domingo, 25 de noviembre de 2012

Larry Rivers: El genio de lo vulgar

Art and the Artist Chairs and van Gogh (1992)

Tomo como titular de este artículo la frase con la que bromeó el propio Larry Rivers (Bronx, Nueva York, 1923), cuando en 1963 estuvo ingresado en un hospital por un problema cardiaco. Y es que pensaba que ese podía ser el titular con el que el periódico The New York Times podía encabezar su posible obituario.

Berdie in the garden (1954)
Una actitud fruto del particular sentido del humor de este artista precursor del Pop Art, movimiento en el que nunca llegaría a inscribirse, que empezó siendo músico de jazz para convertirse además en pintor, figura televisiva, actor, entre otros muchos campos relacionados con el arte y la pantalla.

Golden Oldies 60's (1968)
No fue mala carrera para un chaval con orígenes judíos ucranianos, con un padre fontanero que luego fue propietario de una pequeña empresa de transporte, en la que Rivers cumplió sus primeros trabajos, hasta que en los años 40 decidió dedicarse profesionalmente a la música habiendo estudiado en la Juilliard School en la que tuvo como maestro de composición a nada más y nada menos que Miles Davis.

Kennedy and de Gaulle (1962)
En 1945 empezó sus coqueteos con la pintura de la mano de Jane Freilicher, esposa del pianista de la banda de jazz en la que militaba Rivers, y así, de una forma un tanto casual, se inició una dilatada carrera en la que la se reflejó de una forma extraordinaria la compleja personalidad de un Rivers al que sus vicios en ocasiones lograron eclipsar sus logros artísticos. Como escribe Michael Kimmelman, Larry Rivers tenía una “curiosidad omnívora por la vida, el sexo, las drogas, la política, la historia y la cultura”. Incluso estuvo a punto de ser condenado a muerte en la capital nigeriana, en la que se encontraba rodando un documental, después de ser acusado de ser un mercenario extranjero.

On the Phone (1995)
“Después de una semana o dos de haber empezado a pintar, empecé a pensar que el arte era una actividad de un nivel tan alto como tocar jazz”, dejó dicho el propio Rivers en alguna ocasión. Y no es difícil apreciar en su forma de componer los cuadros un reflejo de su formación como músico.

Palette Table (1995)
Su pintura, y vuelvo a citar a Kimmelman, combinaba elementos “sacados del mundo underground, un toque de nostalgia, con un sentimiento trágico subyacente”, para un artista que “con un pincel en la mano podía hacer lo que quisiera”, en palabras el crítico del The New York Times, John Canaday.

Studio Interior (c. 1948)
Los movimientos pictóricos de la vanguardia europea de mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, están en la base de su pintura. Personajes como Courbet, Manet, van Gogh o Bonnard van a estar presentes en su proceso de aprendizaje y desarrollo posterior, recogiendo su forma de pintar para luego reinterpretarla a su modo, en un proceso apropiacionista que le va a ser muy caro a lo largo de su vida artística en colaboraciones con poetas u otros artistas con los que entabla un diálogo artístico complementario y transformador al mismo tiempo.

Washington cruzando el Delaware (1953)
Después de unos meses de estancia en París y ya de regreso a los Estados Unidos, empezó a dejar muestras de una forma de acercarse al arte muy poco convencional, muy particular que le va a llevar a seguir una línea difícilmente etiquetable.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Josephine Meckseper: La absurda realidad de la cultura contemporánea

CDU-CSU (2001)

Artista nacida en la Alemania Occidental en 1964, Josephine Meckseper está afincada desde 1990 en los Estados Unidos, país en el que ha venido desarrollando un arte marcado por la clave política, la crítica hacia un capitalismo híperconsumista que incluso ha convertido las ideas en producto de consumo rápido, y hacia las connivencias entre las grandes corporaciones y los gobiernos, eso sí salpicado todo con algún sentido del humor, son algunas de los pilares fundamentales de esta artista cuyo primer trabajo de importancia en los Estados Unidos coincidió con la muerte del ciudadano de color, Rodney King que incendió las calles de Los Ángeles por espacio de varios días.

Complete History of Postcontemporary Art (2005)
A todo ello hay que sumar un contexto familiar en el que su padre, de tendencias anarquistas, consideraba a los políticos como criminales, lo que no le impedía tener amistad con el futuro canciller Gerhard Schröder; mientras que su madre llegó a ocupar puestos de responsabilidad política como integrante de Los Verdes, y de pasar los veranos en una localidad famosa por servir de refugio a los miembros del grupo terrorista Facción del Ejército Rojo, y de tener relación de amistad con la propia Ulrike Meinhof.

Pyromaniac 2 (2003)
Con ese caldo de cultivo previo, no es extraño que una de las primeras instalaciones diseñadas por esta artista, ya en los Estados Unidos, mostrara lo que parecía la guarida de un grupo terrorista en la que los integrantes de la célula estaban preparando el asalto a un banco. La exposición terminó siendo clausurada por un sheriff incapaz de distinguir si las armas que allí aparecían, explosivos incluidos, eran reales o no.

Detalle de Untitled (Hammer and Sickle) (2005)
A partir de ahí, el arte de Meckseper siguió evolucionando al compás de los acontecimientos sociales y políticos producidos en su país de adopción, como el ya comentado de la muerte a manos de agentes policiales de Rodney King, y la puesta en marcha de la Primera Guerra del Golfo, un momento en le que “me sentí muy impactada cuando la escuela [se refiere a la escuela universitaria californiana en la que estaba estudiando] fue invadida de repente por miembros de la ultraderecha local flameando banderas americana para provocar a los estudiantes pacifistas de tendencia marxista”, tal y como explica la propia artista en esta entrevista.

Blow Up (2006)
Con todo, su trabajo se centra en “criticar el capitalismo pero en aspectos muy concretos. No estoy interesada en generalizar la retórica política”, afirma poco después. Se trata de exagerar las contradicciones que llevan, por ejemplo, a ver en una revista o en un periódico una noticia acerca de los muertos en un bombardeo, acompañada por un anuncio de lencería bien sea masculina o femenina.

Blow Up (Michelli Portrait) (2006)
Ese mundo de la moda, es otro de los que Meckseper utiliza en sus obras, cuando coloca en el interior de vitrinas elementos que tienen que ver con la moda en particular y con nuestro consumismo diario en general, a modo de escaparates objetivos de una violencia potencial que vemos como en nuestras calles se convierten en objetivos de una violencia desatada en manifestaciones o protestas de diverso tipo.

Tout Va Bien (2005)
Es esa manipulación a la que se nos somete a diario a través de todo tipo de mensajes, esa violencia contenida que en ocasiones explota de forma descontrolada, ese conservadurismo opresor que detecta en la sociedad americana pero que se puede extrapolar a muchas otras sociedades, lo absurdo de un materialismo que está conduciendo a los seres humanos a la autodestrucción.

Más información: Frieze, Interview Magazine, MOMA, Bombsite.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Ali Farka Touré: El blues de África



Cuando en los años 70 este maliense se asentó en Bamako, la capital del país, para trabajar en la emisora de radio estatal, y empezó a escuchar, gracias a un amigo, a las grandes figuras del blues de los Estados Unidos como John Lee Hooker, Otis Redding o James Brown, aquella música le sonó muy familiar. Y eso era así porque el blues norteamericano tiene una raíz profunda en el continente negro y en esa misma raíz estaba desarrollándose el estilo musical de Ali Farka Touré, capaz de sacar de su instrumento tradicional de una única cuerda sonidos muy similares a los que aquellos grandes músicos sacaban de sus guitarras.

Nacido en el seno de un grupo étnico caracterizado por su dedicación al ejército, de hecho su padre falleció en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial combatiendo con el ejército francés, Touré (Kanau, 1939, Bamako, 2006), no quiso seguir la tradición familiar y, sin contar con la aprobación inicial, empezó a dedicarse a la música.



Eso fue después de ser el único de diez hermanos que llegó a la edad adulta, y de ahí el sobrenombre de “farka”, palabra que significa “asno”, un animal muy apreciado por su tenacidad y capacidad de trabajo. En una zona de religión islámica en su mayoría, persiste un sustrato animista relacionado con los espíritus que habitan en el río, los ghimbala, de tal forma que las personas capaces de comunicarse con ellos tienen una especial consideración social.

La abuela de Touré tenía esa capacidad que luego le sería atribuida también a Touré después de un episodio en el que una serpiente se le enroscó en el cuello y después de quitársela él mismo, empezó a tener ataques epilépticos  además de perder la capacidad para sentir el frío o el calor. Después de curarse en un pueblo cercano al de Niafunké, al cual se había trasladado la familia después del fallecimiento de su padre, incluso se le quiso conducir por el camino de ese peculiar sacerdocio animista, y aunque se negó a ello esos espíritus del río, del cual se consideraba un hijo, siempre estuvieron presentes en su música y a ellos cantaba y tocaba su música.

Precisamente el primer contacto musical de un chico que había conducido su infancia por los campos de cultivo de la familia, estuvo en esas ceremonias religiosas en las que se daban cita cantantes y músicos de distintas partes del país, eso unido a los viajes que llevó a cabo por el país ejerciendo diferentes oficios le pusieron en contacto con la tradición musical de Malí.



En palabras del propio Touré: “Necesitaba conocer la música y amarla a través de los muchos héroes fallecidos y los que siguen vivos en esta tierra, porque la historia permanece. Así que esto me dio la oportunidad de conocer la cultura de esta música, su saga, su leyenda y su historia.”

Con doce años tuvo su primer instrumento, una djerkel, es decir, una guitarra de una única cuerda, y cuando en 1956 pudo ver en directo a su compatriota el guitarrista Keita Fodeba, decidió que su instrumento iba a ser la guitarra, instrumento al que añadiría el ngoni, un laúd de cuatro cuerdas; el njarka, una suerte de violín también de una cuerda; y la flauta de bambú. A todo ello unió el conocimiento de hasta seis de las lenguas que se hablan en el país.

La primera oportunidad que tuvo de salir a tocar fuera de Malí, le llegó en 1960, año en el que el país se independizó de la metrópoli francesa, y el primer presidente maliense, Mobido Keita, buscó la promoción cultural de su país por medio de sus músicos. Así, en 1968, formando parte de un grupo muy amplio, Touré viajó a un festival en Sofía, capital de Bulgaria, donde lograría, además, comprar su primera guitarra, ya que hasta ese momento tocaba con guitarras prestadas.

Su presencia en la radio de su país le permitió empezar a dar a conocer su música a todo Malí, y de ahí enviar una serie de grabaciones al sello parisino Son Afric, que darían lugar a su primer disco, con canciones en las que ya aparecen los temas recurrentes en la carrera de Touré y que no son otros que “el amor, la amistad, la tierra, la paz, los espíritus del río y Malí”, tal y como explica Lucy Durán.


Con los años se fue ganado una gran reputación tanto en Malí como fuera del país, con oportunidad de grabar discos con personalidades de la talla de Ry Cooder (con el que grabó un disco titulado Talking Timbuktu que le valdría su primer Grammy), Taj Mahal o el intérprete de kora Toumani Diabaté, con el que daría a luz el trabajo titulado The heart of the moon, en 2005, que le reportaría su segundo Grammy.

Hombre apegado a la tierra, a su país, a sus tradiciones, Touré dio una serie de conciertos de enorme éxito por Europa después del disco con Diabaté, y la fatalidad, en forma de cáncer de huesos, le impidió participar en el lanzamiento del disco Savane, convertido así en el legado musical póstumo del bluesman del desierto.

Más información: Corason, World Music, Indyrock.