miércoles, 30 de abril de 2008

Oho Teatro: Misterio Bufo

Los andaluces de Oho Teatro, trajeron hasta la sala de Cajastur de Oviedo, su visión de la obra de Darío Fo Misterio Bufo, obra que se representó por vez primera en España en 1982. El montaje del grupo andaluz tomó tres de las nueve historias que conforman esa obra, para ser contadas por la actriz Silvia Garzón, dirigida por Marga Reyes.

Yo no he nacido juglar. Esa es la primera frase que se lanza desde el escenario, y que es punto de arranque de un muy buen trabajo en el que la figura del Arlequino, esa figura inmortal de la Comedia del Arte italiana, se combina de forma natural, sin brusquedades con la danza kathakali y elementos procedentes del teatro balinés, para formar un conjunto de enorme interés y resuelto con eficacia y maestría por Silvia Garzón.

Tres historias en las que la ironía, la sátira, la crítica social que caracteriza a la obra de Darío Fo (Premio Nobel de Literatura en 1997), están presentes con todo su esplendor, y en todas ellas aparece la figura de Jesucristo, y que sirven muy bien para denunciar situaciones sociales con las que nos encontramos todos los días. En la primera de ellas, el Arlequino, aparece vestido a la usanza de un campesino del altiplano andino, con la máscara de la Comedia del Arte, para trasladarnos, sin ahorrarnos la dureza de la situación, la historia de un hombre que tiene que elegir entre dejar que el señor viole a su mujer, o quedarse con la tierra que le permite sobrevivir a su familia. La violación se consuma, con una transmutación del juglar en mujer de una delicadeza extraordinaria.

La segunda historia, que es la que peor funciona de las tres ya que parece que avanza a trompicones, es la de dos pícaros, un ciego y su lazarillo, en la que el juego de máscaras tiene una relevancia especial para dar vida a cada uno de los dos personajes a los que Jesucristo les dejará sin medio de vida al devolverle, de lejano milagro, la vista al ciego lo que enfrentará a los dos al dilema de encontrar un trabajo al uso al perder su forma de vida picaresca.

Finalmente, la actriz nos relata en clave cómica el milagro de las bodas de Caná, con un texto que le sirve al autor para enfrentar a la Iglesia católica con algunas de las múltiples contradicciones que contienen sus escrituras de referencia, con ese tono irreverente también característico del autor italiano.

La lengua cobra vida y el teatro arroja su luz poderosa sobre los rincones oscuros del poder, sobre los elementos represivos con los que tenemos que convivir todos los días, y que nos obligan a tomar decisiones que sólo terminan por favorecer a los que nos obligan y no a nosotros mismos. Somos espectadores que hemos tomado conciencia de nuestra importancia y a los que Oho Teatro nos ofrece una posible salida, argumentos para luchar por nuestra libertad, y la risa, el humor ácido y la sátira pueden ser los mejores aliados.

lunes, 28 de abril de 2008

El genuino Día del Libro

Artículo publicado por Pedro de Silva en el periódico La Nueva España el pasado día 24 de abril.

Definitivamente no creo en el Día del Libro, celebrado ayer, aunque admire y me conmuevan los esfuerzos de libreros, editores, escritores y algún lector para hacer de la fecha un fasto y una fiesta. La lectura es un hábito biológico, como el comer, y quien no lo tiene no lo tiene, con fasto o sin fasto. En cuanto al que tiene el apetito, echa mano a lo que encuentra en cada momento libre. Por eso el buen lector de verdad no suele comprar un libro para leerlo, sino para tenerlo a mano, y deja la compra esparcida por la casa, a la espera de que un día le entre la gana. Un vestigio del tiempo de los cazadores-recolectores, antes de la agricultura: andar por casa husmeando libros, sin buscar uno en concreto, al acecho de un rastro que nos despierte el instinto, para seguirlo y dar caza a un ejemplar. Ése es el verdadero día del libro, de ese libro, y para ese cazador-recolector.

viernes, 25 de abril de 2008

Natalia Goncharova (Nagayevo, Rusia, 1881 – París, 1962)

Un 16 de junio de 1881, veía la luz por vez primera Natalia Sergeevna Goncharova, en una pequeña localidad de la provincia rusa de Tula. Nace en el seno de una familia acomodada en la que su padre ejercía de arquitecto, y creció en un ambiente de una cierta cultura y de un ambiente liberal, que estará en la base de la trayectoria vital de Natalia Goncharova.

Cuando tenía 10 años la familia se traslada a Moscú, donde cursará sus estudios y conocerá, nueve años después, a Mikhail Larionov, con quien vivió muchos años sin que mediara matrimonio por medio, circunstancia que se mantuvo hasta 1955. Natalia empezará sus estudios artísticos en 1901, iniciándose por los caminos de la escultura, hasta que en 1903 se decidió por la pintura, en parte por la influencia de Larionov. Antes de empezar con el arte asistió a la universidad, algo ciertamente poco habitual en las mujeres de la época, para recibir clases de historia, botánica, zoología y medicina.

La obra de Natalia, como la de muchos de sus contemporáneos, toca múltiples técnicas artísticas y recorre diferentes estilos pictóricos, manteniendo como punto de partida el arte popular tradicional ruso, con el que había entrado en contacto durante sus largas estancias en la casa de su abuela. Así, los trajes populares, los iconos de las iglesias, van a poder verse en muchas de sus obras.



El talento de esta pintora no pasó desapercibido, y ya en 1906 Sergei Diaghilev incluyó algunas de sus obras en el Salón de Otoño de París, con una serie de obras de su primera etapa en la que es muy visible el contacto con las tradiciones populares de su país, a lo que superpuso la forma de pintar de artistas como Matisse o Cézanne. En 1910 expuso en la Asociación de la Libre Estética de Moscú, una muestra que resultó muy polémica ya que dos de sus obras como Dos desnudos y El dios de la fertilidad fueron considerados pornográficos y confiscados por la policía zarista. A pesar de ello, esa exposición la consagró como artista, y fue el punto de salida de la teoría que animaría al grupo La cola de caballo, en el que también participó Larionov, y que pretendía ser la respuesta rusa a los presupuestos pictóricos que estaba marcando la vanguardia de la Europa occidental, y en el que también participaron Tatlin y Malevich.

Con Larionov, Natalia impulsaría la creación del Rayonismo, cuyo manifiesto se publicó en 1913, un estilo que se basaba en le futurismo y el cubismo que pretendía liberar el color y la forma. El estilo se definía por "manchas y rayos de color, que correspondían a las líneas de fuerza de los futuristas, se disponían en composiciones autosuficientes completamente independientes del motivo", como se dice en el volumen I de la obra Arte del siglo XX, publicada por Taschen.

En ocasiones se ha llegado a decir que Goncharova fue una artista de una versatilidad como la que desarrolló Picasso, y es que la rusa también fue la encargada de diseñar los trajes de algunos de los ballets más famosos de Diaghilev, alcanzando un enorme éxito especialmente con el vestuario y los decorados que preparó para un ballet inspirado en El gallo de oro, una obra de Rimsky-Korsakov que se estrenó en París en 1914. También hizo ilustraciones de libros, y entró en contacto, gracias a los viajes con Diaghilev, con el arte popular español. Esa influencia será apreciable en la serie de Spanish Women (Españolas), una serie de figuras femeninas estilizadas vestidas con trajes típicos.


A Goncharova nunca le interesó demasiado promocionar su obra, ni aparecer en público, lo que hizo que la influencia artística que había llegado a desarrollar en los años 10, se fuera diluyendo, además de tener que padecer dos guerras mundiales y los sucesos revolucionarios en su país que le impidieron regresar a su tierra. La artista no sería redescubierta hasta 1954, gracias a una exposición organizada en Edimburgo y Londres, y un año antes de morir el British Arts Council hizo una retrospectiva de la pareja Goncharova-Larionov en la que se incluyeron también sus diseños para teatro.

miércoles, 23 de abril de 2008

El penal mas largo del Mundo (Osvaldo Soriano)

Con este relato, que yo he encontrado en cuentos celestes, y recitado por Alessandro Baricco y Leonor Watling, acompañados por los músicos de Marlango, se cerró el festival de la palabra Spoken World.

El penal más fantástico del que yo tenga noticia se tiró en 1958 en un lugar perdido del valle de Río Negro, en Argentina, un domingo por la tarde en un estadio vacío. Estrella Polar era un club de billares y mesas de baraja, un boliche de borrachos en una calle de tierra que terminaba en la orilla del río. Tenía un equipo de fútbol que participaba en el campeonato del valle porque los domingos no había otra cosa que hacer y el viento arrastraba la arena de las bardas y el polen de las chacras.

Los jugadores eran siempre los mismos, o los hermanos de los mismos. Cuando yo tenía quince años, ellos tendrían treinta y me parecían viejísimos. Díaz, el arquero, tenía casi cuarenta y el pelo.

El blanco que le caía sobre la frente de indio araucano. En el campeonato participaban dieciséis clubes y Estrella Polar siempre terminaba más abajo del décimo puesto. Creo que en 1957 se habían colocado en el decimotercer lugar y volvían a sus casas cantando, con la camiseta roja bien doblada en el bolso porque era la única que tenían. En 1958 empezaron ganándole a Escudo Chileno, otro club de miseria.

A nadie le llamo la atención eso. En cambio, un mes después, cuando habían ganado cuatro partidos seguidos y eran los punteros del torneo, en los doce pueblos del valle empezó a hablarse de ellos.

Las victorias habían sido por un gol, pero alcanzaban para que Deportivo Belgrano, el eterno campeón, el de Padini, Constante Gauna y Tata Cardiles, quedara relegado al segundo puesto, un punto más abajo. Se hablaba de Estrella Polar en la escuela, en el ómnibus, en la plaza, pero no imaginaba todavía que al terminar el otoño tuvieran 22 puntos contra 21 de los nuestros.Las canchas se llenaban para verlos perder de una buena vez. Eran lentos como burros y pesados como roperos, pero marcaban hombre a hombre y gritaban como marranos cuando no tenían la pelota. El entrenador, un tipo de traje negro, bigotitos recortados, lunar en frente y pucho apagado entre los labios, corría junto a la línea de toque y los azuzaba con una vara de mimbre cuando pasaban a su lado. El público se divertía con eso y nosotros, que por ser menores jugábamos los sábados, no nos explicábamos como ganaban si eran tan malos.Daban y recibían golpes con tanta lealtad y entusiasmo, que terminaban apoyándose unos sobre otros para salir de la cancha mientras la gente les aplaudía el 1 a 0 y les alcanzaba botellas de vino refrescadas en la tierra húmeda.

Por las noches celebraban en el prostíbulo de Santa Ana y la gorda Leticia se quejaba de que se comieran los restos del pollo que ella guardaban en la heladera. Eran la atracción y en el pueblo se les permitía todo. Los viejos les recogían de los bares cuando tomaban demasiado y se ponían pendencieros; los comerciantes les regalaban algún juguete o caramelos para los hijos y en el cine, las novias les consentían caricias por encima de las rodillas. Fuera de su pueblo nadie los tomaba en serio, ni siquiera cuando le ganaron a Atlético San Martín por 2 a1.

En medio de la euforia perdieron, como todo el mundo, en Barda del Medio y al terminar la primera rueda dejaron el primer puesto cuando Deportivo Belgrano los puso en su lugar con siete goles. Todos creímos, entonces, que la normalidad empezaba a restablecerse. Pero el domingo siguiente ganaron 1 a 0 y siguieron con su letanía de laboriosos, horribles triunfos y llegaron a la primavera con apenas un punto menos que el campeón.

El último enfrentamiento fue histórico por el penal. El estadio estaba repleto y los techos de las casas también. Todo el mundo esperaba que Deportivo Belgrano repitiera los siete goles de la primera rueda. El día era fresco y soleado y las manzanas empezaban a colorearse en los arboles. Estrella Polar trajo más de quinientos hinchas que tomaron una tribuna por asalto y los bomberos tuvieron que sacar las mangueras para que se quedaran quietos.

El referí que pitó el penal era Herminio Silva, un epiléptico que vendía las rifas del club local y todo el mundo entendió que se estaba jugando el empleo cuando a los cuarenta minutos del segundo tiempo estaban uno a uno y todavía no había cobrado la pena por más que los de Deportivo Belgrano se tiraran de cabeza en el área de Estrella Polar y dieran volteretas y malabarismos para impresionarlo. Con el empate el local era campeón y Herminio Silva quería conservar el respeto por sí mismo y no daba penal porque no había infracción.

Pero a los 42 minutos, todos nos quedamos con la boca abierta cuando el puntero izquierdo de Estrella Polar clavó un tiro libre desde muy lejos y se pusieron arriba 2 a 1. Entonces sí, Herminio Silva pensó en su empleo y alargó el partido hasta que Padín entró en el área y ni bien se le acercó un defensor pitó. Ahí nomás dio un pitazo estridente, aparatoso y sancionó el penal. En ese tiempo el lugar de ejecución no estaba señalado con una mancha blanca y había que contar doce pasos de hombre. Herminio Silva no alcanzó siquiera a recoger la pelota porque el lateral derecho de Estrella Polar, el Colo Rivero, lo durmió de un cachetazo en la nariz. Hubo tanta pelea que se hizo de noche y no hubo manera de despejar la cancha ni de despertar a Herminio Silva. El comisario, con la linterna encendida, suspendió el partido y ordenó disparar al aire. Esa noche el comando militar dictó estado de emergencia, o algo así, y mandó a enganchar un tren para expulsar del pueblo a toda persona que no tuviera apariencia de vivir allí.

Según el tribunal de al Liga, que se reunió el martes, faltaban jugarse veinte segundos a partir de la ejecución del tiro penal y ese match aparte entre Constante Gauna, el shoteador y el gato Díaz al arco, tendría lugar el domingo siguiente, en el mismo estadio a puertas cerradas. De manera que el penal duro una semana y fue, si nadie me informa lo contrario, el más largo de toda la historia. El miércoles faltamos al colegio y nos fuimos al pueblo vecino a curiosear. El club estaba cerrado y todos los hombres se habían reunido do en la cancha, entre las bardas. Formaban una larga fila para patearle penales al Gato Díaz y el entrenador de traje negro y lunar trataba de explicarles que esa era la mejor manera de probar al arquero.

Al final, todos tiraron su penal y el Gato atajó unos cuantos porque le pateaban con alpargatas y zapatos de calle. Un soldado bajito, callado, que estaba en la cola, le tiró un puntazo con el borseguí militar y casi arranca la red. Al caer la tarde volvieron al pueblo, abrieron el club y se pusieron a jugar a las cartas. Díaz se quedó toda la noche sin hablar, tirándose para atrás el pelo blanco y duro hasta que después de comer se puso un escarbadientes en la boca y dijo:-Constante los tira a la derecha.

-Siempre -dijo el presidente del club.

-Pero él sabe que yo sé.

-Entonces estamos jodidos.

-Sí, pero yo sé que él sabe -dijo el Gato.

-Entonces tírate a la izquierda y listo -dijo uno de los que estaban en la mesa.

-No. El sabe que yo sé que él sabe -dijo el Gato Díaz y se levantó para ir a dormir.

-El Gato esta cada vez más raro -dijo el presidente el club cuando lo vio salir pensativo, caminando despacio.

El martes no fue a entrenar y el miércoles tampoco. El jueves, cuando lo encontraron caminando por las vías del tren estaba hablando solo y lo seguía un perro con el rabo cortado.

-¿Lo vas a atajar?- le preguntó, ansioso, el empleado de la bicicletería.

-No sé. ¿Qué me cambia eso?- preguntó.-Que nos consagramos todos, Gato. Les tocamos el culo a esos maricones de Belgrano.

-Yo me voy consagrar cuando la rubia de Ferreyra me quiera querer -dijo y silbó al perro para volver a su casa.

El viernes, la rubia de Ferreyra esta atendiendo la mercería cuando el intendente del pueblo entró con un ramo de flores y una sonrisa ancha como una sandía abierta. Esto te lo manda el Gato Díaz y hasta el lunes vos decís que es tu novio.

-Pobre tipo -dijo ella con una mueca y ni miro las flores que habían llegado de Neuquén por el ómnibus de las diez y media. A la noche fueron juntos al cine. En el entreacto el Gato salió al hall a fumar y la rubia de los Ferreyra se quedó sola en la media luz, con la cartera sobre la falda, leyendo cien veces el programa sin levantar la vista.

El sábado a la tarde el Gato Díaz pidió prestadas dos bicicletas y fueron a pasear a las orillas del río. Al caer la tarde la quiso besar, pero ella dio vuelta la cara y dijo que el domingo a la noche, tal vez, después que atajara el penal, en el baile.-¿Y yo cómo sé? -dijo él.-¿Cómo sabés qué?-Si me tengo que tirar para ese lado.La rubia Ferreyra lo tomó de la mano y lo llevó hasta donde habían dejado las bicicletas.

-En esta vida nunca se sabe quién engaña a quién -dijo ella.

¿Y si no lo atajo? -preguntó él.

Entonces quiere decir que no me querés -respondió la rubia, y volvieron al pueblo.

El domingo del penal salieron del club veinte camiones cargados de gente, pero la policía los detuvo a la entrada del pueblo y tuvieron que quedarse a un costado de la ruta, esperando bajo el sol. En aquel tiempo y en aquel lugar no había emisoras de radio, ni forma de enterarse de lo que ocurría en una cancha cerrada, de manera que los de Estrella Polar establecieron una posta entre el estadio y la ruta.

El empleado del bicicletero subió a un techo desde donde se veía el arco del Gato Díaz y desde allí narraba lo que ocurría a otro muchacho que había quedado en la vereda que a su vez transmitía a otro que estaba a veinte metros y así hasta que cada detalle llegaba a donde esperaban los hinchas de Estrella Polar.A las tres de la tarde, los dos equipos salieron a la cancha vestidos como si fueran a jugar un partido en serio. Herminio Silva tenía un uniforme negro, desteñido pero limpio y cuando todos estuvieron reunidos en el centro de la cancha fue derecho hasta donde estaba el Colo Rivero que le había dado el cachetazo el domingo anterior y lo expulsó de la cancha. Todavía no se había inventado la tarjeta roja, y Herminio señala la entrada del túnel con una mano temblorosa de la que colgaba el silbato.

Al fin, la policía sacó a empujones al Colo que quería quedarse a ver el penal. Entonces el árbitro fue hasta el arco con la pelota apretada contra una cadera, contó doce pasos y la puso en su lugar. El Gato Díaz se había peinado a la gomina y la cabeza le brillaba como una cacerola de aluminio.

Nosotros los veíamos desde el paredón que rodeaba la cancha, justo detrás del arco, y cuando se colocó sobre la raya de cal y empezó a frotarse las manos desnudas, empezamos a apostar hacía dónde tiraría Constante Gauna.En la ruta habían cortado el tránsito y todo el Valle estaba pendiente de ese instante porque hacía diez años que el Deportivo Belgrano no perdía un campeonato. También la policía quería saber, así que dejaron que la cadena de relatores se organizara a lo largo de tres kilómetros y las noticias llegaban de boca en boca apenas espaciadas por los sobresaltos de la respiración.

Recién a las tres y media, cuando Herminio Silva consiguió que los dirigentes de los dos clubes, los entrenadores y las fuerzas vivas del pueblo abandonaran la cancha, Constante Gauna se acercó a acomodar la pelota. Era flaco y musculoso y tenía las cejas tan pobladas que parecían cortarle la cara en dos. Había tirado ese penal tantas veces -contó después- que volvería a patearlo a cada instante de su vida, dormido o despierto.

A las cuatro menos cuarto, Herminio Silva se puso a medio camino entre el arco y la pelota, se llevó el silbato a la boca y sopló con todas sus fuerzas. Estaba tan nervioso y el sol le había machacado tanto sobre la nuca, que cuando la pelota salió hacía el arco, el referí sintió que los ojos se reviraban y cayó de espalda echando espuma por la boca. Díaz dio un paso al frente y se tiró a su derecha. La pelota salió dando vueltas hacía el medio del arco y Constante Gauna adivinó enseguida que las piernas del Gato Díaz llegarían justo para desviarla hacia un costado. El gato pensó en el baile de la noche, en la gloria tardía y en que alguien corriera a tirar la pelota al córner porque había quedado picando en el área.

El petiso Mirabelli llegó primero que nadie y la sacó afuera, contra el alambrado, pero el árbitro Herminio Silva no podía verlo porque estaba en el suelo, revolcándose con su epilepsia. Cuando todo Estrella Polar se tiró sobre el Gato Díaz, el juez de línea corrió hacía Herminio Silva con la bandera parada y desde el paredón donde estábamos sentados oímos que gritaba: "¡no vale, no vale!".

La noticia corrió de boca en boca, jubilosa. La atajada del Gato y el desmayo del árbitro. Entonces en la ruta todos abrieron las botellas de vino y empezaron a festejar, aunque el "no vale" llegara balbuceado por los mensajeros como una mueca atónita.Hasta que Herminio Silva no se puso de pie, desencajado por el ataque, no hubo respuesta definitiva. Lo primero que preguntó fue "qué pasó" y cuando se lo contaron sacudió la cabeza y dijo que había que patear de nuevo porque él no había estado allí y el reglamento decía que el partido no puede jugarse con un árbitro desmayado. Entonces el Gato Díaz apartó a los que querían pegarle al vendedor de rifas de Deportivo Belgrano y dijo que había que apurarse porque esa noche él tenía una cita y una promesa y fue otra vezbajo el arco.

Constante Gauna debía tenerse poca fe, porque le ofreció el tiro a Padini y recién después fue hacía la pelota mientras el juez de línea ayudaba a Herminio Silva a mantenerse parado. Afuera se escuchaban bocinazos de festejo y los jugadores de Estrella Polar empezaron a retirarse de la cancha rodeados por la policía.El pelotazo salió hacía la izquierda y el Gato Díaz se fue para el mismo lado con una elegancia y una seguridad que nunca más volvió a tener. Costante Gauna miró al cielo y después se echó a llorar. Nosotros saltamos del paredón y fuimos a mirar de cerca a Díaz, el viejo, el grandote, que miraba la pelota que tenía entre las manos como si hubiera sacado la sortija de la calesita.

Dos años más tarde, cuando él era una ruina y yo un joven insolente, me lo encontré otra vez, a doce pasos de distancia y lo vi inmenso, agazapado en punta de pie, con los dedos abiertos y largos. En una mano llevaba un anillo de matrimonio que no era de la rubia de los Ferreyra sino de la hermana del Colo Rivero, que era tan india y tan vieja como él. Evité mirarlo a los ojos y le cambié la pierna; después tiré de zurda, abajo, sabiendo que no llegaría porque estaba un poco duro y le pesaba la gloria.

Cuando fui a buscar la pelota dentro del arco, el Gato Díaz estaba levantándose como un perro apaleado.-Bien, pibe -me dijo-. Algún día, cuando seas viejo, vas a andar contando por ahí que le hiciste un gol al Gato Díaz, pero para entonces ya nadie se va a acordar de mí.

lunes, 21 de abril de 2008

Django Reinhardt



Minor Swing

"Esa guitarra que ríe y llora, guitarra con voz humana". Eso escribió Jean Cocteau acerca de la forma de tocar de un músico absolutamente genial, capaz, como pocos, de conmover de una forma muy profunda y totalmente duradera el alma de cualquiera que se acerque a su música. Una música que tiene su origen en todas las limitaciones que Django (Jean Baptiste, era su nombre auténtico) Reinhardt tuvo que superar a lo largo de su vida, desde su ausencia de conocimientos musicales, hasta el accidente que condicionó su forma de tocar.

Tanto cuando se lanzaba a tocar con un ritmo desenfrenado, como cuando se enfrentaba a las piezas más lentas, líricas, el estilo de Django brilla con luz propia, y mucho más cuando se junta con el violinista Stephane Grapelli, con quien tocaría durante varios años hasta que la Segunda Guerra Mundial los separó creando un paréntesis que se retomaría al final de la contienda.

Este guitarrista genial, del que Mercer Ellington definió como el músico de jazz "más creativo nacido fuera de los Estados Unidos", nació en el seno de una familia de gitanos (de ahí el sobrenombre de "El Gitano") nómadas en la localidad belga de Liberchies en enero de 1910, que para ganarse la vida hacían el clásico número de la cabra y el oso con el acompañamiento musical del violín del padre y luego con el bajo de Django. Unos dicen que a los 9 y otros que a los 13 años, el caso es que desde muy joven se empezó a imbuir de la música tradicional de su pueblo, que acabaría por fusionarla con el swing para lograr un estilo absolutamente inconfundible.

A esa forma de tocar contribuyó el desgraciado accidente que se produjo cuando tenía 18 años, y posiblemente por la caída de una vela sobre unas flores artificiales, que su mujer vendía por los pueblos por los que pasaban, se originó un pavoroso incendio que llevaría a Django a quedar postrado en una cama de hospital durante 18 meses, y con las secuelas de dos dedos de su mano izquierda (el cuarto y el quinto concretamente). Durante la convalecencia se produjeron dos hechos que serán determinantes para su carrera posterior; por un lado su hermano se regaló una guitarra y, por otro, empezó a escuchar los primeros discos de Duke Ellington y de Louis Armstrong.



La incapacidad que tenía en su mano izquierda le obligó a inventar un nuevo sistema de digitación para poder tocar el instrumento, y gracias a su tesón logró sacarlo adelante, y eso también va a ser fundamental a la hora de entender los sonidos que lograba extraer de la guitarra acústica. Luego, en las grabaciones de Duke y de Louis, Django encontró una perfección formal que provocaron su admiración y el interés subsiguiente por adentrarse en esas espesuras musicales.
La carrera de Django empezó a despegar cuando unos amigos le presentaron al cantante Jean Sablon, y, un poco después, entra en contacto con Stephane Grappelli, un violinista también dotado de una enorme sensibilidad musical. Entonces se forma el Quintette du Hot Club, formación que tomó el nombre del parisino Hot Club en el que se tomó la decisión de formar el quinteto, en el que también se integraron su hermano Joseph y Roger Chapul, ambos guitarristas, y con Louis Viola al bajo, además, claro, de Grappelli y Django. Apoyados por el crítico Hugues Panassie, inmediatamente dieron el salto a la fama y dejarían tras de sí más de 200 grabaciones antes del estallido de la guerra.

El conflicto bélico les cogió en Gran Bretaña, y todos, excepto Grappelli, decidieron regresar a la Francia que terminaría ocupada por el ejército alemán. Allí, Django pudo evitar la persecución que sufrieron los gitanos gracias a la protección de un jerarca nazi admirador de su música, y creó un quinteto con la incorporación del clarinetista Hubert Rostaing en sustitución de Grappelli.

La llegada al París de postguerra de diferentes músicos norteamericanos, le permitió conocer a gente como Mel Powell, Peanuts Hucko o Ray McKinley, y en 1946 llevó a cabo un gira por los Estados Unidos integrándose como solista en la banda de Duke Ellington, a quien se dice que llegó a dejar plantado en un concierto cuando camino de la sala en la que iban a tocar se encontró con un local de billar, juego que le gustaba mucho, y se paró a jugar unas partidas lo que hizo que llegara al concierto cuando éste ya había comenzado. Durante esa gira ni la crítica ni el público estuvieron especialmente cálidos con el músico belga y eso le decepcionó un tanto. En esos momentos ya estaba tocando la guitarra eléctrica, un instrumento con el que no alcanzó el nivel de virtuosismo que había conseguido con la acústica.

En los años que siguieron al final de la guerra, Django asume los postulados musicales del be-bop, y llegaría a tocar con Dizzie Gillespie, hasta que en 1953, a la edad de 43 años, fallece en Fontainebleau de una hemorragia cerebral, dejando tras de sí un legado musical de enorme importancia y que le convierte en inmortal.


Django Reinhardt - Film Clip 1952

viernes, 18 de abril de 2008

Hannah Collins: Parallel


En la iglesia de la Universidad Laboral de Gijón, se puede ver hasta el próximo 27 de abril, uno de los últimos trabajos de la artista multidisciplinar, Hannah Collins (Londres 1956), y que ha titulado Parallel. Consiste en tres video proyecciones simultáneas con sonido en las que se superponen las vidas de tres inmigrantes africanos, con distintos orígenes, en tres países europeos como son Barcelona, Italia y Gran Bretaña.

Para llegar hasta la exposición hay que adentrarse en un espacio señalado con unas tenues lucecitas en el suelo que marcan un camino que conduce a un gran círculo, mientras las tres pantallas marcan los tres lados de un triángulo en cuyo centro permanece el espectador, colocándolo en una situación que hace que se olvide de que lo es y se convierta en un elemento más de tres historias que se superponen.

Son las historias de Pamela Anyoti, universitaria originaria de Uganda que trabaja en Roma para la FAO, y que sufraga la construcción de una escuela autosuficiente en su pueblo natal; de Dewa Abdousalaam, un ex jugador de fútbol camerunés que se busca la vida por las calles de Madrid; y de Constantine Diomonde, una costamarfileña residente en Londres.

Personas que han visto que sus coordenadas de referencia vitales se han transformado radicalmente, y cada uno de ellos busca su camino a la hora de sacar adelante sus vidas y de ayudar, en la medida en la que pueden, a sus familias africanas. Son personas que han visto como sus raíces de todo tipo quedaban despegadas de la tierra, como han tenido que dejar atrás su cultura y aprender a sobrevivir en un mundo nuevo que no les permite mantener todo aquello que les ha servido para definirse, por un lado, como individuos y, por otro, como miembros de una comunidad.


Sus vidas se muestran casi de forma simultánea, las palabras coincidentes en el tiempo convierten la estancia en un cruce de mensajes, de palabras que nos cuentan sentimientos, vidas, sueños, penurias, y todo a la vez, obligando al espectador a escoger, a prestar atención hacia un lado, mientras otro pugna por conseguir que le escuchemos, en lo que puede entenderse como una metáfora de una cotidianeidad en la que convivimos continuamente con mensajes que pugnan por imponerse unos a otros, que luchan por captar nuestra atención atontada por tanto bombardeo. Eso nos impide conocer las vidas de los otros, de esas otras personas que conviven con nosotros y a los que prestamos la misma atención que si fueran invisibles.

Parallel es una muestra más de la preocupación que esta artista británica siente por los grupos humanos asentados en lugares diferentes a los suyos de origen, con todo lo que eso lleva detrás, desde problemáticas de tipo existencial, a la pérdida de identidad o la construcción de una nueva, la emigración, la marginalidad, la exclusión. Para ello utiliza una forma de contar que no llega a entrar del todo dentro del terreno del documental, pero que se sitúa en esa frontera.

También en la Laboral, pero en el Patio Corintio, se puede ver una exposición fotográfica de Collins, en la que muestra, a través de fotografías de gran tamaño sobre tela, la transformación que ha venido sufriendo la Universidad Laboral para adecuarla a su nueva función como Ciudad de la Cultura, levantando acta visual de ese complejo proceso.

miércoles, 16 de abril de 2008

Iarla O Lionaird



Lament of the Three Marys

Este cantante irlandés es uno de los representantes del folk de la isla con una mayor personalidad, debido principalmente a la conexión que mantiene con las formas tradicionales de interpretar el repertorio de Irlanda, el conocido como sean nós, expresión gaélica que se puede traducir como estilo antiguo.

De una forma sucinta, el sean nós es estilo predominante en la forma de cantar y de bailar. En el caso de las canciones se suelen interpretar en solitario, aunque en ocasiones pueden adoptar la formación del dúo. La influencia de esta forma peculiar de enfrentarse a las melodías es tan profunda que se ha llegado a escribir que "ningún aspecto de la música tradicional irlandesa se pueden entender en toda su extensión, sin un profundo aprecio por el sean nós" (Tomás Ó Cannainn)
Un buen intérprete, introduce diferentes clases de ornamentos y variaciones rítmicas, de modo y manera que cada uno de los versos de la canción tienen su propia personalidad, para dar vida a temas que tienen su base en composiciones poéticas relacionadas con el amor, o con diferentes aspectos de las relaciones entre hombres y mujeres. También aparecen los lamentos, es decir, canciones que hablan de acontecimientos que han causado un fuerte impacto en el subconsciente colectivo de Irlanda, como puede ser la hambruna del siglo XIX, los conflictos políticos, eso sin dejar de lado los temas devocionales. El humor y la bebida son otras de las claves de ese tipo de canciones.

En esa tradición se mueve la figura de Iarla O Lionaird, nacido a la música en un pequeño enclave del oeste de Cork, donde creció escuchando las voces de su abuela y de su madre, dos reconocidas cantantes en el estilo antiguo. Como dice el mismo Iarla, en Irlanda la música tiene una presencia fundamental en los diferentes hitos vitales, ya que se canta en los funerales, en los nacimientos, en las bodas, en cualquier evento, de ahí que la música forme parte inseparable de la vida.



An Cailin Deas Rua

Iarla se fue a Dublín a estudiar literatura y empezó a trabajar como profesor, pero la música que había aprendido en su infancia viajó con él hasta la capital, hasta el momento en el que empezó a pensar que su forma de cantar y aquellas canciones no tenían mucho sentido fuera del contexto en el que se habían desarrollado. Afortunadamente, el acordeonista Tony McMahon le invitó a acompañarle en un concierto en Armagh, y fue ahí donde se dice que Iarla volvió a entrar en contacto con el sentido profundo de aquella música ancestral.

Luego se uniría al Afro Celt Sound System, una peculiar formación que fusiona en su música los ritmos electrónicos contemporáneos, con sonidos llegados desde África y el folk irlandés, para dar vida a un estilo ciertamente original. La compañía Real World grabará a Iarla su primer disco en solitario al que titularon The Seven Steps to Mercy (1997), que despertó el interés de gente como Bono, Nick Cave y Sinead O’Connor.

Con esta última, con el guitarrista Dennis Cahill, y el violinista Martin Hayes, acabarían dando vida a un disco de una belleza extraordinaria, en el que conviven los sonidos industriales con la tradición irlandesa, y que se titula I Could Read the Sky. Disco que sería la banda sonora de la película que se basó en la novela del mismo título, y que hace un recorrido por la vida de un trabajador que emigra desde el oeste de Irlanda hasta las grandes fábricas inglesas, desde un mundo natural a otro lleno de incoherencias, desde un mundo en el que los sonidos provienen de la naturaleza y todo está en armonía, hasta otro donde se imponen los ruidos de las fábricas, del tráfico, en definitiva, todos aquellos sonidos que ya no tienen nada que ver con el mundo natural, y en el que Iarla borda unas interpretaciones realmente fantásticas.



I Am Asleep

lunes, 14 de abril de 2008

Tom Zé




A Volta do Trem das Onze

Bajo el nombre artístico de Tom Zé, se oculta y se muestra al mismo tiempo, el músico brasileño Antonio José Santana Martins (1936), quien ofreció su primer concierto en Asturias el pasado día 11 en el escenario del Teatro de la Universidad Laboral de Gijón. Concierto en el que dejó en evidencia la potencia creativa que caracteriza a Brasil, un país con muchas músicas en su interior, y que no solo tienen que ver con lo que conocemos como música popular brasileña, y ritmos como la bossa nova u otros.

Tom Zé es un representante de una corriente musical que tiene en la experimentación con multitud de sonidos y ritmos, su seña de identidad más evidente, y que dejó patente ante el numeroso público que se dio cita en el patio de butacas. Un artista inclasificable, y auténtico showman sobre el escenario, acompañado por una banda tremendamente eficaz y en la que brilló con luz propia el batería Lauro Léllis, para ofrecer un espectáculo que tuvo mucho de interpretación, con unas coreografías de movimientos casi podríamos decir que epilépticos, y con un apoyo en un vestuario que ayudaba muy bien el contenido lúdico del concierto.

Toques de humor para unas canciones que hablan de la prostitución infantil en su país, o de la política belicista de Bush, con un pero muy importante en las onomatopeyas, hasta el punto de que varios de los temas que cantó eran únicamente onomatopéyicos, lo que le valió para ironizar diciendo que así ya estaban traducidos al español. En definitiva ofreció un espectáculo para ver en directo y no perderse las evoluciones y comentarios del artista, y que seguramente sólo escuchados en soporte discográfico pierden mucha de su intensidad.

Muchos de los temas que tocó en el concierto, son los que forman su disco Danç-Êh-Sá Dança dos Herdeiros do Sacrificio, título con el que Tom Zé quiere reafirmar la idea de que "somos herederos del sacrificio de los esclavos africanos a los que se debe la creación de una cultura nueva que conlleva la aparición de un arte, una música y una tradición", tal y como se recoge en la información que se dio a los espectadores antes del concierto. Disco que le ha valido un premio musical en su país.

La banda que le acompañó sobre el escenario estuvo formada por Lauro Léllis (batería), Daniel Maia (bajo y voz), Cristina Carneiro (teclados y voz), Jarbas Mariz (percusión, cavaquinho y voz), y Sergio Caetano (guitarra eléctrica y voz).

Tom Zé es un músico de largo recorrido que empezó estudiando guitarra clásica, hasta que pasó a la Escuela de Música de la Universidad Federal de Bahía, y entrar a formar parte, a finales de los 60, del movimiento que se denominó "tropicalista", en el que también se movieron gente como Caetano Veloso, Gilberto Gil (ahora ministro de Cultura brasileño), Gal Costa, Os Mutantes y Nara Leao. Todos ellos editaron en 1967 un disco colectivo titulado Tropicalia.

El redescubrimiento de Tom Zé fue obra de David Byrne, quien a finales de los 80 editó un recopilatorio del brasileño que fue muy bien acogido por la crítica y el público, hasta que en 1992 saca Hips of tradition, ya con canciones originales después de haber estado varios años sin grabar, y que le abrió las puertas de los escenarios de los Estados Unidos y de Europa, además de Brasil.


Taka-Tá

viernes, 11 de abril de 2008

Spoken World (día 3)

Como todo llega a su fin, el último día del Spoken World tuvo lugar el domingo 9 con un cartel en el que se reunían Mr. Master y Sr. Mansilla, John Cooper Clarke y Alessandro Baricco y Marlango, o lo que es lo mismo el recitado de tintes surrealistas con la poesía punk y la sensibilidad, respectivamente, y para que la fiesta fuera completa, el patio de butacas presentó el mejor aspecto de los tres días.

El dramaturgo y poeta Fernando Mansilla, transmutado para la ocasión en Sr. Mansilla, salió al escenario acompañado por un dúo minimalista, de trompeta y contrabajo, escondido bajo el nombre de Mr. Master, y que fueron un eficaz acompañamiento a la historia del entierro de un grillo de los montes de Toledo, fallecido por el pie de un asesino infantil equipado con unos zapatos de charol negro en los que se reflejaba la luna y la muerte, en lo que fue un juego de inteligencia brillante, divertido, y plagado de originalidad.

Mansilla, vestido con traje gris, narró, cantó y casi rapeó una historia en la que brilló con luz propia un lenguaje de asociaciones insólitas, dentro de un estilo que unos denomina rap-teatro, y otros literatura de baile. El nombre es lo de menos cuando uno se encuentra con un espectáculo que se mueve en esa tierra ignota en el que sólo de adentran los valientes, y en la que la música y el teatro se fusionan para dar frutos exóticos y cargados de vitaminas, en este caso para el intelecto.


John Cooper Clarke

En los finales de los 70 este poeta se erigió como una de las figuras de culto dentro de los poetas asociados al movimiento punk, con una fuerte relación con grupos de la época como The Sex Pistols o The Buzzcocks. Como muchas personas por aquellos años se enganchó a la heroína, adicción que logró superar, y en los 90 volvió a las andadas literarias.

A pesar de la pésima traducción simultánea del discurso que iba desgranando entre poema y poema, el público pudo disfrutar de un recitado a una velocidad increíble, casi de tableteo de ametralladora, para unos textos, la mayoría de ellos ya de cierta antigüedad (de hecho preguntó si había británicos entre el público, y al recibir respuesta afirmativa se disculpó con ellos, porque los textos que iba a recitar ya los habrían escuchado cientos de veces), aderezados con mucho fuck y fucking, claro reflejo del ambiente contra cultural en el que nacieron. Como él mismo dice, más que recitar poesía lo que pretende es divertir a la gente y eso sí lo consiguió.


Baricco y Marlango

La combinación del escritor italiano y el grupo liderado por Leonor Watling, fue el broche de oro a los tres días de Spoken World, en lo que fue una simbiosis perfecta, en la que la música cedió protagonismo a la palabra, limitándose, que no es poco, a apoyar de forma perfecta las palabras que iban saliendo de las bocas del escritor y de la cantante.

Baricco explicó que venía de una región del norte de Italia donde llueve mucho, tanto que esa lluvia llega a calar por dentro a las personas, generando un tipo especial de persona, un tanto reacia a la hora de mostrar sus sentimientos. Ejemplo de ello fueron las lecturas que escogió de algunos de sus autores italianos favoritos, especialmente la historia del niño que se da cuenta de que su padre se va a suicidar y es el único de la familia que se da cuenta. Una historia de gran sensibilidad que revela los pasadizos más recónditos del alma humana.

Fue Leonor Watling (quien está en el reparto de la primera película del italiano que lleva por título Twenty one) la encargada de leer un fragmente de la obra de Baricco titulada Oceano Mare, un ejemplo más de la riqueza expresiva y de la profundidad que se esconde bajo las palabras del aclamado autor de Seda y admirador de Borges o de Alice Monroe.

Momentos especialmente intensos se vivieron cuando Baricco y Watling recitaron juntos El penal más largo del mundo, narración breve del argentino Osvaldo Soriano, una historia de una belleza extraordinaria que puso el colofón perfecto a tres días de gran intensidad narrativa y musical, que dejaron en el ánimo en la necesidad de que el año próximo se vuelva a repetir.

miércoles, 9 de abril de 2008

Spoken World (día 2)

EVENTUALMENTE PASO DÍAS ENTEROS SANGRANDO
(POR NEGARME A SER MADRE)

El vientre vacío sangra / exagerado e implacable como una mujer enamorada. / Si los hijos no salieran nunca / del cuerpo de sus madres / juro que tendría uno ahora mismo / para sentirlo crecer dentro de mí / hasta poseerme como en una sesión espiritista / o como si mi bebé y yo / fuéramos muñecas rusas / una llena de la otra / mamá llena de bebé. / También tendría un hijo / si ellos siempre fueran bebés / y pudiera sostenerlo en mis brazos por encima de la realidad / para que mi niño nunca pusiera los pies en la tierra. / Pero ellos llegan a ser / tan viejos como uno. / No alimentaré a nadie con mi cuerpo / para que viva este suicidio en cuotas que vivo yo. / Por eso sangro y tengo cólicos / y me aprieto este vientre vacío / y trago pastillas hasta dormirme y olvidar / que me desangro en mi negación.

El segundo día del Spoken World dio comienzo con la recitación a cargo de la poetisa gallega de Ourense, Miriam Reyes, quien desde los 8 años vivió en Caracas donde estudió en la Universidad Central de Venezuela, y que se ha convertido en una de las principales representantes del spoken world en nuestro país.

Lo que trajo hasta la Laboral fue un conjunto de poemas acompañados por una proyección de imágenes acompañadas de música, que contribuyeron a apoyar muy bien lo que sus palabras querían transmitir. Palabras en las que flota una verdad intensa, primigenia, que tiene que ver con experiencias vitales, y con un conocimiento profundo de una personalidad intensamente femenina, y capaz de llegar a profundidades de esas en las que la presión es muy difícil de resistir.

Nos habló del amor, de la infancia, del sexo, de la soledad, de las decepciones, de una trayectoria vital en suma que se nos revela y nos hipnotiza, para llevarnos a un terreno en el que nos sentimos tímidos, en una zona muy íntima, llena de verdad descarnada y de un concepto muy profundo de mujer.

INMÓVIL

Abandonado a tu pesadez de hombre inmóvil / me miras con antiquísimos resentimientos. / Óyeme bien / soy inocente de tu pasado / no soy tu puta madre / ni tu enferma madre / ni tu loca madre / aunque sea puta loca. / No merezco recibir agresiones ajenas / retrasadas y caducas. / No proyectes sobre mí los espectros de tu niñez / tengo forma, color y dimensiones propias. / Tampoco vengas a mí / llorando como un niño / cuando no lo eres. / Este regazo que te acoge también te desea. / No sobreactúes / a mí también me expulsaron del paraíso / antes de tiempo / y sin notificación previa / ¿a quién no? / Anda hombre / levántate de ti.

Henry Rollins

Cuando Miriam Reyes dejó vacío el escenario, y con sus palabras todavía flotando en el aire, tomó su lugar el norteamericano Henry Rollins, considerado como el auténtico pionero del spoken world. Cantante, compositor, editor, artista de spoken world, escritor y actor, Henry Rollins hizo una puesta en escena de una sobriedad imposible de reducir. En solitario, sin ningún instrumento, proyección o música enlatada, solo, vestido de negro y con el micrófono en su mano izquierda, empezó a hablar y ya no paró hasta pasada una hora.

Discurso muy pegado a la vida, pero sobre todo a la muerte, un elemento éste último en el que no encuentra nada heroico, valeroso, bonito, sino todo lo contrario. Habló de algunos de sus múltiples viajes, y del contacto que tuvo con la muerte en muchos de ellos, incluyendo el más reciente a Pakistán que coincidió con la muerte de Benazir Bhuto.

Un día en el colegio, un niño le pegó mientras le acusaba de haber matado a Martin Luther King, y cuando llegó a casa y se lo contó a su madre, ésta le aconsejó que la próxima vez extendiera su mano y dijera con la mayor de las sonrisas: hola, me llamo Henry y quiero ser tu amigo. Eso no hizo que le pegaran menos, pero con esa filosofía ha ido por todos los rincones del mundo, y dice que esa actitud le ha abierto muchas puertas.

No dejó de lado las críticas al gobierno norteamericano de George W. Bush, un presidente del que dijo que no se preocupa por la economía, ni por la sanidad, ni por la seguridad, sino que nada más que sabe hacer la guerra, y pidió que no se juzgara a todos sus compatriotas por su presidente.

Recordó un primer viaje adolescente a España, con la consiguiente visita a una plaza de toros para ver una corrida, para dejar en el aire una crítica al maltrato que sufre el toro y una metáfora que despertó la hilaridad general, al llamar a los toreros "carniceros muy sexys", por los trajes de luces.

Henry Rollins nos dejó un canto a la vida, al entendimiento, y a acercarnos a los demás con una mente abierta, sin superioridades de ningún tipo, y, a veces, basta con alargar la mano y sonreír para que las puertas se abran. Luego sólo hay que entrar.

lunes, 7 de abril de 2008

Spoken World (día 1)

A lo largo de tres días el teatro de la Universidad Laboral de Gijón, ahora renombrada como Ciudad de la Cultura, acogió el IV Festival Internacional de Spoken World, que por vez primer se celebró de forma simultánea en Palma de Mallorca y Sevilla, además de Gijón. Así, entre el viernes 4 y el domingo 6, se ofrecieron un total de 7 espectáculos en los que la música y la literatura se dieron la mano para formar un binomio mágico.

En el programa del festival se explicaba así: “Palabra y Música no es un festival de poesía con música de fondo, ni un ciclo de música con contenido poético. Es un festival de spoken world, ese género híbrido de espíritu beat en el que se unen recitados de textos (poesía, prosa o prosa poética) con música concebida única y exclusivamente para acompañar a esas palabras. O viceversa. En el spoken world el texto es el protagonista, pero la música se convierte en un elemento indisoluble, sin el que la palabra no tiene el mismo sentido”.

El primer día el cartel acogió por un lado a los poetas asturianos Sofía Castañón y Pablo Texón, quienes compartieron escenario con el grupo holandés Veenfabriek, capaz de hacer una música realmente asombrosa, de una potencia desmedida pero también capaces de crear momentos de una enorme sutileza, y que hacía difícil concentrarse en los poemas a los que les robaron mucho protagonismo, posiblemente debido a la falta de un número suficiente de ensayos previos que hubieran podido mejorar el ritmo de recitado en un caso, y de vocalización en el otro.

Aunque a la gran mayoría de grupos y artistas que pasaron por el escenario de la Laboral no los conocía en absoluto, para mí el gran descubrimiento han sido estos holandeses. Un quinteto que integra en sus propuestas diferentes disciplinas para crear un conjunto que es realmente impactante.

Voet / Foot

Luego tomaría el relevo en el escenario, el norteamericano Willy Vautin, a la sazón cantante del grupo Richmond Fontaine, y que salió a las tablas acompañado por una guitarra y de otro músico que tocó la steel guitar y la trompeta, mientras nos desgranaba textos de su novela Vida de motel, en la que cuenta la vida de dos hermanos que no se pelean, y que por un accidente se ven obligados a cambiar totalmente su vida. Entre lectura y lectura, ofreció algunas canciones en lo que yo creo que fue la actuación más floja de todo el programa, ya que los textos quedaron muy colgados en el aire y sin terminar de quedar cerrados, lo que dejó una sensación de insatisfacción final.

Temas musicales de estética country, menos canónica de lo que estamos acostumbrados a escuchar por estos lares, pero que tampoco dejó nada especialmente reseñable en el aire.

viernes, 4 de abril de 2008

MASH



Mobile Army Surgical Hospital, o lo que es lo mismo, Hospital Quirúrgico Móvil del Ejército, es lo que se oculta detrás de la sigla MASH, que fue el título de una serie que se emitió en Estados Unidos desde 1972 a 1983, producida por la CBS, con un enorme éxito. Serie que tiene su punto de origen en la película del mismo título que dirigió Robert Altman en 1970 y que ganó la Palma de Oro en el festival de Cannes, un Óscar al mejor guión adaptado y tuvo otras cuatro nominaciones.

El argumento de la película y luego el de la serie, se centra en contar con un ácido sentido del humor, las peripecias de un grupo de médicos y enfermeras durante la guerra de Corea, a los que dieron vida en sus principales papeles Alan Alda, Wayne Rogers, Mike Farrell y Loretta Swit.

Probablemente la única manera de mantener algo de cordura en una situación tan difícil como la que supone la guerra, sea poniéndose la coraza del humor negro, de la crítica ácida, para intentar robar a la mutilación y a la muerte algo de dramatismo para hacer mínimamente soportable lo que no lo es. De eso están llenos todos y cada uno de los episodios de esta serie, de cuya crítica no se libra nadie, ni políticos, ni estamento militar.

Hawkeye (Alan Alda) y Traper (Wayne Rogers) son dos auténticos anarquistas que comparten tienda, a la que cariñosamente llaman "La ciénaga", con Frank (Larry Linville), un personaje fanático de las ordenanzas, del orden y que mantiene una guerra sorda con sus compañeros cirujanos, mientras mantiene una relación con la mayor Hullahand (jefa de enfermeras, Loretta Swit). Hawkeye y Traper son dos crápulas simpáticos que cuando no están trabajando están bebiendo la ginebra que elaboran en su propio alambique o persiguiendo enfermeras. Un jefe de unidad (Malean Stevenson, un buen hombre sin afición al mando que sólo piensa en volver a casa con su mujer y sus hijos y pescar, y que se ve metido en todo tipo de problemas "gracias" a sus cirujanos, de los que en muchas ocasiones se libra gracias a su asistente, "Radar" (Gary Burghoff), mote que le viene porque es capaz de oír a los helicópteros antes que nadie, además de ser capaz de adelantarse a los pensamientos del jefe de la unidad.

La interrelación entre todos ellos, provocará un sin fin de situaciones chuscas, tan surrealistas como la propia guerra.

miércoles, 2 de abril de 2008

Solos de trompeta y saxo. Teatro Pausa.

Otra casa, otra Bernarda, Y Antígona trajo el viento, Las noches de amor en el olivar de Liberata la Mora, y Solos de trompeta y saxo. Esos son los montajes que he visto a lo largo de los años, y ya son unos cuantos, del grupo Teatro Pausa que no hace mucho tiempo que ha dado el salto desde la categoría amateur a la profesional. De hecho Solos de trompeta y saxo, sobre texto de Javier Villanueva que también es el director de la compañía, es el primer montaje que yo he visto de este grupo desde su paso a profesionales.

Según declaraciones del propio autor y director en la prensa regional, se trata de un texto descarnado que busca transmitir al espectador la dura realidad de la prostitución, para lo que ha elegido una ambientación de ciudad portuaria en la que se mueven prostitutas sin rumbo fijo, auténticos naufragios humanos. Para ello utiliza una estructura dividida en 7 historias unidas entre sí por la aparición, al término de cada una de ellas, bien de un trompetista o de una saxofonista para que el público sepa cuando termina una y empieza otra.

Una vez vista la obra y conocido el texto, mi sensación es la de una suma de tópicos ya muy vistos en infinidad de películas y en multitud de novelas, y que para nada reflejan la situación real de las profesionales más viejas del mundo, si lo que se quiere es, como se dice, contar la dura situación personal a la que se enfrentan esas mujeres. Ni las situaciones, ni el lenguaje, en ocasiones de un cultismo que sorprende, y mucho, que está a años luz de una realidad aquí convertida en poco menos que en una parodia.

Se trata de un texto muy difícil de defender por actores y actrices de enjundia y verdad, y mucho más por un elenco que muestra deficiencias sorprendentes, como dificultades para moverse por el escenario, entiéndase con naturalidad, mientras que los sentimientos quedan convertidos en muecas, en recitados vacíos de energía, de vitalidad, de eso que separa una interpretación verosímil de una mentira, de un simulacro.

Hay momentos en los que los personajes sufren asombrosas transformaciones, ya que pasan en un segundo de casi no poder andar a, cuando toca el final de escena, pasar a moverse de un modo absolutamente natural cuando se trata de abandonar el escenario, sin esperar a estar en una zona en la que sean invisibles para el público, por no hablar de una borrachera que se diluye con una sorprende velocidad de una frase a la siguiente.

Pretensión de trasladarnos la dureza del mundo de la prostitución, y de lo que hay detrás del sexo mercenario, mujeres con historias duras, con la piel marcada a fuego, que nos deja absolutamente indiferentes, y que recibió el aplauso frío del público.

Pregunta sin respuesta: ¿Por qué se leyó el manifiesto del Día Mundial del Teatro al final de la función y no al principio como es lo habitual y normal?