domingo, 30 de mayo de 2010

Richard Serra (San Francisco, Estados Unidos, 1939)


“Rompió con las convenciones como ningún otro escultor, si bien conservó el lenguaje elemental de la plasticidad en su forma más estricta. Serra es ese bicho raro, un escultor genuino que sometió paisajes y ciudades enteras a su escultura. Al hacerlo, tomó el peso, la masa, la gravedad y su desarrollo hacia la dirección, la secuencia y el horizonte y los transformó en aspectos escultóricos”. (Cita extraída del capítulo Posminimalismo: intensidad sensorial y expansión del arte, incluido dentro de la obra colectiva Arte del siglo XX, editada por Taschen)

Después de haber tenido la suerte de disfrutar de la obra de este escultor norteamericano, hace ya unos años, en el Guggenheim de Bilbao, la noticia que saltó a los medios de comunicación de que será el próximo Premio Príncipe de Asturias de las Artes, me llenó de satisfacción. Y es que entrar en contacto con una obra de Richard Serra deja un cúmulo de sensaciones que no se olvidan.


“Viendo la obra de Velázquez me di cuenta de que quería explorar la relación entre objeto y sujeto. Quería colocar el sujeto en la percepción del movimiento de quien ve la obra. Ése fue el mayor descubrimiento de mi vida”. (Richard Serra, citado por Isabel Lafont) Fue precisamente en un viaje becado por Europa cuando Serra empieza a tomar conciencia de que su camino artístico tiene que ir por la vía de la escultura, pero no una escultura cualquiera.

El propio autor ha comentado alguna vez que uno de sus primeros recuerdos de infancia, con cuatro años, es el Golden Gate de San Francisco que cruzaba con su padre cuando éste iba al astillero en el que trabajaba y veían como botaban los barcos al agua. Más tarde, en su época de universitario trabajó en una acería, sucesos todos ellos que luego tomarían carta de naturaleza cuando iniciara su trabajo artístico.


Un trabajo que empezó con el uso de plomo fundido que lanzaba contra paredes y suelos para dejarlo luego solidificarse, o el caucho material que colgó en bandas en una pared. Luego, en los años 70, mientras estaba trabajando con Jasper Jones, en la creación de una pieza “se me ocurrió poner una lámina en un rincón. A partir de ese acto comencé a entender de manera diferente el espacio y comencé a apropiarlo de otra manera”, según dice el propio Serra en una entrevista en la revista Terra Magazine, que firma Naief Yehya.

“Lo que a mi realmente me interesa es la construcción de espacios, y el acero es el material que me permite crear estos espacios y me da la facilidad de fabricar formas muy particulares. Pero el acero es sólo la envoltura, es la piel de los espacios. Lo importante es el movimiento y las sensaciones, no el volumen ni el peso. La materia impone su propia forma a las formas”, afirma el artista en la entrevista citada anteriormente.

Serra suprimió las bases de sus esculturas, colocándolas directamente sobre el suelo, lo que consigue acercar la obra al espectador, a un viandante o visitante de un museo, que se encuentra ante unas esculturas de grandes dimensiones que invitan a recorrerlas, a entrar en su interior, a volcar sobre ellas el bagaje de todo tipo que llevamos dentro, por lo que cada uno de nosotros va a tener una experiencia absolutamente personal e intransferible.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Youn Sun Nah



No es habitual encontrarse con una voz jazzística llegada desde el Lejano Oriente, y menos desde un país como Corea del Sur, en el que el jazz es considerado como un género musical underground, complejo de entender y que está muy alejado de la tradición musical del país. Entre eso y que Sun Nah no empezó a dedicarse a la música hasta los 27 años, no deja de sorprender la carrera de esta coreana que se inició en el mundo de la moda, hasta que cansada de ella se presentó a un casting para tomar parte en una comedia musical, consiguiendo el papel.

Ya metida en ese mundo (su madre era cantante y su padre director del Coro Nacional de Corea), descubrió que la canción podía ser su lugar, aunque todavía no sabía a qué estilo musical iba a ponerle voz. Un amigo le dijo que era muy mayor para ser cantante clásica y le recomendó el jazz. “¿Y qué es eso del jazz?”, dice ella misma que le preguntó a su amigo porque, como para muchos coreanos, le era un mundo totalmente desconocido.

Parece que entre la respuesta de su amigo y que tenía verdadero interés por la canción francesa, tomó rumbo a París para adentrarse en esos paraísos musicales. Ya en la capital francesa empieza a descubrir las voces de Billie Holiday, Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald, que le causarán una impresión muy profunda y el convencimiento de que nunca iba a poder cantar como ellas. El camino que habría de tomar en su carrera jazzística pasó entonces por voces contemporáneas como las de Norma Winstone, Sidsel Endressen y Mari Boine, hasta dar forma a su estilo personal que algunos críticos han colocado entre Björk y Melody Gardot.



Un estilo vocal capaz de aportar registros muy diferentes, muy rico en matices, de un gran virtuosismo y con una carga de intimismo que deja en sus canciones un poso delicado y, como dice Cándido Querol: “toda una enciclopedia del buen gusto”. Frase que aplica al que hasta el momento es el último disco de Sun Nah, titulado Voyage, editado en el 2009, y en el que canta junto al guitarrista sueco, Ulf Wakenius, y el bajista, también sueco, Lars Danielsson, con los que establece una relación extraordinariamente rica para dejarnos un disco en el que todos ellos hacen una demostración de su virtuosismo en temas tan diversos como el Jockey full of bourbon de Tom Waits, el Calypso Blues de Nat King Cole, o el tema tradicional norteamericano Shenandoah, de profundo significado para nuestra cantante, quien recuerda haberlo escuchado de niña y aunque no era capaz de entender la letra, si recuerda como no podía evitar echarse a llorar cada vez que la escuchaba, y reconoce que eso hace que se sienta profundamente cautivada por esa canción.

El encuentro entre Wakenius y Sun Nah, que tuvo lugar en Corea, ha supuesto un nuevo arranque musical en la carrera de la cantante, y es habitual que ofrezcan conciertos a dúo por todo el mundo dejando constancia de la gran química que existe entre ellos en el escenario, y que les está llevando a trabajar en un proyecto que suena muy interesante, de pasar al lenguaje jazzístico temas tradicionales coreanos.

Sun Nah reconoce que se siente atraída por los temas con un toque melancólico, trágico y romántico, aunque no se considera una personalidad “oscura” en absoluto, y piensa que eso puede tener algo que ver con el alma coreana, y visto lo visto en cuanto a resultados musicales no hay nada que objetar a ello.

Discografía: Reflect (2001), Light for the people (2002), Down by love (2003), So I am (2004), Memory Lane (2007), Voyage (2009)

domingo, 23 de mayo de 2010

Blanca Andreu

Amor mío, amor mío, mira mi boca de vitriolo...

Amor mío, amor mío, mira mi boca de vitriolo
y mi garganta de cicuta jónica,
mira la perdiz de ala rota que carece de casa y muere
por los desiertos de tomillo de Rimbaud,
mira los árboles como nervios crispados del día
llorando agua de guadaña.

Esto es lo que yo veo en la hora lisa de abril,
también en la capilla del espejo esto veo,
y no puedo pensar en las palomas que habitan la palabra
Alejandría
ni escribir cartas para Rilke el poeta.

De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall (1980)

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Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve...

Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve,
cómo será así extraño,
cuando tú ya no estés,
la catedral del día,
el claustro que condensa la gran edad de la luz
y el carácter de las tormentas.

Amor mío, amor mío, tú sin día para ti,
enjambrado entre espejos y entre las cosas malas,
muerta la plata trascendental
y las ya antiguas anémonas de égloga,
muerta esta versión, que ahora oscuro, y declino, para leerla, más joven.

Amor mío de nunca, afiebrado y pacífico,
versos para el pequeño pulpo de la muerte,
versos para la muerte rara que hace la travesía de los teléfonos,
para mi mente debelada versos, para el circuito del violín,
para el circuito de la garza,
para el confín del sur, del sueño,
versos que no me asilen ni sean causa de vida,
que no me den la dulce serpiente umbilical
ni la sala glucosa del útero.

El sueño oscuro (1994)

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Lo que tuve y lo que no tuve y acaso aquello que mi mano solitariamente asilaba...

Lo que tuve y lo que no tuve y acaso aquello que mi mano
solitariamente asilaba,
todo lo que ahora escucho maldecir y llamear.
Del mismo modo que escucho tu nombre golpeando fragua
mítica,
sonando en metal de saga,
en herrería blanca que aún me quema.

Báculo de Babel (1982)

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Marina

Te he visto, océano
te he galopado
a lomos de un violín
de madera pulida
de un potro alabeado
del color del cerezo
y eras, océano
un prado
de hierba azul
en movimiento.

Como si fueras
el propio olvido
te he visitado
océano
emperador de las aguas
espejo profundo del cielo
y he visto en tus eternas barbas de espuma
cereales azules y flores del silencio.

El sueño oscuro (1994)

martes, 18 de mayo de 2010

Javier Lostalé

Hablabais

Hablabais, y las mismas palabras
de un mismo tiempo parecían llegar.
Sofocados exprimíais vida
donde sólo muerte había.
Cielos nuevos querían traer
hasta vuestros ojos un soplo de amor,
pero eran ya sólo vacías sombras
en la que desesperadamente se abrazaban
cuerpos en silencio que el aire quemaba.
Las palabras, enfermas, resbalaban
sobre los pechos de los allí caídos,
y alguno, dulcemente se iluminaba a veces,
como si todavía posible fuese la vida;
pero pronto un oscuro deseo
en la sangre crecía
y mudos ya para siempre quedaban.
Sus cabellos, como lentas llamas
alumbraban paisajes tristes
y un corazón solo
suspendía en su dolor el mundo.
Acaso un pensamiento hubiese podido salvarles
mas sus frentes sin luz yacían,
la memoria ceniza ya sólo de un antiguo fuego,
mientras la tarde era una voz
que en el horizonte los borraba.

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Azul

En la madrugada
todos los trenes tienen los ojos azules
y la memoria de un cuerpo es azul relente.
Entre dos desnudos
hay una sombra azul soledad
como un pájaro a la deriva
que rompe el cristal de los sueños.
Por un pecho pasa sus ramos
la niebla azul de una muchacha
y todo se arrodilla en su espera.
La ausencia riela sus rostros
como un crucero azul hacia imposible beso,
y es que sola baja la que sube sola
y en su aire mueve aurora
que nunca a nadie alcanza.
En la madrugada las camas vacías
no soportan la luz de los faros
mientras sus dueños vagan por la hora azul del deseo.
Y los solitarios regresan envueltos
en invisibles relámpagos azules
que desvanecen cuanto a su playa arriba.
En la madrugada hay charcos de luz
que convierten la mirada de los amantes
en un escalofrío azul.
Las lámparas que se apagan en la madrugada
mantienen una lengua azul
llena de mareas y lunas de armarios.
Cuando en la mesa el árbol se destempla es que llama el amanecer.

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Todos vivimos en la frontera, a un paso de la felicidad y a otro del abandono y el desamparo. Somos unos refugiados sin territorio que estamos pendientes de que alguien nos nombre para sentirnos habitantes de algún lugar. Nos vestimos cada día sin saber cuántos grados de soledad seremos capaces de alcanzar, o si, por el contrario, nos sucederán tantas cosas que hasta nuestra chaqueta se sentirá extraña. Y al arribar la noche no sabremos dónde estamos, cuánto nos queda para llegar a la maravilla o al precipicio. Libramos una batalla con nosotros mismos en la que somos reyes y mendigos. Mientras nos ponemos la corona del triunfo o del dinero, nuestro corazón despojado muestra sus harapos. Todos vivimos en la frontera, en la invisible línea que separa palabra y silencio. Hablamos y no hacemos sino callar lo que realmente queremos decir. Guardamos silencio y nos desnudamos de tanto contar. Abrimos una puerta y cerramos un sueño. Tapiamos una ventana y los ojos se queman con el paisaje. Recibimos una carta y el tiempo pasado borra sus letras. Entre lo claro y lo oscuro navega nuestro pensamiento, y arde cuando sólo quedan las cenizas. Toca la verdad pero se ve deslumbrado por la mentira. Su alma es la razón y, sin embargo, a veces delira. Nada es como es y todo es como nunca fue. Así, instalados en esta frontera del desconcierto, transcurrimos. Nuestros labios mueven el aire del beso y una piel se estremece mientras huye. Nuestras manos se tienden sobre un cuerpo y se vuelven sordas. Queremos hacer algo y nos llaman de otra parte. Nos quedamos quietos y giramos veloces empujados por deseos y presencias. Perseguimos lo imposible y pasamos de largo ante lo que nos ofrece su compañía. Afirmamos estar enamorados y nunca medimos el amor por la calma de los días. Decimos «sí», y sólo pensamos en nosotros. Escribimos «no», y entre las dos letras tiembla la duda. Plantamos una rosa y crece sólo la herida hecha por sus espinas. Todos vivimos en la frontera, anudados a la paradoja, sirvientes del dolor en la alegría y de la ignorancia en el saber. Todos vivimos en una lágrima dentro de la felicidad. Todos tenemos lo que perdemos y escuchamos lo que no nos dicen. Todos habitamos aquello de lo que fuimos desterrados. Todos pregonamos unos principios desmentidos luego por nuestros actos. Y al cruzar a la otra orilla nos ahogamos arrastrados por las voces que ya no oímos. ¡Qué delgada frontera abre y cierra nuestra vida!

domingo, 16 de mayo de 2010

El asedio (Arturo Pérez-Reverte, Alfaguara, 2010)

En algún lado escuché al escritor cartagenero decir que El asedio es un compendio de todas sus novelas anteriores, y una vez leída es imposible no coincidir con esa afirmación. En esta historia encontramos ecos que nos remiten a El Húsar, La carta esférica, La tabla de Flandes o Un día de cólera, por ejemplo.

Una novela en la que se entrecruzan hasta seis historias diferentes, pero con un único personaje principal: la ciudad de Cádiz. Un Cádiz sitiado por los franceses en 1811, en la que conviven prostitutas, comerciantes, soldados, marineros, contrabandistas, policías, políticos, refugiados y todos los elementos de una fauna de ciudad portuaria que, sin saberlo, está viviendo el crepúsculo de su gloria. Una ciudad con mar sobre la que se desarrollan varias partidas de ajedrez simultáneas, viviendo a medio camino entre la angustia y la frivolidad.

Una ciudad en la que se discute el futuro de España, de la que saldrá una constitución de corte liberal que, sin embargo, no servirá para parar el absolutismo real en lo que fue la oportunidad perdida (una más) para convertir a España en un país homologable a sus vecinos continentales. Una Cádiz a la que llegan inquietantes noticias de independencia desde el continente hermano, sobre el que ya sobrevuelan los buitres francés e inglés para hacerse con los despojos.

Para cualquier lector avezado en el universo revertiano, tanto la historia como los personajes tienen un inconfundible aire de familia, con esos personajes enfrentados a la fatalidad desde un heroísmo callado teñido de fatalismo, esas mujeres que saben mucho más de lo que dicen mientras afuera llueve y un siniestro asesino mata con extrema crueldad a mujeres jóvenes.

Asesinatos que cruzan la ciudad, que dejan un rastro de sangre despiadado, mientras un policía busca motivos, causas, porqués, como si la crueldad humana tuviera que responder a algún tipo de lógica. Los hechos se van incardinando en una geografía de la obsesión, en la que cada personaje tiene la suya propia (encontrar a un asesino, la próxima víctima, sobrevivir…).

Patrias personales hechas de jirones de la propia vida y de las ajenas que transcurren por calles en penumbra, donde la luz diurna es tan fuerte que difumina los contornos casi tanto como las sombras de la noche y el mapa se teje a medio camino entre lo folletinesco, la novela policiaca, la romántica y la de aventuras. Un cóctel de 700 páginas para servir agitado pero no revuelto.

martes, 11 de mayo de 2010

Gary Hill (Santa Mónica, California, 1951)



"¿Qué se gana con una descripción, con un recorrido en palabras?
¿Se trata de recordar al espectador que ha visto lo que realmente vio?
¿No sería esto un pisoteo de su memoria, un falso recuerdo, un bosquejo vulgar
de su fascinación, una burda aproximación a la naturaleza de su ajuste a la luz (o a la oscuridad)?” (Gary Hill)

“Esto parece recordar a la naturaleza primaria de un sistema antiguo de señales… La delgada línea entre el lenguaje, la música, el llamado y los gritos animales, subraya la naturaleza impenetrable del sonido, y tal vez deja al espectador con la sensación de haber llegado a un tiempo y un lugar donde no debería estar (o no está): una realidad paralela” (Gary Hill)

“Se trata de encontrarse a sí mismo a través del encuentro con el otro y el espacio entre los dos. Es sobre encontrar el yo –una especie de espejo colocado por otro ser- un ‘barco’ que pasa en la noche, que vislumbra lo que significa estar cerca y ser autoconsciente del extraño, incluyéndonos a nosotros mismos”. (Gary Hill a propósito de Tall Ships [Barcos de vela], 1992)


“La mayor parte del tiempo trato de hacer obras que incorporen una cierta reflexividad pero que a la vez eviten ser demasiado didácticas. La esperanza es que la naturaleza del trabajo resuene con esa reflexión y transmita la verdadera materialidad de la idea a la posición del espectador, lo que en muchas instancias puede circunscribirlo a él mismo como parte de la obra”. (Gary Hill)

“Si pudiera describirse con palabras la experiencia de transitar por alguna de las video instalaciones de Gary Hill, muchos coincidirían en una: desorientación. Acostumbrados –como estamos– a la referencialidad de las imágenes, a interpretar sin demasiadas complicaciones su sentido (es decir, a descubrir el sentido que ya estaba implícito en ellas) y a esperar cierta respuesta más o menos estandarizada de los dispositivos tecnológicos, las obras de Hill producen un efecto inmediato claramente distanciador.” (Rodrigo Alonso)

“Tras un breve período dedicado a la escultura y a obras sonoras producidas a partir de sus materiales de trabajo, Gary Hill comenzó a utilizar el video en los inicios de la década del ‘70. La cinta magnética era aún muy joven; no obstante, Hill entrevió su potencialidad estética y se consagró durante algún tiempo a experimentar con las particularidades de este soporte audiovisual.” (Rodrigo Alonso)

“Influenciado por sus lecturas en semiótica y lingüística, sus obras comienzan a cuestionar la relación entre el sonido y la imagen, y entre ésta y la realidad. Progresivamente, empieza a utilizar textos que confronta a su vez con los elementos previos, en una serie de experimentos audiovisuales que tienden a minar la naturaleza referencial del medio. Sonido e imagen se relacionan de manera forzada o arbitraria, por ejemplo, haciendo que la duración de los fragmentos visuales coincida con la duración de las sílabas de un texto oral.” (Rodrigo Alonso)


“Las video instalaciones van acompañadas, generalmente, por textos de renombrados filósofos (Martin Heidegger, Maurice Blanchot, Ludwig Wittgenstein, Gregory Bateson) o por textos propios desplegados en la lectura.” (Rodrigo Alonso)

“Cogí la cámara y empecé a caminar por ahí”. Así, tan simple y al parecer azarosamente comenzó en 1973 la historia del trabajo “en el vídeo” de uno de los artistas más influyentes y reconocidos de su generación.” (Pilar Ribal)

“Si como videoartista la técnica ha seguido siendo central para él, con los años su obra se fue abriendo progresivamente a la vida del hombre. La electrónica y los media fueron así el laboratorio de ensayo para uno de sus intereses centrales: cómo se transmite, cómo se desplaza o se desvirtúa el mensaje entre los seres humanos; cómo conviven en un mismo escenario las personas y los personajes.” (María Elena Ramos)

“Hill se fue ocupando de contenidos y temas, saberes y objetos extra-artísticos, como los lugares cotidianos de la casa o el taller, las noticias de prensa, la psicología de los individuos, el comportamiento de los animales, las metáforas con lo social y lo político.” (María Elena Ramos)

“Crea aquí una poética del todo y de la parte; de la acotación espacial y del flujo temporal; de la división y el discernimiento como necesidad del ojo analítico que separa y des-compone para mejor comprender; del fraccionamiento como modo imprescindible al discurso tecnológico (y más precisamente al del video o la fotografía, pues cada encuadre es sólo una parte, un fragmento posible de lo visible –o un fragmento imaginario de lo posible). Este discurso fragmentario es en Hill una crítica humanista al extrañamiento del hombre ante lo que debería serle más integrado y reconocible: su cuerpo completo y propiamente suyo, ése que hoy no siempre le pertenece.” (María Elena Ramos)


“Más estructurada que los simples sonidos existe la palabra. Y la obra de Gary Hill también se apega al eterno valor de esa palabra cuando incorpora a su laboratorio de experimentación el lenguaje oral, el texto narrativo y el poético. A esto se agrega un interés más plástico cuando se detiene en el artesanado táctil del libro y cuando toma muy en cuenta la cenestesia involucrada en el acto mismo de leer. Así en muchos de sus trabajos está presente la escritura, con su connatural llamado a la lectura: a que el libro cobre existencia como ser: un ser-leído.” (María Elena Ramos)

lunes, 10 de mayo de 2010

Douglas Gordon (Glasgow, Escocia, 1966)



Con algo más de 40 años, Gordon es considerado desde antes de cumplir los 30, como uno de los creadores más poderosos en el mundo del video arte, un mundo al que está consagrando su vida artística dentro de unos parámetros que lo podrían relacionar con el arte conceptual, ya que las ideas, el mensaje es lo fundamental para Gordon, independientemente de la vía que se utilice para expresarlas.

Las obras visuales de Douglas Gordon subvierten la realidad que el espectador vincula a lo que está viendo, ya que muchas de las imágenes que Gordon vuelca en sus obras provienen de obras muy conocidas de la historia del cine. Ese es el caso de 24 Hours Psycho, una proyección sobre dos pantallas traslúcidas del clásico de Hitchcock, Psicosis, ralentizada de tal forma que el visionado completo de la película habría que hacerlo en 24 horas. Eso distorsiona totalmente la imagen que tiene el espectador de esa película, y, al mismo tiempo, la desazón se acentúa por el hecho de que se está viendo a través de la pantalla la presencia de otros espectadores.



Eso también hace que el espectador se involucre, aún a su pesar, en la obra de arte y entre a formar parte de la misma mientras se interroga acerca de qué es lo que está viendo, y entra a ser una pieza más de un juego en el que se cuestiona el concepto de autoría y de original. Alrededor irá viendo una serie de imágenes muchas veces acompañadas por textos que tienen poco de convencionales, que llaman a la curiosidad y nos demuestran que las cosas o son siempre como nosotros pensamos que son.

En ese sentido, a Graham le gusta trabajar con pares de conceptos como son los de realidad-ficción, bien-mal, verdad-mentira, vida-muerte. En Ahora no (1998), escribe un texto en el que se habla en pasado y en futuro, sin que el presente aparezca por ningún lado. Como dice G. Fernández en theartwolf.com en relación a la obra titulada De Dios nada (1996): “El espectador puede recorrer la sala, leyendo el texto, compartiendo miedos, despreciando otros e incluso imaginándose otros nuevos, bajo la tenue e inquietante luz de las tres bombillas”.

La obra de Gordon Graham tiene también un lado más oscuro, más referida a su propio interior, caso de los cráneos que colecciona y sobre los que talla una estrella de cinco puntas por cada año cumplido. “Estos cráneos se nos aparecen repetidamente dentro de contextos variables. La figura de la estrella alude a la célebre foto que Man Ray tomó de Marcel Duchamp en 1919, en la que se ve una tonsura en forma de estrella de cinco puntas, probablemente un gesto anticlerical”.

Douglas Gordon - moving images from Institut für Kunstdokumentation on Vimeo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Rodney Graham (Abbotsford, Vancouver, 1949)


Seguramente la persona que tomó la decisión de despedir al protagonista de este artículo, de la empresa de distribución de bebidas alcohólicas en la que trabajaba, no sabía el favor que le esta haciendo al mundo del arte. Era el año 1986, y Rodney Graham, después de haber pasado por una diversidad de empleos, empezó a convertirse ahí en uno de los creadores contemporáneos más poderosos a escala planetaria.

Aunque es un tópico decir que se trata de un artista inclasificable, eso no es menos cierto en el caso de Graham, un creador que toca todos los palos habidos y por haber desde la música a la pintura, pasando por la video instalación, la escultura, la fotografía, la producción, incluso actúa y dirige, entre otras cosas más. Eso da lugar a un corpus artístico de enorme magnitud y en el que los conceptos de apropiación y de reinterpretación son claves muy evidentes.


Un artista que tiene en la música un cimiento desde que estuviera inmerso en la escena underground y punk de Vancouver durante los años 70, formando parte de diferentes grupos, y en tiempos más recientes como integrante del grupo Voluminazer o como cantautor. De ahí que podamos encontrarnos en sus obras con reminiscencias tanto de la filosofía de Kierkegaard como del grunge de gente como Kurt Cobain. De esta afición musical el director del CAC (Centro de Arte Contemporáneo) de Málaga, Fernando Francés ha dicho que “es su disculpa para pensar y para reflexionar sobre la sociedad y sus parámetros, sobre los mitos y estereotipos que, con el tiempo, ésta ha ido creando para aumentar sus imperfecciones”.

En el artículo La pluralidad lingüística de Rodney Graham, de Enrique Castaños, se dice, en relación a las fotografías de árboles al revés, que: “presentan una inequívoca filiación neoconceptual: en vez de los depósitos de agua y de las casas de entramado de los Becher, estos árboles de frondosa copa están relacionados con un ámbito que desde siempre ha interesado al creador canadiense: la fenomenología de la percepción”.


Unos árboles que encajan perfectamente en la autodefinición que Graham hace de su filosofía artística. Una filosofía en la que se dan la mano Duchamp y Picasso, y dejo que sea el propio artista quien se explique: “Me sitúo en la tradición duchampiana de la ironía. Aburrido de un trabajo que exigía una explicación constante, opté por un impacto más inmediato. Y eso es Picasso para mí”.

Lo que le interesa a Graham es explorar modos y manera de percibir las cosas, y temas relacionados también con el lugar, al mismo tiempo que se cuestiona de una forma muy poderosa los conceptos de autoría, identidad artística, representación y repetición. Una apropiación que inició en los años 80 “con obras como Lenz en la que manipulé el texto el dramaturgo Büchner”, en palabras del propio autor, técnica con la que reconstruye la realidad y la vuelve a reconstruir según sus propias ideas y convicciones para volver a ponerla delante del espectador y que éste tome su postura.


Ese postura le ha llevado a reinterpretar algunas de las obras de creadores relevantes, como el caso de Picasso, para originar unas nuevas cargadas de ironía y cargadas de un significado que no tenían inicialmente. Para Fernando Francés, Graham también es un “usurpador de imágenes, de conceptos y de música que reconstruye la realidad con una mirada entre irónica y crítica”.