburridas y repugnantes". En contraposición, el director de la Tate Modern de Londres ha dicho de Nauman: "Es uno de los más importantes artistas vivos y entre los más influyentes de las nuevas generaciones. Se aprecia su huella en muchos creadores contemporáneos porque su obra sigue viva, sigue hablando al público".



La obra de Samuel Beckett, el dadaísmo o Man Ray, son otras de las influencias que se van a reflejar en la obra de Nauman, a lo que habrá que unir la música. En 1968, entra en contacto con la bailarina, coreógrafa, cantante y compositora, Meredith Monk y con el compositor de música minimalista, Steve Reich, con los que va a trabajar sobre la obra de músicos de vanguardia como John Cage y Karl Heinz Stokhausen, además de las coreografías de Merce Cunningham. Todo ello se fundirá en el crisol de Nauman para dar origen al sustrato polirrítmico y sonoro que se extenderá a lo largo y ancho de la obra de este artista.



Elusive signs




Una obra que produce en el espectador un fuerte desasosiego ante el cúmulo de sensaciones que recibe, ya que las voces son constantes, los ruidos de maquinarias oxidadas, gritos, invocaciones, instrumentos desafinados, gritos, órdenes, todo resonando a la vez y que hace que el recorrido por una exposición de su obra se convierta en toda una aventura para los sentidos. Para Nauman lo más importante es la idea y el proceso, por encima del resultado final, ya que para él la obra es más una actividad que un producto.

Su obra ha sido definida como cruda, salvaje, imperfecta. Desde las pantallas de Nauman salen discursos categóricos, simples, repetitivos, machacones, pontifican, hasta el punto de poner a prueba la paciencia del espectador quien se ve envuelto en situaciones que pueden llegar a ser incómodas y que acaban por condicionar su conducta, como el caso de su habitación de paredes blancas en la que se entra y no deja de escucharse Get out of my mind, get out of my room (Sal de mi mente, sal de mi habitación).



Clown’s torture


El discurso que recibe el espectador adquiere tintes autoritarios, violentos, pero también con un contenido asambleario en unos espacios que tienden a encerrar al espectador quien tiene que hacer el esfuerzo de desentrañar la maraña de sonidos de un todo que tiende a lo caótico. La relación que el artista plantea con el sonido es intensa y directa, y en conflicto. "Bruce Nauman produce una obra directa y conmocionante y ante su retrospectiva, el espectador sufre una sobredosis de estímulos, como si entrara en una clínica en la que todos los pacientes tiene un brote psicótico al mismo tiempo", tal y como se afirmaba en un artículo publicado en la revista Artinfa en 1998.


Nauman utiliza un sin fin de materiales para plasmar sus ideas, incluyendo su propio cuerpo en muchas de las performances que también son una parte definitoria de su trabajo, junto con los neones, desde aquellos de los 70 en las que transmite mensajes irónicos de contenido político, hasta los de los de los 80 en los que utiliza la luz para poner de manifiesto las contradicciones propia de la condición humana y del mundo que hemos construido entre todos.

"En la obra de Bruce Nauman cada elemento físico, cada imagen, constituye una referencia semioculta de un pensamiento, problema o paradoja que es representado a través de la obra", escribió Javier Maderuelo.



Pursuit

martes, 8 de enero de 2008

Fue un 8 de enero de 2007

Esa fecha ya tiene su importancia en la intrahistoria de este blog. Ese día colgué mi primer comentario en este espacio cibernético, lo que quiere decir que hoy cumplo un año pilotando esta nave que sigue una deriva incierta con la dispersión por bandera.

Un espacio culturalmente tan ecléctico como su creador y mantenedor, que ha ido creciendo a impulsos, porque cuando decidí empezar este cuaderno de bitácora no tenía muy claro hasta donde iba a llegar. Lo que sí sabía era que iba a intentar plasmar las sensaciones, tanto positivas como negativas, que me dejan las experiencias culturales de las que participo como espectador y otras a las que llego a través del estudio.

Un año a lo largo del cual se ha ido incorporando gente a la nave, unos como comentaristas habituales, otros como visitantes de esos que no dejan huella, y otros que llegan por la casualidad. A todos muchas gracias por compartir, cada uno en su medida y gusto, este viaje.

Por delante otro año incierto, de ir día a día dándole forma a esta vida que no imita al arte, y con este video de la canción Que tengas suertecita, que abre el disco doble de Bunbury titulado El viaje a ninguna parte, resumo mis deseos para el año 2008 para todos los que tenéis por aquí vuestro lugar de parada habitual, esporádica o casual. Nos seguimos viendo en el ciberespacio.

viernes, 4 de enero de 2008

El extranjero (Albert Camus, Ediciones Gallimard, 1942; Editorial Planeta, 2007)

Tomé el autobús a las dos. Hacía mucho calor. Comí en el restaurante de Celeste, como de costumbre. Todos se condolieron mucho de mí, y Celeste me dijo: "Madre hay una sola." Cuando partí, me acompañaron hasta la puerta. Me sentía un poco aturdido pues fue necesario que subiera hasta la habitación de Manuel para pedirle prestados una corbata negra y un brazal. Él perdió a su tío hace unos meses.

Albert Camus nació en la ciudad argelina de Orán en 1912, y parece que empezó la redacción de El extranjero (algunos piensan que el título más apropiado sería el de El extraño), en 1937 mientras Camus estaba convaleciente de una tuberculosis. La novela la terminaría en 1940, y el libro se publicó dos años después y se convirtió en un clásico de al literatura contemporánea, además de ser la obra más conocida de este autor. En 1957, Camus recibió el Premio Nobel de Literatura, y tres años después falleció como consecuencia de un accidente de tráfico.

Meursault es el protagonista absoluto de esta novela, un hombre que se mueve en un terreno en el que las emociones no existen, mientras asiste imperturbable a todo lo que ocurre a su alrededor, manteniendo una actitud pasiva que roza con el aburrimiento más profundo, mientras sigue una vida sin ilusiones, sin rebeldía ni esperanza. Camus nos cuenta la historia de Meursault, la historia de un destino ineludible.

Cerré los vidrios y, al volver, vi por el espejo un extremo de la mesa en el que estaban juntos la lámpara de alcohol y unos pedazos de pan. Pensé que, después de todo, era un domingo menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a reanudar el trabajo y que, en resumen, nada había cambiado.

Un destino al que se dirige el protagonista en una lenta agonía, mientras el brillante sol argelino lo llena de sopor y le provoca reacciones que no es consciente de controlar y que terminarán por ser determinantes en su destino. Un destino que marcan unos hombres que no le juzgan por un hecho concreto, sino por seguir unas pautas de comportamiento incomprensibles para la mayoría, para una sociedad que tiene unas reglas por las que se cuestiona el comportamiento de los individuos, pero sin cuestionar si esas normas son las adecuadas para todos o no, y en las que la ausencia de una exteriorización sentimental se considera una falta gravísima.

El protagonista se niega incluso a mentir para buscar la salvación, consiguiendo una especie de liberación al no amoldarse a los esquemas de lo socialmente considerado como admisible, al negarse a la alienación colectiva que supone vivir en sociedad, y rechazando de plano la posibilidad de la existencia de un resquicio de esperanza. Afrontará su destino con la misma actitud desapasionada con la que ha llevado su vida.

Cuando rió, tuve nuevamente deseos de ella. Un momento después me preguntó si la amaba. Le contesté que no tenía importancia, pero que me parecía que no. Pareció triste. Mas al preparar el almuerzo, y sin motivo alguno, se echó otra vez a reír de tal manera que la besé. En ese momento el ruido de una disputa estalló en la habitación de Raimundo.

Esta novela se vincula a los postulados filosóficos del existencialismo, cuya máxima figura fue el francés Jean Paul Sastre, quien señalaba que los humanos somos los únicos seres conscientes de nuestra existencia lo que nos habilita para que vivamos nuestra vida de acuerdo a nuestra propia voluntad y no según normas que nos vienen impuestas. Viene a decir que el hombre tiene que formarse a sí mismo siguiendo su propia libertad, de ahí que se niegue la posibilidad de seguir ningún tipo de mandato religioso ni de moral natural que vengan impuestos o que den pautas de comportamiento en un mundo que no tiene ningún sentido y en el que manda el absurdo.

El existencialismo también niega la posibilidad de encontrar seguridades absolutas en este mundo, ya que el nacimiento y la muerte son dos acontecimientos que carecen de una razón clara, y ahí está la raíz de la actitud que tiene el protagonista de El extranjero ante todo lo que le rodea, y esa actitud será la que le marque el destino finalmente, mucho más que sus actos, ya que con su actitud se ha convertido en un cuerpo extraño en el entramado social que sólo se puede extirpar para reponer el orden socialmente aceptable, ante cuyos ojos, Meursault es un subversivo especialmente peligroso.

Me animé un poco. Dije que hacía meses que miraba estas murallas. No existía en el mundo nada ni nadie que conociera mejor. Quizá, hace mucho tiempo, había buscado allí un rostro. Pero ese rostro tenía el color del sol y la llama del deseo: era el de María. Lo había buscado en vano. Ahora, se acabó. Y, en todo caso, no había visto surgir nada de este sudor de piedra.

miércoles, 2 de enero de 2008

La fiesta de Halloween: el retorno de las costumbres celtas a la vieja Europa

Este artículo lo firmó Manuel Cimadevilla en el periódico La Nueva España el 3/11/07

Hay quien cree que el resurgimiento de la fiesta de Halloween en muchas ciudades de España es un nuevo mimetismo festivo importado de Estados Unidos debido al imperio televisivo, pero realmente la historia no es así. En realidad, lo cierta es que se trata del retorno a Europa de las milenarias tradiciones que los irlandeses llevaron al Nuevo Mundo con sus ancestrales raíces célticas. Desde el establecimiento del calendario gregoriano en el siglo XVI –noventa años después del llamado Descubrimiento de América por Colón–, todos los festejos naturales han sido trastocados sin tener en cuenta las leyes de la naturaleza. Así, por ejemplo, para nuestros antepasados el día primero de noviembre era el fin del ciclo anual, con la llegada del invierno tras la recogida de las cosechas y el principio de una nueva etapa. En el solsticio, como símbolo del tránsito, hay que festejar a todos los santos. Es el día en el que, según las creencias de nuestros antepasados, las tumbas se abrían y se mezclaban los vivos con los muertos.

Siempre hay una explicación en las tradiciones populares. Los druidas dominaban con gran sentido la existencia y sus reglas habían sido calculadas tras el estudio y conocimiento de los movimientos de la Luna. Debido a ello, el calendario establecido por los druidas era lunar de trece meses y de veintiocho días cada uno. Cada mes empezaba en cuarto creciente. El período que iba desde la Luna nueva hasta la Luna llena era el tiempo de las noches luminosas, proclives a la discusión abierta, a la búsqueda de claves para el futuro y el momento de tomar decisiones. Consecuentes con ello, desde el cuarto menguante hasta la nueva Luna se consideraba un período negativo e infecundo en el cual se imponía la reflexión y la meditación.

Los celtas eran politeístas y rendían culto a los fenómenos naturales: al Sol que daba fuerza a las cosechas en las tierras del mítico valle de Riosol y al trueno que advertía de la vivificadora lluvia en los altos del puerto de Tarna. Los árboles eran fundamentales para ellos. Mantenían la creencia ancestral de que eran los árboles los pilares que soportaban el cielo, por eso de ellos hicieron la base de su calendario: trece árboles que florecen cada uno de ellos en el período que le corresponde. Trece árboles para trece meses de 28 días.

Muchos siglos después cuando Hernán Cortés llegó al Nuevo Mundo se asombró al darse cuenta –en contra de la ortodoxia imperante en el Viejo Mundo– de que los aztecas poseían una cultura mucho más avanzada que la de los españoles de entonces. Vivían de los conocimientos de una civilización todavía más desarrollada, la de los toltecas, que descendía a su vez de otra cultura más perfecta, la de los mayas… Los mayas habían fijado la duración exacta del año solar en 365,2420 días… Adviértase que con un error de diez milésimas habían llegado al mismo cálculo que el que fue realizado por los astrónomos europeos en el siglo XVII.

El primer día del año para los celtas era el 1 de noviembre, en el que se conmemoraba la llegada del invierno. El Cristianismo tomó esta costumbre céltica y la transformó en la fiesta de Todos los Santos y de los Difuntos. Y así también cambiaron la medida del tiempo. Hasta entonces si el calendario vigente era el de las trece lunas que establecieron los druidas y conocían los mayas, aquellos saberes eternos fueron erradicados. Desde entonces, el calendario terráqueo fue establecido con una frecuencia de doce meses al año y sesenta minutos cada hora. La Humanidad fue así privada de su organización según el tiempo cósmico con el calendario gregoriano, que fue impuesto en 1583 para quitarles la razón a aquellos "indígenas" a los que la Iglesia católica reconoció como seres humanos tras dos siglos de dudas.

Sin embargo, lo que son las cosas, el calendario de las trece lunas sigue plenamente vigente en el cuerpo de las mujeres y funciona con gran exactitud. Gracias a esa maravillosa tradición oral –superviviente de religiones y de leyes humanas–, todavía se habla de los periodos. Son las reglas, como bien se han llamado siempre. Ajena a las imposiciones matemáticas de la Iglesia católica, la mujer siempre ha llevado las trece lunas dentro de su ser, ya que el ciclo natural de menstruación femenina es de veintiocho días.

La naturaleza siempre está por encima de las leyes que imponen los gobernantes –a veces de forma caprichosa–, en un afán de agobiarnos la existencia con normas coercitivas. En al vida natural está prohibido prohibir y las leyes no están escritas. Nos han trasladado los Carnavales antes del tiempo de la Cuaresma, pero la Nochevieja céltica, la fiesta transgresora del Año Nuevo, es la del 1 de noviembre. Es ahí cuando empieza un nuevo periodo según las leyes de la naturaleza. Lo demás ha sido inventado.