miércoles, 31 de agosto de 2011

Yang Fudong (Beijing, China, 1971)

Una de las cosas que siempre me han resultado tremendamente atractivas de la cinematografía oriental es el tempo de sus películas, el valor que le dan al silencio, a esas miradas que lo dicen todo sin necesidad de palabras. En ese sentido, la obra de este pequinés afincado en Shanghai. Fotógrafo, video artista, cineasta con una formación inicial como pintor, Yang Fudong está considerado en estos momentos como uno de los artistas de mayor proyección del gigante asiático.

Una primera formación como pintor que inició en 1991 y después de un primer rechazo a los medios digitales. Sin embargo, su evolución posterior le llevó a meterse de lleno en la creación de historias contadas a través de imágenes, muchas veces rodadas en blanco y negro en 35 mm, y con evidentes referencias a la nouvelle vague o a Jim Jarmusch, un cineasta del que se declara seguidor.


Asimismo, admirador del cine de su país de los años 30 y 40, Fudong se ha convertido en una suerte de pintor de imágenes, en un narrador de historias en las que refleja los cambios que ha sufrido su país en los últimos años y la convivencia que se establece entre las formas de pensamiento tradicionales y las modernas ciudades de neón y contaminación que han eclosionado en China.


Unas historias en las que los paisajes ocupan un lugar principal, hasta el punto de que se convierten en un personaje más. El propio Fudong refiriéndose a su película Half Hitching Post, dice en esta entrevista publicada en el Japan Times, dice que los “jóvenes están intentando escapar al campo y viceversa. Cuando pensé cómo esas dos figuras se podían encontrar una a la otra, senté que tenía que ser en un lugar en las montañas”.


Un poco antes, en la misma entrevista afirma que en las “películas tradicionales, la narrativa evoluciona a través del diálogo, pero en mis películas todos los componentes de la película contribuyen al desarrollo de la historia. Pienso que el paisaje, los cambios de estaciones o determinados objetos pueden adquirir otros roles, lo mismo que las personas, pueden expresar o comunicar sentimientos, ideas y situaciones”.

Declaración de intenciones que nos sitúa perfectamente en las coordenadas de este creador al que le gusta, en ocasiones, dejar que los actores, muchas veces simples aficionados, improvisen y den vida propia a los personajes, para luego, si no se ha conseguido el resultado que se buscaba, volver atrás en las escenas.

Las historias de Fudong no siempre tienen un desarrollo lineal, claro, con estructura clásica, si no que el espectador se puede encontrar con historias que no se terminan de cerrar, que necesitan que el espectador les de su propio sentido para completar el círculo narrativo. Y es que en las imágenes de Fudong se esconden complejas reflexiones filosóficas acerca de la existencia y de cuestiones intelectuales.

Fudong huye de la relación directa entre causa y efecto en unas películas con las que “intenta hacer poesía, no crítica social”, como se puede leer en la web arte10.

domingo, 28 de agosto de 2011

Keren Cytter (Tel Aviv, Israel, 1977)

“Empecé a dibujar cuando un psicólogo me dijo que debería dibujar. Entonces empecé a dibujar. Empecé a aprender, dibujando en un instituto cercano a mi casa y cuando dejé el ejército comencé a estudiar arte. Pintaba y dibujaba y, cuando finalicé los estudios, empecé a escribir para los periódicos, al mismo tiempo que retomaba el dibujo. Llegó un momento en el que me aburrí de todo eso y pensé en empezar a filmar. Mi padre había comprado una cámara y me entraron ganas de hacer algo diferente al dibujo… En ese momento escribí un guión y usé la cámara de mi padre para filmarlo”.

Esos son los inicios artísticos de Keren Cytter explicados por ella misma en una entrevista con Lorena Muñoz Alonso. Una vez que cogió la cámara paterna el siguiente punto de inflexión vino de la mano de una beca que le permitió irse a Amsterdam a estudiar en la escuela De Ateliers.

Ese es el auténtico punto de arranque de la carrera de esta creadora que está logrando el reconocimiento del mundo artístico gracias a su obras videográficas, aunque también tiene publicadas cuatro novelas, libros de poesía e incluso un libreto para una ópera de cámara.


Para sus historias visuales, Cytter suele recurrir a amigos para dar vida a unos personajes que nos hablan de amor, de relaciones, de odio, de dramas cotidianos. Eso en unas historias que la israelí nos muestra de forma fragmentada, en un formato en el que se difuminan las leyes que rigen la narración cinematográfica.


Toma los distintos elementos que configuran esa narración: el guión, los personajes, las voces, las imágenes… y los recombina de una forma absolutamente libre, de tal forma que en sus historias nos encontramos con repeticiones, voces que se superponen unas a otras, actores que pierden el personaje y se dirigen a la cámara desde ellos mismos.


Lo mismo hace con los géneros, en una narrativa que lo mismo se adentra en los terrenos del documental, que en el del melodrama o la comedia. En la mesa de edición, Cytter coge el material y lo recombina hasta dar lugar a esa narrativa fragmentada, difusa, difícil de seguir, que la caracterizan.


Historias desarrolladas en interiores desornamentados, fríos, poco acogedores en los que se viven historias de incomprensión, de confusión, en la búsqueda por retratar la complejidad de las relaciones entre las personas, y como la comunicación o la incomunicación conforman eso que entendemos como la identidad propia y la ajena, ese microcosmos de confusión y de contradicciones en el que nos movemos todos los días.

domingo, 21 de agosto de 2011

Pere Quart

Más poemas de este autor y de muchos otros en A media voz.

Codicilo de poeta

Os lego, amigos, sencillamente,
los tres humildes quehaceres de siempre:
vivir (y comer) con decoro cada día;
si podéis, encauzar codicia y lujuria;
pensar ( creer o dudar )
en la certeza y las hipótesis
de la muerte de la carne
y la vida nueva del alma.

No hay nada más que hacer; y ya basta.
El resto es literatura.

Del libro Vacaciones pagadas (1959)
Traducción de José Batlló

*****

Hay cosas demasiado puras...

Hay cosas demasiado puras
para ser dichas
o simplemente pensadas.
Pero los poetas,
incontinentes, verbosos,
osan inquietar las zonas inefables
con escogidas palabras
al fin y al cabo estúpidas.

Y aún pretenden
ser los trujamanes
de la musa inservible
o de algún dios,
sobrante como todos.
¿O exprimen de sí mismos
quizá celestes zumos?
Menos mal que escasean los espejos,
ya que los poetas, en efecto,
son harto ridículos
en su jactancia.

Más valdría callar,
que todos callásemos.
Y entonces aprestar las grandes orejas
y aprender algo
de los lamentos, los zumbidos,
del cántico de la vida;
de los entrañados latidos
y los admirables -pese a todo-
silencios animales
del hombre,
casi imposible probatura.

Del libro Vacaciones pagadas (1959)
Traducción de José Batlló

*****

Seis adivinanzas

1. Más que joven novísima,
flamante;
intacta más que virgen,
y sin tacha.
Trabajo de encargo,
pieza única.

Hija,
hermana,
nuera,
vecina de nadie.
Ni madre, entretanto.

Hembra tan sólo,
sólo para el hombre.

2. ¿Se paró el Sol?
¿Fue la Tierra? Todo
creo que es temerario;
todo comporta
peligros de gran alcance.

Y yo me inclino a creer,
sencillamente, que el celuloide
-cosas que pasan-
se rompió.

3. Había sido un gran señor, ¡y vedlo!
Desnudo y pobre como un gusano;
le quitaron los hijos y la hacienda,
y la lepra lo devora:
con un cascote
se rasca las costras.
Pero le queda un buen consuelo: la peña
de la tarde con los amigos.

4. -¡Mandadme, Majestad!
-Me gusta esa vecina.
-Está casada, Majestad.
-Y él, ¿quién será?
-El Capitán Sánchez.
-Llévalo al frente. Primera línea.
Hoy mismo. Razones de Estado.
-¡Mandadme, Majestad!

5. Súbito vómito a medio digerir,
lo ensucia todavía
el jugo gástrico del gran pez.
De saliva salada regurgita.
De cuando en cuando escupe chanquete.

6. El poeta murió y en la balanza
pesó más la hiel que la miel.

Y fue al infierno,
el infierno del cual fue comediógrafo.

Es su primer y único huésped,
¿quién con mejor derecho?
Lo recorre con aires de empresario
entre monstruos de carnaval de Niza
y condenados de museo Grévin.

Resulta todo tan modernista
y tan inhabitable
como él lo imaginó;
y por ello es feliz:
¡vanidad de los poetas!

Si no fuese porque, solo
y con mala luz,
desde hace siglos espera en vano
visitantes y espectadores
para su desfile
de pecados.

A última hora le han enviado,
virgilio inútil,
al pequeño y servicial Gustave.

¡Qué más da!
Ha perdido toda esperanza.
Descuelga la muestra,
corre el cerrojo,
apaga el fuego.

Del libro Vacaciones pagadas (1959)
Traducción de José Batlló

miércoles, 17 de agosto de 2011

Terence Koh (Pekín, China, 1977)

Nacido en el país asiático, se crió en Vancouver (Canadá) y vive y trabaja en Nueva York.

“Terence Koh habla de la frescura de la juventud y de la cercanía del final, de lo bello y lo grotesco, de la percepción subjetiva de las cosas y de identidades culturales, muchas veces entreveradas en multitud de motivos de muy diferente signo. Su obra puede ser grandilocuente y ruidosa pero también serena e íntima.”

“Hay reflexiones sobre la alta y la baja cultura, sobre la historia del arte, sobre la sexualidad y el deseo. En muchas de sus instalaciones, Koh juega con elementos tomados de la estética romántica, el kitsch y, sobre todo, retoma planteamientos minimalistas, una actitud muy frecuente entre muchos artistas de su generación. También hay una clara alusión al consumo, a estrategias mercantilistas basadas en dinámicas de intercambio. Pero si hay algo que subyace a toda su producción y que es visible en la inmensa mayoría de su montajes, es la inquietante presencia de la muerte, la certeza del final, entendido como la única certeza de nuestras vidas.”


“Se vierten nociones de deseo, lujuria y seducción pero es también un mundo de contradicciones pues en él coinciden un buen número de elementos antagónicos: hay espacios vacíos y lugares embotados, estética kitsch al lado de formas clásicas, interpretación del deleite al lado de situaciones dramáticas, minimalismo y opulencia… En Terence Koh se dan cita todos estos opuestos para situar al espectador en un espacio decididamente incierto. Y a todo esto hemos de unir la pasión del artista por el color blanco, elemento homogeneizador en toda esta vorágine.”


“Se trata de una gran sala llena a rebosar de cajas de exposición que parecen peceras. Son unas 1.200 y en ellas el artista ha colocado objetos de todo tipo. Aquí se mezclan objetos encontrados en mercadillos con porcelanas chinas en un enorme totum revolutum. Terence Koh nos ofrece así un buen muestrario, nunca mejor dicho, de la cultura de hoy, una cultura centrada en el consumo, en el intercambio cultural y en la incertidumbre de un mundo agotado. Y lo hace a parir de la recolección de contextos tomados de aquí y allá, de la historia del arte, lejana y reciente, y de los mercadillos de las megalópolis del mundo.”

Estas citas están extraídas de El Cultural.


“Terence recubre todo, por allí por donde pasa, con el aire de magia y misterio dualista que caracteriza su trabajo. Dulce y escabrosa, descaradamente provocadora y elegantemente poética, su actividad imparable es, como pocas, el fiel reflejo de los tiempos que corren para el ser humano, a caballo entre el propio desarrollo interior y la circunscripción a la realidad. Es la capacidad de digerir esa tensión en un sincretismo armónico, la que ha hecho de su obra un personal paradigma, motivo de especulaciones sociales, artísticas y económicas y fuente de inspiración para seguidores, coleccionistas, curadores y autores de todo el planeta.”

“El conjunto, influenciado además por corrientes artísticas de lo más variado de la instalación, el performance o arte acción, lo escultórico, lo pictórico y lo conceptual, se plantea como una experiencia sensorial integral, donde el espacio, los objetos y su disposición, los colores, los tonos y la luminosidad, entran en diálogo con el espacio-tiempo. Entre líneas, trazos de la historia y las culturas y alusiones a momentos específicos de la vida humana como la adolescencia, la madurez o la muerte, abren un espacio para la reflexión en torno al carácter cíclico de la vida, del fin como eterno retorno al principio, desde la subjetiva y universalísima condición del amor como un abarcativo engranaje.”


“Así, Love for eternity representa un acertado itinerario que transita del vampirismo plagiario de asianpunkboy al sampleo referencial de Terence Koh, en una epítome que redunda metáfora vivencial, partiendo de la experiencia ritualizada que guía el quehacer de Koh, hasta materializarse en dimensión transitable e inundada de diálogos y reflejos abiertos. Religión, magia, colapso oriente-occidente, funerales, fiestas, resplandores, alegrías y fracasos, sensualidad y seducción, fragilidad y entereza, componen una particular y abierta sensibilidad donde lo orgánico, lo antropológico, lo queer, el paso del tiempo, el gozo mundano y la elevación espiritual se dan ferviente y sosegada cita.”

Párrafos extraídos del artículo Terence Koh: Lazy vodka Bunny boy, de Alex Brahim que se puede leer en la web revistametal.

domingo, 14 de agosto de 2011

Sharon Hayes (Baltimore, Estados Unidos, 1970)

Después de haber estudiado antropología y de barajar la posibilidad de dedicarse al periodismo, al final optó por el mundo de la performance, el videoarte y la instalación. Y eso fue así después de ver la imposibilidad de acercarse en profundidad a hechos complejos por medio del periodismo, y por la distancia jerárquica que separa a los antropólogos de sus objetos de estudio, al menos desde su punto de vista.

Sus estudios de performance a través del programa Trinity/LaMama Performing Arts en la ciudad de Nueva York, Sharon Hayes encontró el camino que buscaba para desarrollar su libertad creativa y acercarse a su manera a los temas de su interés. Desde ese momento empieza a desarrollar unas obras que tienen en los discursos políticos y de activistas del pasado su punto fundamental de arranque.


Se trata de relecturas de discursos públicos como los que dirigió Reagan a la nación durante los ocho años de su presidencia, el que pedía la aprobación del acta de igualdad de derechos en los años 20, o el de defensa de los derechos de las lesbianas de principios de siglo, o los hechos por Patty Hearst antes de ser asesinada por los secuestradores a los que se terminó por unir. Discursos que Hayes desmenuza en sus detalles, es decir, fijándose en la forma de lanzarlos, a quiénes iban dirigidos, su formulación o el momento en el que se llevaron a cabo.


Con esas palabras prestadas, Hayes hace una suerte de revival histórico trayendo hasta el presente esas proclamas del pasado para ver como muchas de ellas se están reproduciendo en la actualidad sin grandes variaciones, porque los grandes temas siguen siendo los mismos.


Con ello no busca crear conciencia política o transmitir eslóganes contestatarios, sino que busca que nosotros como espectadores nos paremos a pensar en cual es nuestro papel a la hora de recibir esos mensajes y de conformar, en consecuencia, eso que se viene dando en llamar opinión pública.


Hayes lleva esas formas de discurso público o callejero, a nuevos escenarios que nada o poco tienen que ver con los escenarios originales que los acogieron en su primera vez, aunque son espacios relacionados con protestas sociales, explorando como esas formas de protesta del pasado han influido en las de nuestro presente y “como los efectos del discurso público con alteradas en el proceso de documentación”, frase que tomo de la web del Museo Whitney.


Las acciones que lleva a cabo Hayes hacen que las palabras adquieran una nueva dimensión al mismo tiempo que configura de nuevo la figura del manifestante, del agitador social o político, colocándose como figura única en medio de un espacio público provocando la confusión del viandante sorprendido por la exhibición que hace Hayes de esos eslóganes antiguos sostenidos en pancartas. Sin embargo, como apuntaba anteriormente, se trata de un manifestante que no se manifiesta.


“Después de que varias formas de comunicación hubieran fallado, únicamente permanezco en la calle lanzando palabras esperando que encuentren su camino”, en palabras de la propia artista.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Mark Titchner (Luton, Inglaterra, 1973)


El mismo artista ha contado alguna vez que estando un día sentado en el patio trasero de la casa de su madre, se dio cuenta que el camino artístico que había seguido hasta ese momento, enmarcado dentro de la abstracción geométrica, ya no le servía, ya no le encontraba razón de ser.


En ese momento tomó la determinación de empezar a jugar con el lenguaje, con las palabras, los eslóganes, con el fin de llegar de una manera más directa al público, un público que muy bien podía ver una de sus obras anteriores sin pararse a pensar en las motivaciones que podría tener el artista para realizarla.


Desde entonces y estamos hablando de que Titchner se licenció en el Central Saint Martins College of Art and Design como pintor abstracto en 1995, este artista, que estuvo nominado al Premio Turner de 2006, tiene en lo conceptual su punto de anclaje artístico.


Combinando las modernas tecnologías con técnicas que podríamos considerar como tradicionales, Titchner pone delante de los ojos del espectador sus frases cortas, directas, imposibles de no leer hasta el final, con las que busca devolver el poder al espectador, el poder de apreciarlas desde un punto de vista irónico, analizarlas como mensajes de hondo calado personal o político, o como lo quiera hacer.

Y es que Titchner huye de los dogmatismos, de las certezas, de las verdades inmutables, esas que a todos nos han grabado en algún momento de nuestra vida y por las que regimos nuestra forma de ser y de entender la vida. Son frases de orígenes muy dispares, ya que lo mismo están salidas de una canción de heavy metal, como de algún filósofo olvidado por la historia, un artículo científico o un eslogan político, muchas veces combinados entre sí para crear un nuevo mensaje suma de todos los anteriores con los que reflexiona y, de paso, intenta hacernos reflexionar acerca de los mecanismos de apropiación de los mensajes que tenemos los seres humanos y de la complejidad existente en los procesos comunicativos.

Con esa amalgama de mensajes de procedencias tan diversas, Titchner lo que hace es poner en pie de igualdad todos ellos, sin discriminación, sin hacernos llegar cual puede ser su idea al respecto, no critica, no juzga. Ese es un papel que reserva escrupulosamente para el espectador.

Mensajes ensamblados en cajas luminosas, en anuncios de neón, en murales, en instalaciones. Todo ello con el interés puesto en la “disolución de las fronteras, la migración de las ideas y de las estéticas de una disciplina a otra”, con la persistencia “de la dimensión conceptual o espiritual que está en la base de su creación”, como escribe Lizzie Carey-Thomas en la web de la Tate.

Titchner ha descrito su obra como un “diálogo acerca de cómo recibes los pensamientos y las ideas”, poniendo el énfasis en la “fragilidad de nuestros sentidos y de nuestro entendimiento”, según las frases que tomo de la página digital del Premio Turner.

lunes, 8 de agosto de 2011

Ana Ajmatova (Odessa, Ucrania, 1889 – Moscú, Rusia, 1966)

Con una buena formación universitaria en latín, historia y literatura, adquirida en las universidades de Kiev y San Petersburgo, esta descendiente de una familia noble, se convertiría en una de las poetisas más importantes de Rusia, vinculada en un principio al movimiento acmeista. Un movimiento que, por oposición al simbolismo, quería que las palabras tuvieran un significado exacto.

Como otros artistas y movimientos de la Rusia posrevolucionaria, en un primer momento fueron colocados a la vanguardia de esa revolución que tenía que traer un orden nuevo a una sociedad en la que los artistas iban a ocupar un lugar preeminente. Eso cambió radicalmente con la llegada de Stalin al poder y la imposición de ese Realismo socialista que terminó con un momento enormemente creativo.

Aunque durante la guerra mundial, Ajmatova pudo publicar algunos de sus poemas en los periódicos, su voz terminó por apagarse oprimida por la persecución a la que fue sometida por las autoridades comunistas, incluyendo la deportación.

Cuando escuches el trueno me recordarás...

Cuando escuches el trueno me recordarás
Y tal vez pienses que amaba la tormenta...

El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
Y el corazón, como entonces, estará en el fuego.


Esto sucederá un día en Moscú
Cuando abandone la ciudad para siempre
Y me precipite hacia el puerto deseado
Dejando entre ustedes apenas mi sombra.

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Sótano del recuerdo

Es pura tontería que vivo entristecida
y que estoy por el recuerdo torturada.
No soy yo asidua invitada en su guarida
y allí me siento trastornada.
Cuando con el farol al sótano desciendo,
me parece que de nuevo un sordo hundimiento
retumba en la estrecha escalera empinada.
Humea el farol. Regresar no consigo
y sé que voy allí donde está el enemigo.
Y pediré benevolencia... pero allí ahora
todo está oscuro y callado. ¡Mi fiesta se acabó!
Hace treinta año se acompañaba a la señora,
hace treinta que el pícaro de viejo murió...
He llegado tarde. ¡Qué mala fortuna!
Ya no puedo lucirme en parte alguna,
pero rozo de las paredes las pinturas
y me caliento en la chimenea. ¡Qué maravilla!
a través del moho, la ceniza y la negrura
dos esmeraldas grises brillan
y el gato maúlla. ¡Vamos a casa, criatura!

¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura?

********

Dedicatoria

Las montañas se doblan ante tamaña pena
y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
detrás de ellos sólo "mazmorras de la trena"
y una melancolía que es la muerte.

Para quién sopla la brisa ligera,
para quién es el deleite del ocaso -
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
y del soldado el pesado paso.

Nos levantamos como para la misa de madrugada,
caminábamos por la ciudad incierta,
para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
mas la esperanza a lo lejos canta cierta...

La sentencia... y las lágrimas brotan de repente,
ya de todo separada,
como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
pero marcha... vacila... aislada...

¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
de mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo.

jueves, 4 de agosto de 2011

Lucy McKenzie (Glasgow, Escocia, 1977)

Escocesa artísticamente afincada en Bélgica, Lucy McKenzie saltó al primer escalón artístico internacional en 1999, después de ganar el premio de la EAST International. A partir de ahí se le abrieron las puertas de algunas de los museos y galerías más importantes del mundo y de la Bienal de Venecia.

Artista que se mueve en diversos territorios expresivos, le gusta romper con las leyes no escritas que “regulan” la actividad artística de vanguardia, no duda en trabajar en equipo y diluir así su propia personalidad artística a favor del grupo. Pero esa no es la única subversión militante de una artista para el que el concepto de autoría, de resolución de la obra de arte, de la relación que ésta mantiene con la sociedad en general y con espectador en particular, son conceptos que adquieren una importante complejidad en la obra de McKenzie.


Las fuentes de inspiración de esta artista hay que buscarlas en relación con el Modernismo, la Sezession vienesa, el Art Deco escocés, junto con el Vorticismo, el Constructivismo o algunas de las escuelas del Realismo. Con todo ello crea un discurso artístico muy personal en el que se combinan el pasado y el presente, en el que, como apuntaba antes, poner de relieve cuestiones relacionadas con el “papel del artista, la naturaleza de la producción artística y el sistema de valores en los que se apoya”, como se dice en la web de la Tate.


A las influencias señaladas anteriormente, Dan Fox, en un artículo publicado en la revista Frieze, añade el “Realismo Socialista, Bauhaus, el Modernismo polaco, los sezessionistas vieneses, los muralistas escoceses, el sello discográfico belga Les disques du crepuscule, el sello alemán Brain Records, Brian Eno y Depeche Mode”.


Capaz de dominar profundamente el trampantojo, son espectaculares algunos trabajos que ha realizado en galerías de arte en una suerte de traída al presente de algunos de esos interiores del Modernismo, como la recreación que hace de los ambientes creador por el escritor escocés Muriel Sparks en su novela The girls of slender means. Interiores que relatan el proceso “por el cual un interior burgués se transforma cuando sus habitantes originales, amplias y saludables familias, son suplantadas por inquilinos modernos y, finalmente, abandonados por completo” (Contemporary Art Daily)


Anke Kempes, también en la revista Frieze, termina su artículo acerca de la muestra Global Joy diciendo: “Aquí McKenzie descubre un complejo sistema de referencias acerca de la legitimación y la no legitimación cultural, acerca de los efectos políticamente ambivalentes del arte público y popular.”