lunes, 30 de junio de 2014

Rudolf Schindler: un arquitecto mucho tiempo ignorado


Casa John Buck, Los Ángeles, 1934

“Me parece a mí que en lugar de mostrar los últimos esfuerzos de la arquitectura creativa, tiende a concentrarse en el llamado estilo internacional. Si este es el caso no hay lugar en ella para mis obras. Yo no soy un estilista, ni un funcionalista, ni ningún otro tipo de –ista. Cada uno de mis edificios se enfrenta a un problema arquitectónico distinto, cuya existencia ha sido olvidada en esta época de mecanización racional. La cuestión de si una casa es realmente una casa me importa mucho más que el hecho de si está construida en acero, cristal o palabrería”.

J.B. Lee House, 1916.

Afirmación de Rudolf Schindler(Viena, Austria, 1887- Los Ángeles, Estados Unidos, 1953), después de ver como su obra había sido excluida de una exposición realizada en su país de adopción en los años treinta, en la que se pretendía mostrar el camino que estaba tomando la arquitectura contemporánea. Una exclusión injusta para uno de los grandes maestros de la arquitectura residencial, influencia que en su caso no se empezó a poner en valor hasta los años 80 del siglo XX.

Casa Schindler, West Hollywood, California, 1921-1922.

Formado en la fase final del Imperio Austrohúngaro, Schindler, emigra pronto a los Estados Unidos, concretamente en 1914 para trabajar en la por entonces pujante, arquitectónicamente hablando, ciudad de Chicago. Antes de eso había conocido por publicaciones la obra de Frank Lloyd Wright, con el que logró trabajar durante varios años, y, por supuesto, la de autores austriacos del nivel de Adolf Loos u Otto Wagner, además de los pintores vieneses del momento, y siempre sentirá mucho interés por la obra de los cubistas.

Casa Victoria McAlmon, Los Ángeles, California, 1936.

Unas inquietudes intelectuales que llevará consigo a los Estados Unidos, donde trabajará con su compañero de facultad, Richard Neutra, y poco después con Wright, hasta que empiece a poder llevar a cabo una andadura individual, a partir de los años veinte, desarrollando un estilo muy engranado en las condiciones ambientales de la ciudad de Los Ángeles y alrededores, con una serie de viviendas en las que el interior y el exterior de las viviendas se dan la mano, se integran perfectamente creando una arquitectura que ha sido definida como “compleja, ambigua, contradictoria”, lo mismo que la esencia de la ciudad californiana.

Apartamentos Joseph H. Miller, Los Ángeles, 1937.

Para sus obras escogerá como material las planchas de hormigón prefabricadas junto con la madera de secuoya, materiales que irán adaptándose a las condiciones económicas de cada momento. Así durante la crisis de finales de los años veinte, utilizará también los muros de piedra, los paneles de yeso o la fibra de vidrio en algunas de sus últimas obras.

Casa Rodríguez, Glendale, California, 1942.

En un artículo publicado en 1947 se resumían en siete puntos la esencia de la arquitectura de Schindler: grandes aberturas en los muros, techos de alturas diversas, niveles horizontales de referencia, suelos interiores al nivel del terreno exterior, huecos horizontales en la parte superior de los cerramientos, amplios voladizos, y continuidad entre unidades espaciales.

Iglesia Bethlehem, Willowbrook, 1944.

“El confort de la vivienda reposa en su completo control del espacio, el clima, la luz, el estado de ánimo dentro de sus confines. La vivienda moderna no congelará los impulsos temporales del propietario o del diseñador en forma de características permanentes y aburridas. Su marco tranquilo y flexible para una vida armoniosa”. (Richard Schindler)

Más información: North Carolina Modernist Houses [en], Los Angeles Times [en], USC [en]

jueves, 26 de junio de 2014

George Hoyningen-Huene: la fotografía más chic


Serge Lafat. Ballet La Chatte, 1927.

Una vida de esas de cine terminó desembocando en una pasión por la fotografía, especialmente por lo que toca a la moda y el cine, convirtiéndose en uno de los fotógrafos de referencia de Vogue Francia en unos años, los 20 y los 30, en los que la creatividad que se vivía en la capital francesa no se vivía en ningún otro lugar del mundo. El salto a Estados Unidos le permitirá trabajar para Harper’s Bazaar y en el mundo del cine, y será en la ciudad de Los Ángeles en la que fallecerá de un ataque al corazón.

Art in fashion. Dress by Balenciaga, 1939.

Resumiendo la agitada vida del barón George Hoyningen-Huene (1900-1968), diremos que nació San Petersburgo en el seno de una familia formada por un aristócrata alemán al servicio del Zar de Rusia y por una madre hija del ministro plenipotenciario de los Estados Unidos en la Rusia de los zares. Eso le permitió llevar una vida de lujo, con vacaciones en Estonia y comidas habituales en la corte del zar Alejandro III. El Museo del Hermitage será el lugar en el que adquiera una formación, gracias a uno de los trabajadores del mismo, sobre el mundo clásico grecorromano que luego se verá en sus fotografías.

Jeanne Salmond and Mile Boecler.
Evening Wear by Lanvin, 1934

Eso se vino abajo con la Revolución Rusa y la familia vio como todas sus propiedades y dinero eran confiscados por las nuevas autoridades comunistas, y, como consecuencia, exilio obligado en Londres. En 1918, el joven Hoyningen se enroló en la expedición militar británica que intentó detener el avance de la Revolución Rusa, con el objetivo de intentar recuperar lo que pudiera del patrimonio familiar. Como es sabido, la aventura militar terminó en completo desastre, situación que convenció a Hoyningen de la inutilidad de luchar contra el reloj de la historia.

Marlene Dietrich.

Camarero, revisor de tren en Polonia, entre otros trabajos ocasionales, se asienta en París en los años 20 donde tendrá empleo como extra de producciones cinematográficas, algo que le pondrá en contacto con la forma de iluminar y de montar las escenografías de las películas obteniendo un aprendizaje muy valioso para su carrera posterior.

Evening Dress.

Con Man Ray intenta realizar un libro de fotografías en el que aparecieran las mujeres más hermosas de París, obra que si bien no tuvo éxito sí llamó la atención del editor de moda de Vogue, Main Bocher, quien le dará trabajo como ayudante de fotógrafo encargado de montar las escenografías y preparar la iluminación de las sesiones. Hasta que un día de 1926, el fotógrafo titular no se presentó a la sesión, Hoyningen tomó su puesto y ahí empezó su carrera.

Josephine Baker, 1929.

Poco amigo de las poses estáticas a las que obligaban las cámaras de la época, aprendió de Edward Steichen la importancia de captar la psicología del modelo, de dar fuerza a imágenes estáticas y de ahí que hiciera que sus modelos se posicionaran en ese momento intermedio en el que un movimiento va a pasar a convertirse en otro distinto, ese instante en el que gesto va a dejar su lugar a uno nuevo, y con referencias clásicas muy evidentes tanto en las poses como en unas escenografías en las que cobran protagonismo grandes vasijas o referencias a templos o la estatuaria de la Grecia clásica.

Moslems for a Night. Costume Ball, 1929.

En 1935 cruza el charco para conocer los Estados Unidos, país en el que se habían casado sus padres, para trabajar para Harper’s Bazzar antes de iniciar una escapada a Oriente Medio y hacer algunos viajes por África y Arabia. A mediados de los años 40 abandonó la fotografía de moda, dio clases y trabajó con directores de cine como Jean Negulesco, Michael Kidd, Michael Curtiz y George Cukor.


Toto Koopman. Evening Dress
by Augusta Bernard, 1933

El legado fotográfico que dejó Hoyningen es incuestionable, un legado basado en un “corpus muy coherente de imágenes, sobre todo relacionadas con la moda y los retratos de estudio, que destacan por su precisión, economía de medios, armonía, elegancia y agudeza psicológica” (William Ewing)
Más información: Vogue [en], Fashion History [en].

martes, 24 de junio de 2014

Horst P. Horst: el fotógrafo de la alta sociedad, las estrellas de cine y la elegancia


Mainbocher Corset, 1939.

“Me gusta hacer fotografías porque me gusta la vida, y adoro, por encima de todo, fotografiar a las personas, porque, por encima de todo, amo a la humanidad” (Horst P. Horst)

Black Corset, 1948.

“La elegancia de sus fotografías (…) es capaz de conducirte a otro lugar, muy hermoso (…) La intocable calidad de los retratos es realmente interesante porque te distancia de los retratados (…) es como estar viendo a alguien de otro planeta (…) y deseas que esa persona exista, quieres conocerla y realmente te quieres enamorar de esa persona” (Bruce Weber)

Marlene Dietrich, 1942.

Empiezo este artículo con sendas citas procedentes del fotógrafo protagonista y de un compañero que fue influido con fuerza por las enseñanzas del germanoestadounidense. Dos citas que hablan de algunas de los puntales de la obra del que fuera fotógrafo de Vogue durante la friolera de 60 años, lo que le convirtió en un testigo de excepción de la vida de la alta sociedad europea y norteamericana, del mundo de la moda a los dos lados del Atlántico, y del mundo de las estrellas de cine.

Barbara Paley, 1964.

HorstP. Horst (1906-1999) fue un fotógrafo de moda vanguardista con los pies asentados en el ideal de belleza clásica, pero también las enseñanzas de la Bauhaus, el Romanticismo y el Surrealismo. Todo ello combinado para dar origen a unas imágenes cargadas de sensualidad, de belleza, con una forma de entender la iluminación de sus modelos muy renovadora y atrevida.

Ingrid Bergman, Vogue, 1959.

De padre comerciante, Horst estudió en la Universidad de Hamburgo, antes de dirigirse hacia París para estudiar con el arquitecto Le Corbusier. En la capital francesa conocerá al aristócrata George Hoyningen-Huene, al que próximamente dedicaré un artículo aquí mismo, a la sazón fotógrafo de Vogue y que acabaría tomando como ayudante, y también como modelo ocasional e incluso como amante, al alemán.

Fashion, Lucien Lelong, Bijoux boucheron, 1937.

En noviembre de 1931, Horst publicó su primera fotografía en Vogue Francia, y al año siguiente una exposición de sus imágenes fue destaca por The New Yorker lo que supuso el espaldarazo definitivo para el arranque de una carrera que ya no se detendrá, y eso a pesar de que su primer contacto con Vogue en los Estados Unidos le supuso un fulminante despido, sin que eso supusiera la pérdida de la confianza de la edición francesa de la revista.

Male Nude, 1950.

Con la Segunda Guerra Mundial, se asentó de forma definitiva en los Estados Unidos, pasó un periodo como fotógrafo del ejército, para luego volver a donde había dejado su carrera, es decir, retratando a las grandes estrellas de los estudios de Hollywood, a la alta sociedad internacional, aristócratas y miembros de familias reales europeas, pero también realizando fotografías de interiores y bodegones.

Más información: Wikipedia [en], Vogue [en].

miércoles, 18 de junio de 2014

Tim Gidal, pionero del fotoperiodismo



Nacido en Munich en el seno de una familia judía de padre ruso y madre lituana, Tim Gidal (1909-1996), terminará por convertirse en uno de los primeros fotoperiodistas de la historia, y eso después de pasar por las universidades de su ciudad natal, Berlín y Basilea, para estudiar historia y economía y terminar con un doctorado en filosofía.


Una titulación que tardó varios años en conseguir después de que la fotografía se cruzara en su camino y empezara a dedicarle el tiempo que distrajo de sus estudios. Fue gracias a uno de sus hermanos que consiguió una Leica de pequeño tamaño que fue el adelanto técnico, junto con el modelo de la empresa competidora Ermanox, que permitió tomar imágenes que con las anteriores cámaras de gran tamaño eran muy difíciles de conseguir.


Fue en una revista muniquesa donde empezó Tim Gidal su carrera de fotoperiodista, dando los primeros pasos de una carrera que tendrá en las personas, en la herencia judía y en los sucesos históricos los anclajes fundamentales de su carrera, siempre utilizando la cámara como en medio con el que conseguir un fin.


El ascenso del nazismo le hizo abandonar su país y pasar a vivir en Suiza. Era el año 1933 y el año antes hace su primer viaje a Palestina, que irá seguido de un segundo viaje en 1935 donde, durante dos años, levantará acta con su cámara de la situación social y política que se vivía en Tierra Santa. Sin embargo, las condiciones no eran propicias para su forma de entender la fotografía, en un ambiente más interesado por las imágenes de propaganda.


Eso le llevó, ya con la Segunda Guerra Mundial en marcha, a enrolarse en el ejército británico para ilustrar con sus imágenes la revista Parade, dirigida a las tropas, hasta alcanzar el puesto de máximo responsable de los reporteros de guerra para la zona del norte de África, primero, y de Oriente Medio y Asia, después. Un tifus le hizo dejar de lado la relación con la milicia y eso le hizo perderse la invasión de Italia y todos los aconteceres bélicos que sucedieron a continuación.


Después del conflicto, la necesidad de garantizar una fuente regular de ingresos, le hizo asentarse con su mujer y su hijo en Nueva York, ciudad en la que se dedicará más a la enseñanza que a la fotografía, lo que supuso un importante hiato en su carrera, tanto que incluso hay expertos que consideran que esa mudanza arruinó totalmente su carrera como fotoperiodista.



De todos modos, desde los años 70 su obra fue puesta en el lugar que se merecía, y las exposiciones empezaron a sucederse en diferentes instituciones museísticas del mundo en las que se pudo apreciar la calidad de una obra capaz de penetrar la superficie de la realidad y combinar el arte y la fuerza expresiva.

Más información: Independent [en], Universalis [fr]. 

lunes, 16 de junio de 2014

El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (Andrew Dominik, 2007)



Amante como soy del western clásico, reconozco con mucho gusto que el western contemporáneo, digamos desde Sin perdón para acá, con algunas excepciones tipo el remake de los hermanos Cohen de Valor de ley o Appaloosa de Ed Harris que me parecen absolutamente prescindibles, nos encontramos con un puñado de muy buenas películas que han dado al western un nuevo contenido, un aire crepuscular, denso y de mayor detalle psicológico.


En este caso se trata de un western que ha sido calificado como psicológico, una definición que me parece acertada, toda vez que el peso de la película recae en la psicología de un Jesse James fatalista y un Robert Ford atrapado por sus complejos y sus ansias de gloria después de haber crecido leyendo todas las novelas e historias acerca de las “hazañas” de los hermanos Frank y Jesse James, dos de los más famosos bandidos del oeste elevados a los altares de la historia de la mano de la leyenda.


A lo largo y ancho de las praderas, en granjas aisladas y en las calles embarradas de poblaciones con ínfulas de ciudad, se va desarrollando un drama de dimensiones shakesperianas con miedo, celos, un rey que impone su autoridad sobre el pánico, con arranques de ira y con lágrimas de impotencia, de incapacidad de controlar ese algo bestial que lleva dentro.


Por otro lado la admiración desmedida, las ansias de gloria, de convivencia con unos complejos lacerantes, la necesidad de autoafirmación y de inmortalidad, son la otra parte en conflicto y de la conjunción de las dos salen algunos duelos dialécticos de mucha solidez en esta película, se va generando un conflicto que si bien sabemos como va a terminar, no en vano la historia real de Jesse James terminó de la manera que nos adelanta el título, dejando el interés en el proceso por el cual va a ser inevitable ese final que tiene mucho de poético y que genera una suerte de epílogo que acentúa aún más los vértices trágicos de la historia.


Una fotografía excelente, una música muy efectiva con muy poco, un buen guión se conjugan para ofrecernos una película bellamente triste, a ratos incómoda y a ratos excesivamente lenta, sin que eso no reste un ápice a una tragedia que se va desarrollando de forma tranquila, sobria, contenida, con mucho énfasis en los detalles y en la recreación minuciosa de una época en la historia de los Estados Unidos recién salidos de la Guerra de Secesión.



Tragedia a base de unos personajes que viven una existencia vacía de sentimientos, de espiritualidad, de violencia que a veces estalla de forma incontrolada contra chicos inocentes para dar lugar a “la anatomía de un asesinato y de sus consecuencias”, como dice Brad Pitt, actor que da vida a Jesse James, al que da una réplica fantástica Cassey Affleck en el papel de Robert Ford.