domingo, 31 de julio de 2011

Grayson Perry (Chelmsford, Gran Bretaña, 1960)

Aunque el Stedelijk Museum de Amsterdam organizó una exposición de su obra en 2002, sería un año después cuando Grayson Perry saltara a la primera línea mediática. Y eso por dos razones. La primera por ser el primer ceramista en ganar el Premio Turner 2003 y, la segunda, por acudir a recoger el premio travestido de su alter ego Claire.

El hecho de acudir vestido de mujer a la entrega del premio, no fue una pose para el momento, y es que Perry desde muy joven mostró inclinación a travestirse en femenino en una actitud que le costó serios problemas familiares hasta llegar a una falta de entendimiento que hizo imposible la convivencia.

Su paso por la escena punk de su lugar de origen y la posterior vivencia londinense en la que llegó a competir con Boy George por ver quien llevaba el atuendo más extravagante a los locales de moda, son situaciones que se van a reproducir en sus jarrones, cuencos, tazas realizados en cerámica, con incursiones también en el textil o el dibujo.

Unas obras que vistas desde una cierta distancia aparentan tener un elemento poco más que decorativo, con las formas, los colores. Sin embargo, cuando se pueden ver de cerca de repente todo cambia, toda la primera percepción que habíamos tenido salta por los aires y nos encontramos con un panorama que le han valido calificativos como el de “visionario apocalíptico” que le otorga Henry Little.

Con el uso de técnicas muy diversas, nada habituales en las vajillas tradicionales, Perry da rienda suelta a todas sus contradictorias realidades interiores, a sus experiencias sexuales, a la violencia que nos rodea, con personajes muy bien salidos de una Alicia en el país de las pesadillas, pasadizos a los lados oscuros, miedos, angustias.

Con todo ello, Perry ha conseguido abrir un nuevo camino expresivo al mundo de la cerámica, cambiando radicalmente la concepción de lo que entendemos tradicionalmente por una vajilla cerámica, vinculada a lo utilitario y lo decorativo, y transformada por el genio de Perry en un camino de transmisión de ideas, de ideología, de reflexión.

“Creador de piezas que danzan entre la inocencia y la bofetada, en ellas conviven curiosamente la decoración con la denuncia, y lo onírico con el dolor infantil, la brutalidad y la perversión sexual, en un intento del artista por reflexionar ‘sobre las fracturas de la sociedad contemporánea’. Según comenta sobre sus propias obras, lo que intenta ‘es hacer algo que se vea como una bella pieza de arte, pero en la que, en un examen atento, una polémica o una ideología salga de ella’”, escribe Antonio Arco.

"Mi trabajo siempre ha tenido algo de táctica guerrillera, de aproximación furtiva", dice el propio Perry.

miércoles, 27 de julio de 2011

Blog destacado en el periódico La Vanguardia

Esta mañana el periódico catalán La Vanguardia ha colocado en su sección de Participación, a este espacio como uno de los blogs destacados en el apartado Cultura. Sin duda para mí ha sido una gran noticia.

En el Twitter de La Vanguardia se dice : "La vida no imita al arte, un blog de @AlfredoRguez donde #cultura y #arte tienen valor periodístico".


martes, 26 de julio de 2011

Tomma Abts (Kiel, Alemania, 1967)

“Desarrollo mis cuadros sin ninguna idea preconcebida sobre el aspecto que tiene que tener, entonces, para darle un significado y un sentido de autoevidencia, intento definir las formas de una manera precisa. Entonces los cuadros llegan a ser, a través de las sombras, texturas, etc., más físicos y próximos a algo “real” y no a una imagen de algo. Las formas solo están para eso, no simbolizan nada, no describen nada fuera de la propia pintura. Se representan a ellas mismas”.

Así es como esta pintora alemana, primera mujer en ganar el Premio Turner y cuarta pintora, describe una obra en la que prima la racionalidad por encima del sentimientos en unos cuadros que siempre tienen las mismas medidas de 48x38 centímetros, la medida considera estándar para los retratos.

Abts es una pintora radicalmente abstracta. Las formas que cobran vida en sus cuadros “son la expresión esencial de una idea o de un sentimiento más que la representación de un objeto del mundo real”, como se afirma en esta web. De la misma fuente extraigo esta cita: “Esta distinción entre pinturas de objetos y pinturas que son objetos en sí mismos no es algo meramente visual, sino que representan una ruptura ideológica entre un tipo de arte que busca representar el mundo y otro tipo de arte que busca añadirse a ese mundo o reconstruirlo”.

Formas que se van gestando de forma lenta, a veces incluso durante años, sobre el lienzo, saliendo de las distintas capas de pintura que forman ese espacio que está más allá de la propia superficie del cuadro y que no es fácilmente apreciable por el espectador, salvo fijándose con intensidad.

Así va creando una compleja relación entre la “superficie física de la obra y la forma que describe”, como se puede leer en la web de la Tate, en la que también se explica que Abts suele trabajar en varias obras al mismo tiempo “permitiendo que las ideas migren de un cuadro a otro”.

Eso hace que la propia pintora no tenga una idea exacta de cual va a ser el resultado final de su trabajo, favoreciendo que cada pintura sea un objeto autónomo, independiente en relación a los demás, de tal forma que cada una únicamente es congruente con ella misma. Para poner los títulos a sus obras utiliza un diccionario alemán de nombres propios de personas.

La sensación de profundidad que encontramos en sus obras, está conseguida a través de un meticuloso trabajo con el color, dejando zonas con un color más oscuro que en otras lo que termina dando esa sensación particular. Son pinturas acrílicas o al óleo.

Dejo que sea la propia Abts quien cierre este artículo, y lo hago con esta cita: “No inicio mis obra sobre nada concreto, no hago esquemas antes de ponerme a pintar, sino que trabajo directamente sobre el lienzo”.

lunes, 25 de julio de 2011

Adele, música con alma



Me dejo llevar por el romanticismo, a lo mejor empieza a ser cosa de la edad, pero no puedo evitar pensar en que todavía queda un rayo de esperanza en el mundo de la música cuando leo que la británica Adele (Londres, 1988) ha conseguido vender más discos en los Estados Unidos, al menos durante una semana, que la mismísima Lady Gaga una cantante esta última por la que confieso que siento una indiferencia absoluta.

Y es que la joven británica salida de la Brit School of Performing Arts de Croydon, de la que también han salido cantantes con el rumbo tan perdido como Amy Winehouse, desgraciadamente fallecida hace unos días, empeñada en desaprovechar en vorágines de alcohol y drogas una voz más que apreciable. Kate Nash es otro producto de esa escuela.

La historia de Adele empieza, y en estos tiempos cibernéticos cada vez más carreras musicales empiezan en la red, en MySpace donde ya tenía una legión de seguidores de sus primeras canciones. Un apoyo popular al que luego siguió un premio, incluso antes de que sacara su primer disco en 2008, el Critics Choice Prize, un galardón pensado para destacar a las figuras emergentes en el mundo musical y que Adele tuvo el gusto de inaugurar.

Adele es una cantante que, al revés de lo que ocurre en estos tiempos de marketing e imágenes imposibles, tiene un físico de esos que tantas veces nos encontramos por la calle y, como ella misma ha dicho alguna vez, “no hago música para ser una sex symbol. Hago música para inspirar a las personas, hacer un buen disco y ser parte de la industria musical. Para mí, la imagen no es parte de la música. La música está en los oídos no en los ojos”.

Y añade: “No quiero ser portada del Playboy. Quiero estar en la portada de la Rolling Stone con la ropa puesta”. Fantástica declaración de intenciones que no dejan de tener, seguro que sin haberlo pensado, un mensaje subversivo en medio de una realidad fabricada de apariencias.



Con únicamente dos discos a sus espaldas, titulados 19 y 21, que son los años de edad que tenía cuando los sacó al mercado, Adele ya se ha convertido en toda una promesa del soul, ese ritmo nacido en los Estados Unidos que está teniendo en los últimos años su epicentro fundamental en el Reino Unido y de la mano de un puñado de voces femeninas realmente apreciables.

Dos discos ligeramente diferentes, el primero algo más pop que el segundo que se acerca más a postulados del soul, en los que habla de experiencias personales relacionadas con el amor, el desamor, el dolor que eso produce y como se reacciones en situación de ese tipo. Como muestra basta el botón de su primer single, Chasing Pavements con la que cierro este artículo, una canción que empezó a tomar cuerpo en su cabeza una madrugada después de tener una bronca con su novio de entonces.

Musicalmente hablando, hasta los 16 años no hacía otra cosa que cantar canciones de las Destiny Child para, con el paso del tiempo, ir evolucionando hacia un sonido que ella misma define como “una voz antigua de soul”, y apunta hacia Etta James, Roberta Flack y Ella Fitzgerald como espejos, aunque reconoce que le falta camino para llegar a esa altura.

“Solo quería sacarme a aquel chico fuera de mi pecho y de mi mente”. Esa es la motivación que se esconde detrás de su primer disco, 19, y ese es el alma que cobra vida por los caminos del soul. Palabras y música como particulares exorcistas de un alma rota que cobra vida por medio de una voz llena de matices, de aplomo, de emoción y de sensualidad.

martes, 19 de julio de 2011

Mark Grotjahn (Pasadena, California, Estados Unidos, 1968)


Las pinturas de Grotjahn entran de lleno en el terreno de la abstracción, aunque, dicho esto, también hay que añadir que no es imposible apreciar en sus obras elementos que remiten a referentes reales, casi en una vuelta a los postulados de los primeros pasos del Modernismo en los que realismo y abstracción no eran condiciones excluyentes.

Una forma de pintar que recuerda a Picasso, a quien Grotjahn reconoce como una de sus influencias más permanentes. La obra del malagueño la conocerá a través de libros de arte de su abuelo y a los 15 años ya había leído De lo espiritual en el arte de Kandinsky. Paul Klee o John McLaughlin, un pintor californiano rigurosamente abstracto que consiguió tener una carrera de nivel internacional, son otras de las fuentes de las que bebe nuestro artista.

Una de las obras más conocidas de Grotjahn es su serie Butterfly (Mariposa), basada en los movimientos de esa especie y su representación sobre el lienzo para dar origen a unas obras que contienen un ritmo casi musical, en el que los elementos se nos muestran y se nos esconden, mientras con la mirada buscamos un asidero entre los múltiples puntos de fuga que dibuja el artista.

Una multiplicidad de puntos de vista que rompe con la tradicional perspectiva renacentista para crear profundidad y sensación de tres dimensiones en una superficie que solo tiene dos. Composiciones qua “aluden al desarrollo de las múltiples narrativas que se han ido sucediendo a lo largo de la pintura moderna, desde las visiones utópicas del Constructivismo ruso a las imágenes alucinatorias del Op Art”, como se recoge en la web de la galería Gagosian.


Desde el punto de vista del color, sus obras son básicamente monocromas pero eso no implica monotonía sino todo lo contrario. El color vibra, oscila, cambia y ayuda a crear esas superficies a partir de múltiples puntos de fuga, como decía antes, hasta convertir a las obras en una suerte de elementos totémicos de la cultura contemporánea.

“Siempre estuve interesado en la línea y en el color. Quería encontrar un motivo con el que poder experimentar”, dice el propio artista en esta entrevista, en la que añade que “quería que mis obras se movieran. Por eso las llamé mariposas bailando [dancing butterflies]. El término bailando se refiere a la música y la música a algo de los pioneros del arte abstracto”.

Los elementos que confluyen en la obra de Grotjahn, adquieren la dimensión de símbolos que hay que leer. Eso ocurre con las letras que señalan a la autoría de la obra que se integran en la obra como un elemento más, o esos ojos de babuinos o monos que se insinúan como si nos estuvieran espiando.

Son mundos que nos alumbran nuevos caminos, que abren las posibilidades a la interpretación, que exigen, en definitiva, que los espectadores seamos actores implicados y demos rienda suelta a nuestra curiosidad y, al modo detectivesco, tiremos de los hilos, busquemos pistas y lleguemos a la conclusión que nos parezca más oportuna.

domingo, 17 de julio de 2011

Marcos López (Santa Fe, Argentina, 1958)


El Andy Warhol del subdesarrollo. Así se ha definido con la ironía que le caracteriza, en alguna ocasión este fotógrafo argentino que ha hecho del sentido del humor su propia vacuna contra las situaciones esquizoides que se viven a lo largo y ancho del continente americano.


Un sentido del humor que se deja ver en sus trabajos, lo que no oculta, sino más bien lo contrario después de un proceso a lo largo del cual el espectador tiene que esperar a que lo que está viendo se deposite con cuidado, una tristeza de fondo envuelta en un paquete de hermosos colores y personas aparentemente felices que están disfrutando de un momento de fiesta o de diversión en compañía de otros.


Una colectividad extraña formada por personas que en el fondo saben que no se está más solo que cuando se está rodeado de extraños, de personas que viven sabiendo que, en cualquier momento, un acontecimiento (pongamos que hablo del “corralito” por ejemplo) va a venir a poner su mundo patas arriba.


Acostumbrados a esa fragilidad y a la ineptitud de unos políticos empeñados en gobernar en contra de sus conciudadanos. Marcos López cuida mucho sus puestas en escena para componer unas fotografías que luego pasan por un proceso de retoque digital para terminar de configurar momentos únicos, especiales, dolorosamente irónicos.


De su fotografía Asado en Mendiolaza, con la que abro este artículo, escribe Josefina Licitra en su artículo El hombre y la sirenita que es una “inclasificable fusión de La última cena de Leonardo, con Los borrachos de Velázquez, íntegramente rociada por varios litros de vino de mala calidad”, además de una obra convertida en “una suerte de presagio. La anticipación de una decadencia que jamás llegó porque jamás se fue”.


“Yo decido hablar de mis dolores, mis muertos y mis duelos como un Andy Warhol trasnochado, en su resaca de tequila de segunda categoría. Además, me interesa reivindicar nuestra salvaje América Latina, nuestro modo de pensar y de expresarnos estéticamente con una personalidad por la que no tenemos que pedir permiso a nadie”, le dice López a Licitra en el mismo artículo ya citado.

Y más adelante añade: “Siempre me intereso en que mi obra hable de la periferia, mostrar la textura del subdesarrollo. La pegajosidad de los manteles de hule. Trato de que mi trabajo tenga el dolor y la desprolijidad de la América mestiza”.

Desde que empezara a hacer fotografías después de asistir a un partido de Argentina en el Mundial de 1978 y ver el trabajo de los fotógrafos deportivos, el camino de este artista le ha llevado a través de un primer libro en blanco y negro, técnica que abandonará inmediatamente después para centrarse en el color como vehículo de expresión hasta llegar a construir un universo fotográfico que le ha convertido en una de las figuras de referencia de la fotografía argentina.

martes, 12 de julio de 2011

Sam Durant (Seattle, Washington, Estados Unidos 1961)


A vueltas con la historia de su país, de los fundamentos políticos sobre los que está basado y las condiciones sociopolíticas que definen este siglo XXI y los anteriores, forman el territorio eminentemente político sobre el que se desarrolla la obra de Sam Durant, dentro de la mejor tradición del arte comprometido gestado y salido de las fronteras norteamericanas.


Aunque nacido en la ciudad de Seattle, se crió en Massachusetts, un hecho que va a marcar una de sus obras más relevantes, la que tituló Proposal for White and Indian Dead Monument Transpositions Washington DC. Como el mismo artista reconoce en esta entrevista, en su adolescencia en el colegio llevaban a los niños de excursión a una especie de granja museo para conocer los orígenes de la nación americana y la relación entre colonos e indios.


“Esos lugares muestran las relaciones entre los colonos y los indios desde la perspectiva y el beneficio para los colonos blancos. Parece que su propósito fundamental era el de justificar la conquista de los indígenas” según afirma en esta entrevista. Esas relaciones desiguales, la valoración de aquellas tribus que colaboraron con los blancos, y la condena hacia los que lucharon por su independencia, están en la base de esos monumentos que emulan al obelisco levantado en la ciudad de Washington.


“Pienso que [dice en relación a la exposición de esa obra] ha servido para fijarse en que América está basada en la violencia y la conquista y no en la democracia como nos han enseñado a creer”, sigue Durant en la misma entrevista y “en ese sentido espero que mi Monument Proposal sea entendido como un antimonumento”.


Una sociedad decimonónica que vivió las primeras convulsiones sociales de la mano de los movimientos obreros que peleaban por conseguir mejores condiciones de trabajo. Una de las obras de Durant recuerda a los cinco anarquistas conocidos como los Haymarket Martyrs, condenados a la horca sin pruebas concluyentes por la explosión de una bomba en el transcurso de una manifestación a favor de las ocho horas de trabajo, algo que aún tardaría dos décadas en conseguirse.


Para el artista, guerras como la de Iraq se inserta en esa mismo cimiento de guerra de expansión colonial, como fue la expansión del hombre blanco hacia el Oeste, siguiendo una línea que pasa por guerras como la de Corea o la de Vietnam. Demasiado joven para verse afectado de primera mano por la efervescencia social, política y contracultural de los años 60 y 70, si hereda esa cultura del eslogan y diseña obras en las que se puede leer No lie can live forever, This is freedom?, We are the people o Ask us what we want.

Un arte multimedia, directo y comprometido con la crítica social, cultural y política, podría ser un apresurado resumen de la obra de Sam Durant.

domingo, 10 de julio de 2011

Lisa Yuskavage (Filadelfia, Estados Unidos, 1962)


Desde que a los 12 años empezara a tomar contacto con el dibujo, como así ha reconocido la propia artista, el tema de las figuras de personas, especialmente de mujeres, ya empezó a manifestarse como una constante definitoria de toda la obra producida por ella desde entonces. Una obra en la que la figura de la mujer y el dibujo son cuestiones fundamentales.

Las pintura de Lisa Yuskavage son definidas por algunos críticos como “porno soft”, fijándose en el hecho de que son mujeres que aparecen desnudas y, en algunas ocasiones en posturas abiertamente sexuales. Yuskavage ha reconocido en entrevistas que esas figuras que muestran con claridad sus genitalidad son ejemplos de lo vulgar que podía llegar a ser en un momento en el que se personalidad se inclinaba hacia posiciones agresivas, violentas, incluso más que su propio arte.


Luego vino la búsqueda del equilibrio entre ambas cuestiones, carácter y obra, a través de unos cuerpos femeninos, a veces solo rostros, que reúnen en sí mismos una inocencia que parece ser algo más, casi una inocencia pícara, sensual, provocativa, en lo que es un estudio acerca de los paradigmas que van creando la imagen que los hombres tenemos de las mujeres, a través de la publicidad e incluso la pornografía, y las que las mujeres tienen de ellas mismas.

Las féminas de Yuskavage suelen estar dotadas de pechos y caderas generosos, casi a la manera de las figuras femeninas prehistóricas, y unas caderas estrechas casi como si intentara parodiar el modelo de la muñeca Barbie, ese icono que tanto daño ha hecho a la percepción del cuerpo femenino.


"Mis personajes son autorretratos parciales que han nacido a partir de mi interminable psicoanálisis con una terapeuta cuya fisionomía a veces aparece en mis pinturas, comúnmente con una nariz redonda que tiene un matiz que va de lo coqueto a lo perverso", cita Einar Salcedo en el artículo Lisa Yuskavage: la ilustración erótica. La pintura femenina como crítica a la sociedad contemporánea.

Una artista en cuya obra se puede ver que conoce bien la historia del arte, como así lo ha reconocido la crítica que ve referencias a Rembrandt o Caravaggio en la creación de los ambientes, en la utilización de la luz como actor fundamental, junto con el color, en la creación de esos ambientes tan particulares como son los que acogen a las mujeres de Yuskavage.


Artista que empezó utilizando un método creativo a la manera de Tintoretto, pintor que colocaba figuras en el interior de cajas iluminadas con velas para tomar notas para luego trasladarlas al lienzo y conseguir esas iluminaciones tan especiales como son las del italiano. Luego pasó a utilizar la fotografía como soporte a partir de las cuales hace sus dibujos y luego empieza a trabajar en el lienzo.

Las cualidades decorativas de sus obra “combinado con una sexualidad franca, hace que para muchas personas sea como comer demasiada tarta… difícil de digerir”, en palabras de Cornelia Butler.

martes, 5 de julio de 2011

Jenny Saville (Cambridge, Reino Unido, 1970)


Incluida dentro de esa etiqueta de Joven Artista Británico (YBAs), con las que los británicos exportan a sus talentos artísticos, Jenny Saville pinta “la disparidad que existe entre la manera en la que son percibidas las mujeres y la manera en la que se sienten con sus cuerpos”, en palabras de ella misma.

Son mujeres rotundas, en cuadros de grandes dimensiones, que nos presentan unos cuerpos alejados absolutamente de los cánones de extrema delgadez imperantes hoy en día. Cuerpos de carnal flaccidez, en los que son apreciables las huellas del paso del tiempo físico y psicológico, no en vano, Saville muestra sus neurosis al respecto sin que ese ejercicio de salida al exterior tenga nada de lucha contra ellas, como la propia artista ha reconocido en alguna ocasión.


Mujeres retratadas, muchas veces utilizando su propia imagen sin que se puedan considerar autorretratos, desde un punto de vista bajo de tal forma que nos imponen su presencia sin paliativos, de forma directa y que, al mismo tiempo, parecen que se van a salir del cuadro, que se van a elevar hacia los cielos dejándonos plantados de forma inmisericorde dejándonos cara a cara con nuestra propia insignificancia.

Unos cuerpos y unas pieles que guardan todas las cicatrices casi como si fueran la piel de la ciudad de Palermo, en la que vive y trabaja, una ciudad por la que han pasado todos los pueblos del Mediterráneo y todos han dejado allí su impronta, unas veces por medios más pacíficos que otras. Un cuerpo que pertenece a todos, que puede ser el de cualquiera de nosotros, pero que no termina de ser de nadie en concreto, un cuerpo que muestra, como una ciudad, las huellas de la violencia, de una existencia agitada.


Courbet, Velázquez, Rubens, Lucien Freud o Picasso son algunos de los artistas de referencia para Saville, artistas que supieron, como ella, captar la corporeidad de los cuerpos, retratar como nadie deformaciones, la enfermedad, la degradación a la que puede llegar la carne humana, nuestra carne.

En los Estados Unidos, donde pasará una buena temporada, asistirá a muchas operaciones de cirugía estética, operaciones llevadas a cabo por cirujanos que casi se pueden considerar arquitectos o escultores de unos nuevos cuerpos que incluso pueden llegar a traspasar la frontera entre los sexos, como es el caso de los transexuales, personas a caballo entre dos mundos a los que Saville también ha dedicado su atención.


Lo sensual y lo grotesco se dan la mano en las mujeres de Saville por medio de unas imágenes fuertes, poderosas, en las que destaca su habilidad para manejar el color y capaces de hacernos llegar, de un forma muy clara y sin disculpa alguna, un profundo dramatismo especialmente en esos rostros que parecen tumefactos, sangrantes, con ojos indefinidos que envían su mensaje de dolor sordo hacia unos cielos seguramente indiferentes.

“El paisaje de la carne y la anatomía mutilada, ensangrentada, deforme, transfigurada, y en ocasiones descarnada, constituye el inmenso territorio explorado por esta sensacional artista”, se puede leer aquí.

domingo, 3 de julio de 2011

Bridget Riley (Londres, Reino Unido, 1931)


“Quiero que mis pinturas existan en sus propios términos. Deben motivar y desarmar furtivamente. Nunca me propuse pintar cuadros ópticos. Comencé como un ingeniero, construyendo a partir de líneas, círculos y triángulos, en blanco y negro inicialmente, y fui descubriendo lo que éstos podían hacer.”

Párrafo que extraigo de un artículo publicado en el periódico El País, con el fin de ir enmarcando la figura de estas británica que es, por derecho propio, en una de las figuras más importantes por lo que al Op Art se refiere. Sin embargo, para llegar a esa abstracción óptica, Riley empezó especializándose en dibujo para luego dejarse influir por la obra del puntillista Seurat y mantener siempre un fértil contacto y conocimiento con obras clásicas de la pintura renacentista.


Eso y su contacto en la infancia con la naturaleza de Cornualles, región a la que se había desplazado su familia escapando de los bombardeos alemanes sobre la capital británica en la Segunda Guerra Mundial, son elementos a los que Riley da una nueva formulación a través de sus cuadrados, líneas, círculos con los que consigue crear un profundo sentido de movimiento que obliga al espectador a emplear su vista con intensidad. Como ha dejado escrito la propia artista: “Los placeres de la vista tienen un punto en común, nos cogen por sorpresa. Suelen ser repentinos, fugaces e inesperados” (The Eye's Mind: Bridget Riley, Londres: Thames and Hudson, 1999).

Después de utilizar el blanco y el negro como colores casi fundamentales, a finales de los años 60, empezará a utilizar otros colores puros complementarios entre sí con los que consigue dotar de una nueva luz a sus cuadros. “Yo no pinto luz. Presento una situación de color que libera luz cuando se contempla”, vuelve a citar Lourdes Gómez en el artículo del País ya citado, y añade que “con elementos simples -ya sean un punto, una línea, un círculo o un cuadrado- que se repiten a lo largo del lienzo, Riley crea complejas estructuras cargadas de una intensa experiencia visual.”


Su obra también nace de los propios estados de ánimo de la artista, y ella misma ha reconocido alguna vez que algunas de sus primera sobras salieron de estados de ánimo relacionados con el enfado o la ira y no falta quien vincula algunas obras a desengaños sentimentales de la artista. Sea como fuere, Riley es una artista que siempre se ha mantenido fiel a sus presupuestos creativos, a sus geometrías inestables, vivas, en permanente movimiento, en armonías asimilables a las musicales.

Obras que son ejecutadas por los miembros de su taller a los que Riley deja detalladas instrucciones acerca de la realización de las obras, y es que la artista relacionado el concepto de autoría con la gestación mental de la idea y con la definición de los caminos que van a llevar a la plasmación de esa idea en la obra final, más que en el trabajo manual necesario para llegar al resultado final.