martes, 30 de marzo de 2010

Izumi Kato (Shimane, Japón, 1969)


A pesar de haberse graduado en la Musashino Art University de la capital japonesa, Kato tardó varios años en dedicarse de forma profesional al mundo del arte. Y es que cuando finalizó sus estudios, su atención estaba puesta en la música lo que llevó a formar parte de una banda.

De regreso al mundo artístico, Kato ha venido desarrollando una obra que si bien tiene reminiscencias muy antiguas ha entrado con mucha fuerza en la contemporaneidad, planteando cuestiones que tienen que ver con lo fundamental de la existencia humana que tiene que ver con la razón y con el instinto.

De hecho su pintura tiene mucho de instintiva, ya que rara vez tiene en su mente el trabajo terminado, sino que este se va desarrollando según va aplicando los colores, muchas veces directamente con las manos, sobre el lienzo. En sus primeros trabajos empezaron a cobrar vida seres embrionarios, larvados con potencialidad para convertirse en seres vivos, seres a punto de metamorfosearse y adquirir una forma humana mientras flotan en lo que parece ser líquido amniótico.

El mismo Kato reconoció en una entrevista concedida a Gianni Romano en 2006, que el hecho de utilizar la pintura de una manera informal es una manifestación de la profunda confianza que tiene en el ser humano y en su poder mental, y de ahí también que sus modelos pictóricos sean los dibujos de los niños, personas con discapacidad y el arte primitivo.


Desde sus inicios ha pintado rostros humanos “con líneas y círculos, como hacen los niños”, dice en la misma entrevista, con un contenido profundamente simbólico, convencido como está de que no es una persona perfecta ni existe nadie que lo sea en el mundo, ya que, como él mismo dice, no “podemos controlar nuestras emociones ni nuestros instintos, y eso nos hace cometer errores”. Sun pintura surge de un impulso tan primario “como el llanto de un niño”, reconoce el propio Kato.

Esos primeros seres que pinta Kato, son figuras que trasladan un sentimiento de soledad, de pérdida, tal vez de abandono, incluso cuando comparten espacio con otras figuras a las que parecen no ver, incapaces como son de tender puentes de comunicación siquiera visual, mientras flotan en unos fondos abstractos, muchas veces de tonalidad uniforme, y con un énfasis en sus cabezas y en los órganos sexuales, remarcando esa dualidad de razón e instinto de la que hablaba antes.


En 2003, el artista japonés que me ocupa hoy, abandona un poco la preocupación por la apariencia externa de sus seres, y pasa a dar una mayor importancia a su vida interior, con unas figuras profundamente emocionales muy relacionadas con el arte primitivo, al que trascienden para permanecer frescas.

Recientemente, Kato también ha empezado a realizar esculturas, como la que expuso en la muestra titulada Lonely Planet, de una figura con apariencia de niño pero de grandes dimensiones que causó un gran impacto en la audiencia.

Cuando Romano, en la entrevista ya citada más arriba, le preguntó si consideraba que el aspecto psicológico era más importante que el formal en su obra, el creador japonés respondió: “Para mí las dos cosas son igualmente importantes, porque necesito de toda mi habilidad. Todo es igualmente importante para mí”.

domingo, 28 de marzo de 2010

Dayanita Singh (Nueva Delhi, 1961)


Fotógrafa india que se inició por la vía del fotoperiodismo para seguir su carrera por derroteros más artísticos pero sin perder nunca de vista a las personas, sus circunstancias, los lugares en los que se desarrolla su vida, los paisajes que las rodean. Personajes que están presentes incluso cuando están ausentes, cuando nos deja esas fotografías de paisajes urbanos, de interiores que parecen abandonados, en los que vemos elementos cotidianos (mesas, armarios…) que nos hacen preguntarnos por las personas que no vemos, ausentes, queremos saber qué ha sido de ellos y porqué han dejado las cosas de esa manera.


Es un juego de presencias y ausencias, un juego muy bello y muy tierno, pero también duro, dramático. Singh ha explicado que “por mi formación como documentalista, mis primeros trabajos están centrados en dramas personales, en esas historias terribles que se viven de puertas adentro”. Unas historias que tienen, en las mujeres a sus protagonistas fundamentales, a través de las cuales habla de “temas universales como el amor o la pérdida”, en palabras de la propia fotógrafa.

Unas fotografías que nos permiten adentrarnos en la diversidad de todo tipo (social, religiosa, cultural) de la India, sin caer por ello en los tópicos, porque si habitualmente las imágenes que nos llegan de ese país nos presentan multitudes subidas en trenes o participando en alguna fiesta religiosa importante, Dayanita Singh nos presenta retratos y lugares por los que han transitado personas, lugares en los que los seres humanos han dejado su huella y por ahí podemos rastrear su presencia en algún momento anterior a la toma fotográfica.


Especialmente emocionantes son los retratos que le hace a Mona Ahmed, un eunuco con el que acabaría por trabar amistad, y que iban a ser publicados en un periódico británico y que terminaron siendo el motivo de un libro. También las internas de un centro de mujeres en Benarés, mujeres de la alta sociedad, son protagonistas de alguna de las series que le han dado fama a Dayanita Singh. Una autora que tiene deudas artísticas con la música y la literatura, tanto occidentales como de la India, como los libros de Michael Ondatjee o Italo Calvino, o el músico indio Zakir Hussain.

Aveek Sen, en su artículo dedicado a esta fotógrafa titulado A distance of one’s own, rastrea otras influencias en la obra de Singh, y cita a pintores como Vermeer, Velázquez y Sargent, en relación a los interiores suntuosos que muestran las fotos de Singh, (¿o son los interiores los que dan forma a las personas?, se pregunta Sen), con “todo el drama de la oscuridad y de la luz, sombras y sustancia, que inviste a sus historias con una belleza inefable”. Composiciones que el autor del artículo también encuentra en el cine europeo de los 50 y 60, y cita La dolce vita de Fellini, La notte y L’avventura de Antonioni, o Last year in Marienbad de Resnais.

Pasado un tiempo, dejará de lado los personajes y pasará a los paisajes, a escenarios que son testigos silenciosos de generaciones invisibles. Motos alineadas en una fábrica esperando a que alguien pase a recogerlas o no, filas de asientos vacíos en un auditorio esperando pacientemente por un público que llegará para sentarse en ellas, o que no lo hará nunca. “La fotografía en blanco y negro es la forma más frágil de arte. Quiero que mis imágenes tengan un interés histórico para futuros investigadores”, en palabras de la propia artista.

jueves, 25 de marzo de 2010

Día Mundial del Teatro

Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro

Por Judi Dench

(27 de Marzo de 2010)

El Día Mundial del Teatro es una oportunidad para celebrar el teatro en todas sus muchas formas. El teatro es una fuente de entretenimiento e inspiración con la habilidad de unificar las muchas diversas culturas y gentes que existen en el mundo. Pero el teatro es más que eso, además provee oportunidades de educar e informar. El teatro se realiza en todo el mundo, y no siempre en el edificio de un teatro tradicional. Las representaciones pueden ocurrir en una pequeña aldea en África, junto a una montaña en Armenia, en una diminuta isla en el Pacífico. Todo lo que necesita es espacio y una audiencia. El teatro tiene la habilidad de hacernos sonreír, de hacernos reír, pero también tendría que hacernos pensar y reflexionar. El teatro se produce a través de trabajo en equipo. Los actores son la gente que se ve, pero hay una sorprendente cantidad de personas que no se ven. Ellos son igual de importantes que los actores y sus diferentes y especializadas destrezas hacen posible que una producción se lleve a cabo. Ellos también deben compartir los triunfos y éxitos que puede –con suerte- haber. El 27 de Marzo es el Día Mundial del Teatro oficialmente. De muchas maneras, cada día debería ser considerado día del teatro, porque tenemos la responsabilidad de continuar la tradición de entretener, educar e iluminar a nuestras audiencias, sin las cuales no existiríamos.

Traducción: Diana Melamet. Argentina

domingo, 21 de marzo de 2010

Nalini Malani (Karachi, Pakistán, 1946)


“No me considero pintora. Para mi la pintura es como un teclado para el compositor. Me ayuda a soñar, para componer ideas que pueden funcionar en muy diversos ambientes”.

La artista que traigo aquí hoy, nace en Pakistán muy poco tiempo antes de que se produzca la traumática ruptura con India, momento en el que su familia se convierte en refugiada y pasa a instalarse en Calcuta. Una experiencia que va a marcar el devenir artístico de Nalini Malani, que tiene en las claves políticas y de defensa de la dignidad de la mujer, pilares que se repiten a lo largo de una trayectoria que se inició vinculada a la pintura y que ahora se extiende al mural, las instalaciones, proyecciones, los juegos de sombras e incluso el teatro.


Desde la ciudad de Bombay, en la que trabaja habitualmente, se ha convertido en una de las artistas indias de mayor proyección internacional desde los años 90. Una artista que pasó una larga temporada trabajando en París, y que con 12 años visitó Egipto junto con su madre, experiencia que reconoce que la ha marcado muy profundamente.

Con un pie en oriente y otro en occidente, con su obra, cualquiera que sea el medio que utilice para expresarse, tiene en la identidad femenina, en la necesidad de luchar por la identidad de sexo femenina en un país profundamente machista como es el suyo, una constante. De ahí que en su obra convivan mujeres arraigadas en la tradición occidental como es el caso de Medea o de la Alicia del País de las Maravillas, junto con otras como Sita, hija de la Madre Tierra Avni, o Mahadeviyaka, una joven del siglo XII que desafió a su comunidad y a su familia rechazando un matrimonio concertado para lo que usó la estratagema de decir que estaba casada con el dios Shiva.


Las influencias que se aprecian en la obra de Malini, tienen que ver, claro está, con le hinduismo, pero también como la tragedia griega y dramaturgos y poetas como Bertold Brecht, Samuel Beckett o Heiner Müller. Un universo que se combina en unas obras muy personales que transmiten preocupaciones que hacen que se las pueda relacionar con artistas occidentales como Nancy Spero o Kiki Smith.

Las mujeres que pueblan las obras de Malini, se nos aparecen dignas en su soledad, descontextualizadas en fondos que no tienen referencia alguna, sobre el que parecen flotar ingrávidas, sin nada a lo que agarrarse ni ningún punto de destino en ningún horizonte. Lo que consigue con ello es crear un imaginario de gran riqueza, que ignora las leyes de la perspectiva tomando como punto de partida la pintura tradicional de su país sobre cristal, que Malini lleva sobre superficies plásticas en las que conviven fábulas y mitos.


Figuras híbridas, con cierto aire carnavalesco convertidas en arquetipos, en señales que marcan un camino, una dirección, una advertencia acerca del daño que les estamos haciendo al planeta y, por extensión a nosotros mismos. Las explosiones nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, o la competencia nuclear entre India y Pakistán, también son puntos sobre los que se detiene la obra de Malini.

Después de la radiación de cientos de soles y la absoluta oscuridad que le sigue, parece que hay una especie de brillante semioscuridad en la que los espectros de la conciencia humana y los restos de la historia perviven con una fuerza inexplicable. Este espacio y tiempo transaccionales son el elemento en el que se mueve la obra de Malani” (Robert Storr)

martes, 16 de marzo de 2010

Lhasa de Sela: la voz de la nostalgia



Los amantes de la voz profundamente humana de esta cantante canadiense, de vida particularmente nómada, se quedaron absolutamente huérfanos el pasado 1 de enero, cuando se conoció la noticia de su muerte. Un cáncer de mama tuvo la culpa de llevarse por delante a una mujer de 37 años a la que sólo le ha dado tiempo a dejarnos tres discos, eso sí, a cada cual más hermoso.

Para entender su música, tal vez sea preciso conocer alguna cosa de su peculiar vida. En sus conciertos solía contar la historia de su abuelo, un libanés que dejó ese país escondido en un barco con rumbo a Marsella, al parecer por una mala relación con su padre. Lhasa, nombre que le puso su madre después de leer el Libro tibetano de la vida y la muerte, creció en una familia de padre escritor mexicano y madre, fotógrafa judía estadounidense, y vio la luz en Big Indian, un pueblo no muy alejado del mítico Woodstock.

A bordo de un autobús escolar convertido en la particular caravana familiar, Lhasa, sus padres, otras tres hermanas, tres gatos, un loro, dos tortugas y un perro, recorrerán de forma incansable las carreteras de los Estados Unidos y de México, hasta asentarse, relativamente, en Montreal (Canadá).

En ese autobús, la familia viaja rodeada de libros y de música; allí se escucha a Chavela Vargas, Violeta Parra, Amalia Rodrigues, María Callas, entre otras grandes voces, y todo eso formará parte del particular crisol musical de Lhasa de Sela cuando inicie su carrera musical. Antes de eso, con 13 años, empieza a cantar en un bar griego de la ciudad de San Francisco donde su voz empezó a despertar admiración entre los propietarios y la clientela del establecimiento.



La llegada a Montreal de la familia tuvo que ver con la entrada de sus tres hermanas en una escuela de circo, y ahí se producirá el encuentro clave con el guitarrista y productor Yves Desrosiers, además de cantar en diferentes locales de la ciudad en los que iba desgranando la melancolía, la nostalgia de sus canciones ante un auditorio más interesado en la charla y la bebida que en la sublime voz de Lhasa.

Con Desrosiers sacará a la luz, en 1997, su primer disco La Llorona, un trabajo que tuvo un éxito inusitado para un disco cantado en español. Y es que Lhasa lo mismo cantaba en español, que en francés que en inglés, y cada canción era como una chispa que surgía en su mente y lo hacía en cualquiera de los tres idiomas, y luego le iba dando forma dentro de un conglomerado en el que lo mismo utiliza esquemas del country, de la música klezmer (la de los judíos de la Europa Oriental), la chanson francesa, el blues, las rancheras…



Nada de eso hubiera sido importante, si Lhasa no estuviera en disposición de dar a sus canciones ese aire intemporal, profundamente humano, de sentimiento muy profundo, con letras que te van empapando como esa lluvia fina que parece que no moja pero que, cuando uno se quiere dar cuenta, está empapado hasta los huesos. Ella dijo alguna vez que quería hacer música “fuerte y humana”, una fortaleza nacida de la sencillez, de la demostración de que una canción no necesita de arreglos extremadamente complicados para ser efectiva, sino más bien al contrario.

Durante la gira con el circo Pocheros, en el que estaban sus hermanas, en 2003 se afincará una temporada en Marsella para dar forma a los temas que se incluyeron en su segundo trabajo al que tituló The living road. Un disco, esta vez cantado en sus tres lenguas madre, en el que es posible vislumbrar el impacto de la luz del Mediterráneo, aunque la grabación final se hizo en Montreal.

Un puñado de canciones de esas que acarician la piel, que nos la ponen de gallina, y que tienen la fuerza para evocarnos momentos, situaciones ancladas en el recuerdo. Mejor que yo lo explica Marion Cassabalian cuando escribe que las canciones de Lhasa de Sela “logran tocar de forma extremadamente melancólica y nostálgica sin caer nunca en la tristeza, a pesar del pesimismo de algunas de sus letras. Sus músicas ponen la piel de gallina, como si fueran caricias; como si pudieran acompañar cualquier recuerdo, cualquier imagen bonita pero pasada, guardada escondida en el fondo del corazón.”

El año pasado esta cantante sacó a la luz su último disco, que tituló Lhasa, ya que consideraba que era su disco más personal hasta ese momento, un disco sacado directamente de su interior, y en el que se expresa como mejor sabía hacerlo. Disco cantado únicamente en inglés y en el que se pueden encontrar otro puñado de canciones en las que lo esencial es su voz, la sencillez, una vez más, y un acompañamiento musical realmente maravilloso, que le dan al conjunto un aire sublime.

La muerte nos ha dejado sin su voz y en el tintero un proyecto en el que pretendía versionar temas de Víctor Jara y de Violeta Parra. La nostalgia, su nostalgia, se ha quedado con todos nosotros.

lunes, 15 de marzo de 2010

Queda prohibido

Hace ya algún tiempo, publiqué aquí este poema que un amigo me había dejado y que no tenía clara su autoría. En algunas páginas web lo encontré atribuido a Pablo Neruda, atribución que no me parecía la adecuada. Ahora, hace unos días, una amiga, Vanesa, me sacó de la duda y me puso en el buen camino y se lo agradezco. Para que conste, el autor del poema es el vizcaíno Alfredo Cuervo Barrero.

¡QUEDA PROHIBIDO!

¿Qué es lo verdaderamente importante?,
busco en mi interior la respuesta,
y me es tan difícil de encontrar.
Falsas ideas invaden mi mente,
acostumbrada a enmascarar lo que no entiende,
aturdida en un mundo de irreales ilusiones,
donde la vanidad, el miedo, la riqueza,
la violencia, el odio, la indiferencia,
se convierten en adorados héroes,
¡no me extraña que exista tanta confusión,
tanta lejanía de todo, tanta desilusión!
Me preguntas cómo se puede ser feliz,
cómo entre tanta mentira puede uno convivir,
cada cual es quien se tiene que responder,
aunque para mí, aquí, ahora y para siempre:
Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un día sin saber qué hacer,
tener miedo a tus recuerdos.
Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.
Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus deudas y el mal humor.
Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles sólo cuando los necesitas.
Queda prohibido no ser tú ante la gente,
fingir ante las personas que no te importan,
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,
olvidar a toda la gente que te quiere.

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,
tener miedo a la vida y a sus compromisos,
no vivir cada día como si fuera un último suspiro.
Queda prohibido echar a alguien de menos sin
alegrarte, olvidar sus ojos, su risa,
todo porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su pasado y pagarlo con su presente.
Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen más que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.
Queda prohibido no crear tu historia,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita.
Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual.

Alfredo Cuervo Barrero

martes, 9 de marzo de 2010

Pipilotti Rist (Rheintal, Suiza, 1962)



“Hacer vídeos… significa hacer terapia familiar; la televisión es un miembro de la familia que habla. Si mi trabajo es intenso, honesto y bueno, entonces su función terapéutica es también mi relevancia social”.

“En los noventa había una gran discusión sobre el porno en los círculos feministas. Y mi pregunta era: ¿por qué perdemos tanto tiempo en decidir lo que está mal? Por eso quise hacer una pequeña y humilde propuesta: qué sería para nosotras una película erótica. Y la primera diferencia que encontré es que no estoy tan interesada en ver a dos personas besándose o haciendo el amor como en saber qué sienten, o qué ven si están muy cerca de la otra persona y abren los ojos y está ahí, en primerísimo plano. Fue como una aproximación a un porno alternativo”.

“Quiero ser subversiva-sutil”.


“Y nuestra realidad es tan compleja que ya no hay una manera fácil de ser subversivo. La guerrilla-publicidad no es lo mío. Creo que si haces una declaración pretendidamente dura e izquierdista en el arte, lo siento, eso no es subversivo porque el ochenta por ciento de la gente interesada en el arte piensa como tú. Si pretendo ser subversiva sólo para complacer a algunos comisarios de exposiciones, lo siento, eso no es subversión sino oportunismo. Y tampoco quiero hacer masturbaciones diciéndole a la gente de manera superficial cosas que la gente ya sabe. Por eso me interesa más aquello que es difícil expresar con palabras. Por ejemplo, nuestra vida cada vez más monitorizada: el conocimiento, la ciencia, los sentimientos. Por eso hice así mi trabajo en Times Square de Nueva York. Subversión de un modo sutil, sin eslóganes”.

“Decidí que mi trabajo debía dar esperanza, aunque sin ignorar el dolor, la melancolía y el miedo”.

“Aprecio a colegas míos que hacen un arte donde el dolor y los problemas son centrales, pero yo decidí que mis obras debían tener aliento, y vuelo, y escapada. Mi trabajo debía ser una huida hacia adelante en forma de ritual”.


“Para mí, una mujer desnuda simboliza al ser humano, lo mismo que el hombre dibujado por Leonardo da Vinci”.

José Guirao: “La obra más elogiada por la crítica en la Bienal de Venecia fue Homo sapiens sapiens. Fue la confirmación de su talento como artista audiovisual, y uno de los trabajos más importantes presentados. Las obras de Pipilotti Rist arriesgan cada vez más, y su vitalidad sigue siendo radical, por eso llega y emociona. Puede que determinada gente del mundo del arte se sienta molesta porque Pipilotti Rist trabaje con la piel, con esa emoción primaria, y no sólo con la mente; parece que les molesta que conecte y que se comunique a un nivel amplio; pero pienso que ese sentido lúdico, esa magia primaria, esa capacidad para servirse de la tecnología audiovisual y lograr frescura, plasticidad y energía es una de las vías por las que se encamina el arte del siglo XXI”.

Voz en off en uno de sus videos: “Hoy quiero decir que la vida es preciosa. Mira estos colores, mira ese divertido programa de televisión. Mira el cosmos. Pero mi dolor me ha cegado. El sol se está poniendo. Pronto ya no estaré más alegre. Odio todas las ideas sobre el ideal, que no existe”.

domingo, 7 de marzo de 2010

Idiotas (Man Drake. Toméo Vergès)


¿Se puede ser un angustiado feliz? ¿Hay un tiempo para ser feliz? ¿Se puede vivir angustiado? ¿Con cuánta idiotez cargamos todos los días? ¿Somos esclavos de nuestra propia idiotez? ¿Somos todos una panda de idiotas?

Son muchas las preguntas que deja en el aire el espectáculo que el coreógrafo catalán, afincado en París desde hace más de 20 años, Toméo Vergès, ofreció con la compañía Man Drake, el pasado día 6 en el Teatro de la Universidad Laboral de Gijón. Un espectáculo que muy pronto genera la sonrisa en el espectador, carcajadas en algunos casos, que asiste a un juego entre cinco tipos de idiotez diferentes, encarnada cada una de ellas por un actor-bailarín (cuatro hombres y una mujer)


Sobre un escenario minimalista, un desierto de polvo de mármol blanco, con apenas dos muebles, dos cuerdas que penden del techo, una planta escuálida y una bola de discoteca, se nos van ofreciendo tres cuadros sin un hilo conductor común más que el de las preguntas, en un juego de toques surrealistas en el que ha influido mucho el cine de Buñuel, concretamente la película Simón del desierto (como reconoció el propio coreógrafo en el encuentro que mantuvo con el público al término de la función), y el libro Los hombres ebrios de Dios (Les hommes ivres de Dieu) del francés Jacques Lacarrière.

Un espectáculo a medio camino entre la danza y el teatro, más gestual que de palabra, en el que el universo sonoro no pasa, en muchas ocasiones, de sugerencias sonoras (según la definición a mi modo de ver muy acertada de uno de los espectadores), en las que el silencio es otra de las claves fundamentales en un microcosmos en el que los personajes se ven obligados a cargar con su idiotez particular transmutada en adoquines de granito que condicionan la movilidad, la relación con los demás, la interpretación del mundo que nos rodea, y contra los que se lucha, se les golpea sin conseguir hacer mella alguna.


Tal es el contenido angustioso de un montaje con mucho sentido del humor, que culmina con un final realmente impactante dentro de la sencillez, sin alharacas innecesarias pero profundamente contundente, y es que al final las moscas aparecen y cuando eso ocurre sabemos que el final es inevitable. Se trata de plantear preguntas y nunca de dar respuestas, sugerencias y no caminos trillados, para que cada uno saque la conclusión que mejor le parezca en función de su propia realidad. Es un viaje en el que sólo cabe llevar como equipaje la duda.

Un espectáculo en el que lo mismo que hay elementos muy explícitos, hay otros que entran de lleno en el terreno de lo simbólico, de lo alegórico, y que nos pide que nos sentemos en nuestra butaca y sintamos, nos bajemos de la parte racional y dejemos que nuestro corazón y nuestras tripas, sientan, o no, ya buscaremos luego colocar las piezas del puzzle en el sitio que nos parece a nosotros que encajan mejor.

Cierro con un fragmento de la crítica que se publicó en Le Monde referida a este espectáculo: “Más que el contenido, es el juego malicioso de los intérpretes, la atmósfera amablemente idiota de este patio de recreo para adultos descerebrados lo que hace correr un estremecimiento de placer y complicidad.”

martes, 2 de marzo de 2010

Melody Gardot, la belleza hecha música



Escribo este artículo mientras en mis oídos van sonando las canciones de Worrisome Heart, el disco que con 24 años compuso esta joven voz del jazz norteamericano que responde al nombre de Melody Gardot. No sólo tenía esa edad en 2008, sino que además era su segundo disco, y un compendio perfecto de lo que había sido su primer trabajo discográfico y de lo que fueron sus otros dos trabajos publicados hasta el momento.

Una música que es indisociable de su peripecia personal. Nacida en New Jersey, Melody pasó su infancia y adolescencia en Philadelphia, ciudad en la que, cuanto tenía 19 años, fue atropellada por una furgoneta que hizo un giro prohibido mientras montaba en bicicleta. Accidente que le causó graves secuelas, incluida pérdida de memoria, y que la obligó a pasar una larga temporada postrada en una cama de hospital. Antes de eso, Melody tocaba el piano por diferentes locales de la ciudad y pintaba. Su médico le recomendó que utilizara la música como vehículo para recuperar su mente, y fruto de eso fue el disco Some Lessons: The Bedroom Sesions (2005), grabado en la misma cama del hospital gracias a una mesa de grabación portátil.

Ese disco llegaría a una emisora de radio local y un periódico de la ciudad le dedicaría un artículo, y eso fue la que la puso en el camino profesional de la música, en el que ha recorrido un breve pero intenso camino gracias a una sensibilidad extraordinaria para la composición, además de tocar el piano y la guitarra, y que convierten a cada una de sus canciones en un mundo de sensaciones, en un cúmulo de experiencias que dejan un sabor intenso, duradero, y en el que confluyen el jazz, el blues, el soul, el country, o los ritmos brasileños.



Ella misma ha dicho en alguna ocasión que “he acabado haciendo algo parecido al jazz, pero yo crecí con mis abuelos escuchando polcas y canciones francesas [de ahí algún toque cajún que es posible rastrear en alguna de sus temas], y mi madre era una hippie que escuchaba a gente como James Taylor o los Beatles”. Precisamente a su abuela, a la que le gustaba mucho la película El mago de Oz, debe una versión muy especial del tema Over the Rainbow que suena en su disco My One and Only Thrill.

Música sencilla, que no simple, a la que alguien calificó de “la paz hecha música, de enorme sinceridad, y con letras que hablan de temas que conoce bien, de desamores, de su accidente, que la insertan poderosamente en esa corriente musical norteamericana que, según dice Carlos Galilea, va del jazz a la bossa nova. El mismo Galilea califica la voz de Melody Gardot como “carnosa siempre al servicio de la canción”.

Su carrera la inició con el ya citado Some Lessons: The Bedroom Sesions (2005), al que seguiría Worrisome Heart (2008), Live from Soho (2009) y My One and Only Thrill (2009). Con el segundo de esos trabajos se presentó en el Festival de Jazz de Montreal, en el que causó sensación por la comprensión profunda, la fuerza y la simplicidad de sus melodías, y que le han valido comparaciones con Peggy Lee y Julie London.

Sea como fuere, y desde un punto de vista únicamente relacionado con el puro goce musical, Melody Gardot ha compuesto hasta la fecha un puñado de canciones que nos hablan de lo que nos pasa con suavidad, sin sobresaltos, pero con profundidad. Música reñida con las prisas, con el consumo rápido, y que, por el contrario, pide compañía, escucha activa y relajarse y disfrutar con las atmósferas que cada uno de los temas nos va creando.